domingo, 11 de febrero de 2018

Tres anuncios por un crimen

Mediante su corta filmografía, Martin McDonagh ha dejado en evidencia su encanto por el humor negro y la ironía. Especialmente en esta película se le ha emparentado con los hermanos Coen, pero lo suyo es más bien una comedia de situaciones en donde todo es voluntario. La novedad que otorga Tres anuncios por un crimen (2017) es su cuota social. Hasta antes de esta, el director había desarrollado largometrajes vinculados al mundo de la mafia, sobre sus asesinos y sus excentricidades y muertes inevitables. En su última película su historia se aleja de la urbanidad y se inserta en una comunidad sureña en donde somos testigos de un crimen ya perpetrado: han pasado meses desde que la hija de Mildred Haynes (Frances McDormand) fue ultrajada y calcinada mientras que la policía ha paralizado el caso. Tres anuncios en una carretera poco transitada será la demanda pública que tensará la relación entre la policía y la madre.
La violencia sexual es la vergüenza social central en la trama mas no es la única. McDonagh identifica como antagónico la labor policial. La falta de compromiso y en casos la incapacidad de la policía ha estimulado el desencanto para los ofendidos y una complacencia para los ajenos a la ofensa. La acción de Mildred frente a la conducta negligente de la policía le ha generado anticuerpos en la comunidad. De ahí la complacencia o resignación que algunos vecinos de Mildred consienten, a pesar de estar convencidos de la atroz experiencia por la que está pasando la madre. El antiquísimo fantasma del conflicto racial en el ámbito sureño es también otro tema que se rebela en Tres anuncios por un crimen, además de una brevísima acusación a los actos de lesa humanidad acontecidos fuera del territorio nacional aparentemente encubiertos por el Estado. Hay evidencias de que ciertos crímenes están institucionalizados.
Además de su denuncia ante lo cotidiano, la última película de Martin McDonagh se estima por su dosis de ironía. Un gesto fundamental que se puede inferir desde su cortometraje Six shooter (2004) es el cinismo ante lo trágico. En Tres anuncios por un crimen la colocación de una banda sonora melancólica resulta paradójica en medio de la comicidad. La muerte se maneja con la dolencia respectiva, aunque no escatimando el lado ridículo e inescrupuloso que varios de los personajes del director de herencia irlandesa desarrolla. Varios de estos son momentos logrados pero también los hay forzados, caso el comportamiento de adolescentes haciéndolas de tontas o el personaje de Dixon (Sam Rockwell) antes de su vuelco, convirtiéndose a fin de cuentas en el personaje más anecdótico. El humor a veces está fuera de control. No porque transgrede, sino porque hostiga.

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