lunes, 6 de febrero de 2023

Llaman a la puerta

Ya son varias las películas de M. Night Shyamalan que pueden reducirse al drama/terror en donde una fuerza extraordinaria y suprema arremete contra la humanidad a causa de los pecados de estos. El ser humano siempre se porta mal de una u otra manera, especialmente contra sus más cercanos; en tanto, la naturaleza genera una reacción: se dispone a devolver el equilibrio de las cosas. No es tanto un castigo hacia el agresor, sino un mecanismo de defensa —severo y catastrófico a niveles del Antiguo Testamento— que el propio entorno adopta con el fin de preservar el ciclo de la vida. Por su parte, lo que más le sorprende a la humanidad no son las consecuencias, sino el origen de esa reacción, fractura o transgresión que reconoce como lo extraordinario, absurdo o incomprensible. Típica reacción de un ser racional. Paradójicamente, el ser humano niega o cuestiona los efectos emitidos por su propia naturaleza o entorno. Se resiste a pesar de las evidencias. Muy a pesar, en algún momento tiende a concientizar y reflexionar en base a esos incidentes. La desgracia es un puente hacia el escenario de lo existencial, un momento ideal para cuestionar la realidad, pero sobre todo a sí mismo, ser introspectivo, autocrítico y reconocerse como parte del problema. ¿Se entiende entonces por qué el sentido de la naturaleza que no va dirigido al castigo, sino a devolver el equilibrio? La clave aquí es persuadir a que su principal agresor medite y deje de hacer lo que está haciendo.

El sexto sentido (1999), El protegido (2000), Señales (2002), El fin de los tiempos (2008), Old (2021) y Llaman a la puerta (2023) son historias sobre un escenario fracturado compuesto por personajes fracturados. La meta será componer esa fractura. Vemos entonces a la naturaleza reaccionando de manera misteriosa y dolorosa. Un sexto sentido o el poder de la inmunidad serán efectos surreales, pero, a fin de cuentas, son efectos naturales para quienes lo poseen. Una suerte de bendición y maldición. En un sentido pesimista, un estigma. La Biblia nos lo ha enseñado: las bendiciones son a veces maldiciones. Tiene que doler para sanar o salvar. Claro que no todo es inmolación. Recae un efecto curativo en quien experimente esa anomalía. Todos los protagonistas de las películas mencionadas pasan por un drama personal o son sobrevivientes de una tragedia personal. En casos, son además personas con una moralidad cuestionable —la infidelidad en el escenario matrimonial ya es una constante en las películas de Shyamalan—. Esto es importante. Los elegidos no son personas especiales, sino comunes y corrientes exponiéndose a lo extraordinario. Son hitchcockianos. Son vulnerables, se equivocan, están perdidos o decepcionados, como los protagonistas de Llaman a la puerta, que más allá de darse una escapada de ocio a una cabaña fabrican un escape de un mundo, el suyo, del que están decepcionados. Ellos se sienten enemigos o ajenos sociales, como dándole la razón a sus detractores de que su naturaleza es un error. (Piensan) Es preciso el aislamiento. Dicho esto, son las personas perfectas para ser parte del plan de reacción de la naturaleza.
Son tiempos de homofobia y complejos consecuencia de ese prejuicio. Es lógico entonces que Shyamalan en su última película haga una recreación en donde la naturaleza está dispuesta a componer ese error del sistema. Para ello invoca las fantasías de fanáticos religiosos, personas que parecen recién fugadas de algún reformatorio mental con un vaticinio salvador entre manos. Se sirve además de las tendencias de la tecnología. El director, como todo moderno, tiene plena consciencia de esa contradicción que emiten los medios digitales. Nos brindan información al instante, pero a veces son depósito de calumnias o fake news. La historia juega con eso. Al ser una temporada en donde todo se cuestiona y se duda de cualquier gesto de “beneficencia”, resulta efectivo para la tensión el encerrar a personas en un lugar incomunicado y simplemente valerse de un televisor para saber lo que está aconteciendo allá afuera. Las noticias serán objeto de debate. Los miedos y prejuicios salen a la vista. Mientras tanto, los protagonistas recuerdan. Esto es habitual en el cine de Shyamalan. La reminiscencia es prueba de que sus personajes están atados a un pasado tormentoso no superado. Están tan fracturados como el hombre de cristal de El protegido. Eso hace que sus películas sean estimulantes. Dialogan entre sí al apostar por revelar el lado dramático de la humanidad, siempre relacionado con el vínculo familiar. A propósito, no me extraña la estima de M. Night Shyamalan hacia Alcarrás, (2022), de Carla Simón. Ambos autores atienden las relaciones de familia. Un lazo de amor y odio, pero que, a pesar, sus personajes no están dispuestos a dejar de abrazar.

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