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martes, 3 de noviembre de 2020

La reivindicación: aclaraciones y defensas a la crítica de cine (Parte 2)

Continuación de una recolección de temas asociados a la crítica de cine aludidos en el seminario organizado por el festival Transcinema.

El yo en el escrito

Existe un prejuicio ante el “yo” en el escrito. En relación a la crítica de cine, creo que esto deriva al hecho de que la palabra del crítico o la crítica dominada por el yo –su opinión o perspectiva, que de hecho ya está explícita desde la primera palabra– se la interpreta como un acto de egolatría, un indicio por negar lo resto o ajeno a lo mencionado. El yo, para algunos, es equivalente a un “yo tengo la razón, lo resto no cuenta”. Volviendo al sentido de que la palabra del crítico o crítica de cine no es absoluta, sino una evaluación (en teoría) consecuente y especializada sobre una película, entonces descartaría un deseo por derribar el resto de lecturas. El yo solo es un uso que evidencia lo que es evidente: un escrito está escrito por un yo. Aprovecho a mencionar que una crítica sustentada no es la que exige citar a teóricos o lustros artistas vinculados al cine o al tema en cuestión. En mi perspectiva, respeto más una crítica sostenida por el yo a la sostenida por “según Talcito”. La crítica no tiene que ser un ámbito de promoción autoral o para presumir (esto último es mi prejuicio).

“No existes” o vivir en nuestra burbuja

Creo que un caso insólito, aunque ya conocido cuando se trata de armar mesas académicas, es el de conversar sobre un tema y no invitar a los que hacen referencia al mismo. Es lo que sucedió en la última mesa del seminario en cuestión. En efecto, el título de la mesa peruana no hacía referencia al crítico o crítica de cine, sin embargo, los ponentes hablaron sobre la crítica de cine en el Perú, a pesar de que ninguno la ejerce. Cosa que no está mal. Todos estamos en un mismo territorio y está bien saber qué opinan unos de otros, por mucho que sean ajenos al oficio en específico. No se cuenta los antecedentes o tentativas de un ejercicio crítico. Esto por una simple razón. La crítica de cine en el Perú fue una muy distinta hace diez años atrás. Por otro lado, las pretensiones de ejercer la crítica de cine, no nos otorgan la claridad de conocer qué es la crítica de cine o cuál es su panorama, en este caso, en el Perú. Sin embargo, nuevamente, es una perspectiva y la crítica de cine misma debe prestar atención a estas, dado que conocerlas es saber cuáles son las posibles falencias que arrastra en el ejercicio de su oficio. Dicho esto, no está bien que la crítica de cine viva en su propia burbuja. De cuando en cuando, tenemos que despegar nuestra vista de nuestros textos o ejercicios críticos para saber cómo es que el público en general está respondiendo a lo que (se presupone) es nuestro aporte a la comunidad académica. ¿Estamos haciendo bien nuestra labor? Tal parece que no, o al menos no lo suficiente. Nos hace falta visibilizarnos, los críticos y críticas digo. Es evidente que Mónica Delgado ya lo logró, porque fue el único nombre que se mencionó en la mesa. Por lo resto, un poco más, para los ponentes la crítica de cine en el Perú no existe. No existen los Bedoya, los Hablemos de cine, Ventana Indiscreta, Fotograma Gourmet, el mismo resto de Desistfilm. Existen sí Cesar Vallejo y otros poetas peruanos en modo crítico de cine. ¿Críticos de cine ellos? Un rotundo no. Para cuando termine esta Pandemia, pueden pasar a la biblioteca del Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar. Ahí podrán leer todas las “críticas” de los escritores peruanos. Entonces, hasta cierto punto, todos opinamos o ejercemos desde nuestra burbuja. La crítica de cine tiene que salir de esta. La zona de confort no es más que una limitación de las aptitudes, un boicot a lo que es nuestra motivación, la pasión por el cine y la labor de interpretarlo.

