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viernes, 20 de enero de 2017

La la land

El género musical durante la década de los años 50 es foco en la nueva película de Damien Chazelle. La la land (2016) si bien se inspira del esquema argumental de dicha época para montar su trama, por la mitad su historia se irá distanciando de aquellos referenciales para meterse de lleno a una atmósfera nostálgica, a propósito del ensimismamiento o el fracaso de sus personajes. Esto, naturalmente, no sucedía en los musicales de los 50. Dicho género, dentro del contexto de la posguerra en EEUU, fue una suerte de taburete emocional para el individuo común que comenzaba a aspirar dentro de una nación que iba camino a la bonanza. Era parte del plan del sueño americano. Menos eran las producciones en las que Fred Astaire formaba parte de un mundo sofisticado y, en su lugar, más fueron las películas en que Gene Kelly se convertía en padrino de simples asalariados a quienes la vida empezaba a sonreírle.
En La la land, los protagonistas principales están llenos de aspiraciones. Mientras que Mia (Emma Stone) sueña con convertirse en una reconocida actriz, Sebastian (Ryan Gosling) confía en que inaugurará su propio club de jazz. La situación inicial en ambos personajes luce entre sencilla hasta precaria, sin embargo, el conocerse abrirá paso a una realidad condescendiente. Es en esta temporada en que el musical toma su mayor protagonismo. Ellos cantan y bailan “a pesar”. Es la depuración de lo emocional convertido en letra o en pasos. Concretado el romance, y la fantasía puesta de lado, las cosas toman su orden, el baile se esfuma y la película no es más un homenaje a los 50. La la land es una comedia romántica que va camino al encaramiento de lo real, que es también decir que siempre fue un drama que en su principio tuvo algo de fantasía. Hay momentos en que uno se tapa los oídos y la película tranquilamente es un cuento triste ambientado por una iluminación opaca y espacios ensombrecidos. El color azul acota a ello, siendo este un color primario en su estética.

Pero existe también otro foco de interés, uno que también estuvo asociado a Whiplash (2014). El jazz es sin duda la firma personal de Chazelle, un melómano de dicho género, tanto en su anterior película como en La la land. Es a propósito de ello que se gesta esa confrontación entre lo clásico y lo renovado en su nuevo filme. Como en la trama de Cantando bajo la lluvia (1952), Sebastian reconocerá ciertos problemas para adaptarse a los cambios que ponen en riesgo su tan ceñido gusto por el jazz en su versión clásica. En paralelo, dicho género musical hace su propio concierto pregonándose un homenaje aparte. La la land tiene todas las oportunidades para llevarse todos los Oscar que quiera. Además de poseer los recursos, tiene un director y actores que forman parte de nuevas generaciones, las cuales están siendo más reconocida por los miembros votantes, siendo su mayoría los pertenecientes a la Academia. No hay duda que Damien Chazelle con Whiplash se convirtió en promesa. Lo cierto también es que La la land luce como un producto “por encargo” que pudiese poner en riesgo su originalidad, culpa de un reconocimiento prematuro.

lunes, 16 de febrero de 2015

Whiplash

Lo que más me llama la atención en Whiplash (2014) son esos otros escenarios y personajes fuera del conservatorio de música, los que son escasos y, además, los pocos que hay serán obstruidos. El director Damien Chazelle está decidido a agudizar la obsesión de su personaje principal por la música. Andrew (Miles Teller), baterista empedernido, literalmente parece vivir en su propio mundo, y cuando existe algo que parece atentar o poner en riesgo su rutina, él (instantáneamente o a plazo moderado) se revela. Se nota en la escena durante un convite familiar; en principio dejando ser subestimado por los demás para luego afilar las garras y defender su honor. Está también en su fugaz relación con una joven, quien al igual que él es cohibida por el mundo (aunque aquí claramente vemos la diferencia entre ser cohibido y ser fruto de la misantropía justificada). La separación será abrupta, fruto de la obstinación personal del músico. Más adelante, su intento por enmendar las cosas será infructuoso. Él es un destinado a no fraternizar con lo demás.
Chazelle parece frustrar todo intento de su protagonista por querer generar apatía con su alrededor. La misma relación con su padre parece cercana pero a la vez distante. Andrew es una suerte de antihéroe que genera tanto admiración como disgusto. No hay lugar para decir que Andrew en su camino se hará de amigos, sino todo lo contrario. Claro ejemplo estará en su relación con ese otro personaje incorregible. Terence Fletcher (J. K. Simmons), profesor del conservatorio en donde se instruye Andrew, de la misma forma que el estudiante será intransigente respecto a los que atenten contra su usanza. Whiplash es la historia de dos personajes que se admiraron en secreto pero que las circunstancias los obligaron a ser contrincantes. Es el aprendiz y el instructor enfrentados. Cada uno consciente de sus capacidades. Ambos se convertirán al final en rivales. Fletcher tan tiránico cual instructor militar, Andrew tan enérgico por su condición de prodigio; serán vehículos impulsados por su propio orgullo.