martes, 2 de junio de 2020

We Are One: Shiraz

La película de Franz Osten, director de origen alemán, narra dos historias de amor para crear su versión ficticia sobre el origen del Taj Mahal, la arquitectura más emblemática del país indio. Shiraz (1928) cuenta el amor de un alfarero con ese nombre hacia Selima (Enakashi Rama Rao), una mujer de orígenes nobles que fue adoptada por el padre de Shiraz (Himanshu Rai) luego de extraviarse cuando era pequeña. Pero además retrata el amor que nace del príncipe –y próximo heredero del Imperio Mongol– hacia Selima. No estamos tratando con un triángulo amoroso pues se podría decir que no existe conflicto o dilema que confronte a los amantes. El filme inicia como un cine de aventuras que bien podría confundirse con uno de factura hollywoodense bajo el sello de Raoul Walsh. El asalto a una diligencia y una búsqueda desesperada en pleno desierto crean una atmósfera entre hostil y exótica. Casi parece un western de no ser porque el escenario, por muy adverso, no se interesa en convertir a la violencia en protagonista. Es esa misma intención la que envuelve a la trama a un ambiente romántico.
Ya luego, el escenario y la suerte de Selima, raptada por unos comerciantes de esclavos, se mudan a los palacios del emperador, a donde irá a parar la joven como parte de un trato del comercio humano. Es en este escenario en que los planos generales, en principio, atentos a graficar la acción, a partir de los momentos de combate y la amplitud de extras, optan por encuadrar mediante una fijación estética y simétrica. Por ejemplo, vemos planos de la protagonista en un estado de incertidumbre, en tanto, las edificaciones bastas y armoniosas tomadas como fondo. A medida que el drama toma forma y se acerca al clímax, los encuadres se van achicando para enmarcar a los personajes. Rostros de tristeza, complicidad, resentimiento y compasión determinan hasta ese momento una estructura argumental que no se diferencia del cine silente promedio. Se desarrolla incluso un estado de tensión que parece inspirarse en el método de D.W. Griffith: el suspenso cronometrado. Entonces llegamos a los últimos 15 minutos. Lo mejor de Shiraz sucede a partir de entonces, cuando el amor alude a la fidelidad perdurable, una mezcla de agonía y consuelo. Ese extracto, una suerte de coda posterior al clímax, la distingue además de otras películas de la época.

Shiraz está curado por el Festival de Londres. Puede verse la película gratis aquí: https://bit.ly/2XXpn9x

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