No hablas de las películas que me interesan

Una respuesta infalible cuando te preguntan “¿Por qué no has visto tal película? ¿Acaso no eres crítico de cine?” Es que el crítico o la crítica de cine no está en la exigencia de ver todas las películas que se difunden de norte a sur. Es dependiendo de su compromiso, curiosidad o tiempo si ve tal o cual película. Suscribo lo comentado por John Campos: la crítica, en efecto, es un gesto que preserva y ayuda a visibilizar una película –estamos hablando de críticas y no de redacciones destinadas a decir “me gusta” o “no me gusta”; ya comenté sobre ello–. Pero qué pasa cuando un crítico no valora lo que un programador sí. Es no tiene por qué generar un civil wars. Nuevamente, la mirada del crítico es apenas una perspectiva. Este no tiene la misión de decir qué película debe trascender y cuál debe ser descartada. Lo suyo, en principio, es el juicio estético y discursivo. Así que si el crítico o crítica, a su perspectiva, no ve en una película una oportunidad para hacer un ejercicio crítico, pues no hay razón para forzar una mirada crítica. A esto se suma el caso de si decide ver una película o no. También tendrá sus razones o motivaciones. Hay tantas películas por ver, muchas solo se emiten una vez y de ahí desaparecen del mapa, otras hacen su gira y luego de ahí no sabes más de estas, y no siempre la crítica llega al momento de su programación. Entonces, la falta de críticas de tal película no es tanto por la permanencia de una crítica de cine que se cierra, discrimina o devalúa a una línea fílmica. Ahora, de que existen círculos de críticos que se cierran a un tipo de cine, definitivamente sí.

Crítica tradicional y…espera, ¿a qué llamamos crítica tradicional?

Personalmente, lo tradicional me deriva a ver cine en pantalla grande y escribiendo para periódicos. Lo primero, especialmente ahora, es algo tirado de los pelos. Es perderse tantas películas que no tienen estrenos sea por vías comerciales o festivales, desde los más visibles hasta los underground. Sobre lo segundo, no veo conflicto. Cada uno se mueve en la plataforma que mejor se siente. Ahora, es un estilo de ejercicio crítico; no lo comparto, pero definitivamente prefiero más críticos tradicionales a pseudocríticos. Es seguro que la denominación “crítica tradicional” hace referencia a otras formas de ejercer la crítica –o la cinefilia–, y es natural en una época de la segmentación.

Los cercos en el terreno crítico

Un comentario emergió de lo absurdo que se percibían las segmentaciones que Netflix fijaba en su buscador de películas, segmentación más acelerada a la que me parece inauguraron las páginas pornográficas. La segmentación es un síntoma del consumismo, el dirigir un producto ideal o a la medida de un consumidor específico. Es como los cereales que encuentras en un supermercado: los hay dulces, muy dulces, los cancerígenos y más cancerígenos; etc. Los catálogos fílmicos tienen esa estructuración. Pregunto: ¿cuántos cinéfilos miran de todo? Es decir; de todo: distintos géneros, épocas, idiomas, Marvel y Pedro Costa. Existen, pero son pocos, pues la mayoría también tiene sus filtros recurrentes o fetiches, además de su lista negra de un tipo de cine que prefieren no ver, sea por un acto justificado (desde su postura) o por puro prejuicio. Así como los cereales, los cinéfilos eligen ver las películas que más les gustas. Sucede que un sector de la crítica también tiene sus segmentaciones, y esa segmentación no está lejos de las motivaciones de un cinéfilo o un consumidor de películas promedio. Es a propósito de esto que se levantan unos muros dentro de la crítica. Es todo un lío a veces armar una mesa sobre un tema en específico y juntar a críticos y críticas que estén familiarizados o actualizados con ese tema en cuestión. Esto se debe a que estamos en una época en que la moda de la segmentación ha alcanzado y limitado el panorama fílmico de los críticos. Aquí no se trata de “eres snob” o “eres mainstream” porque miras esto u otro. Aquí se trata de que hay evidencia de una crítica que restringe su panorama fílmico, lo que a su vez limita su conocimiento crítico y, por ende, fragmenta a la comunidad crítica: “Ustedes van a las funciones de prensa, nosotros a los festivales de cine”. Y sucede que a veces esta limitación responde a la postura política del crítico o crítica. Ya retomaré eso más adelante.

Otra barrera: reseña y artículos

¿La crítica sabe de extensiones? Definitivamente, no. Aquí deviene otro prejuicio sobre lo que una mayoría (mal) entiende por crítica. Sucede que gran parte de la pseudocrítica reconoce en las reseñas como el punto inicial para “practicar” la crítica de cine. Entonces, un grupo de lectores lee la producción de estos aventureros y se da cuenta que es pura charlatanería. Este desencuentro genera frases como “¿quién entiende a los críticos?”, “los críticos solo te cuentan las películas”, “las críticas solo saben poner estrellitas a las películas”. Por otro lado, están también los lectores poco exigentes. Los que les gusta cómo reseña o “critica” esa pseudocrítica. En conclusión, ambos grupos han reconocido al pseudocrítico o pseudocrítica como crítico o crítica de cine. Todo mal. Esto no solo ha desprestigiado a la crítica de cine, sino también a la modalidad de reseñar. Por favor; Caimán, Cahiers du Cinema, Film Comment, todos tienen su sección de reseñas, casi siempre al final. Entonces, la pregunta sería: ¿cuánto de crítico tiene una reseña o un artículo? La extensión no hace al crítico, así como tampoco el tiempo que le inviertes a un escrito. Hay muy buenas reseñas que salen en un par de días, así como muy malos artículos que se crean en meses.

¿Y el compromiso social?

Algo fascinante del seminario promovido por el festival Transcinema es que las voces se percibieron claramente distintas a pesar de que la mayoría de los convocados pertenecemos a una misma región. Desde la mesa de Bolivia resonaba la idea de una sociedad emancipada del neoliberalismo; en tanto, en la mesa chilena se habló del estallido social reflejado en el cine –un apasionante debate pendiente es sobre la diferencia entre registros o ficciones, a propósito de la marea de películas producidas en ya casi un año que captaron el escenario efervescente de la sociedad revelándose contra el Gobierno–. Se podría decir que el feminismo es el único tema que está en la agenda de todos. Lo curioso es que, al menos desde las mesas, se ha escuchado más de compromisos que de acciones concretas en donde el feminismo se milita desde la crítica de cine. Esta forma de militancia siempre me ha resultado atractiva. El aula crítica puede ser también un escenario de militancia, un espacio que forma a nuevos militantes de cualquier compromiso social. Ya está sucediendo. En Perú, un evento sobre crítica desde una mirada feminista se ha difundido. Desde Chile me han llegado más eventos de esa línea. No hace mucho Final Girls Chile, un festival que se dedica a difundir a directoras de cine fantástico y de terror, dispuso de forma gratuita una masterclass sobre la representación del monstruo femenino en el cine de terror. Un eco lo produjo Lina Durán junto a otras invitadas, desde la producción del festival peruano Insólito. Ahora, regreso al panorama fílmico de la crítica de cine y cómo las posturas políticas orientan y hasta restringen ese panorama. Siguiendo el caso del feminismo, la producción actual de películas sobre universos femeninos emancipados del patriarcado está creciendo cada vez más. Retrato de una mujer en llamas (2019), de Céline Sciamma, o la muy interesante Mamá, mamá, mamá (2020), de Sol Berruezo, son apenas un par de ejemplos. Son películas instructivas que dialogan con el pasado y el presente de la mujer deslindada de la masculinidad, respectivamente. Pero sucede que la atención apunta más a lo que se está produciendo y no a lo que se produjo, y a mi parecer ese gesto está fugando una importante instrucción. Algo que valoré mucho de la ponencia “Féminas y furias”, de Valeria Villegas, es que partió desde una introspectiva hacia un cine en blanco y negro para encontrar las respuestas del porqué lo femenino es un antagónico en las películas de terror más actuales. La crítica precisa de un retrovisor, y uno muy amplio. Otra vez, limitarnos a ver cierto cine, limita nuestro conocimiento crítico. Muchos cuestionan a los Premios de la Academia –y me incluyo–; sin embargo, fue gracias a un Oscar honorífico ofrecido a Lina Wertmuller que me enteré de la existencia de esta directora y hace unos días recién pude ver algo de ella; Mimi, metalúrgico herido en su honor (1972), una muy divertida película que hace sátira sobre cómo el feminismo y el comunismo se convierten en utopías dentro de un escenario hipócrita que siempre retorna a sus “tradiciones”. Y así hay tantas películas que nos instruyen sobre ese y otros compromisos sociales incluso desde un discurso caduco. Porque las falencias también instruyen.

Una escuela de crítica de cine y la preservación fílmica

Dos temas muy importantes que deben de convertirse en agenda urgente, al menos en este territorio. Sobre una educación crítica, se habla mucho de lo autodidacta. A mí me resultó. No solo es un acto de compromiso, sino también de pasión. Lo cierto es que no deja de ser también una escuela un tanto deformada producto de la proliferación de difusores que solo se dedican a desprestigiar a la crítica de cine mediante prácticas que no tienen nada de crítico. Dicho esto, un modo de ejercer crítica es también impartiendo una educación sobre el lenguaje del cine. Más cursos de interpretación y menos de apreciación. Lo segundo se puede estimular desde listas de películas recomendadas o hasta el mismo Netflix. Cuántos habrán comenzado a apreciar el cine luego de un mes de amanecidas frente a esa plataforma. El hecho es que ninguna plataforma te enseña a diferenciar entre el encuadre y un plano. Lo otro que urge atender es el tema de la preservación fílmica. El Perú es el único país que no tiene una cinemateca, un espacio que rescate a las películas en celuloide y las reconozca como patrimonio cultural. ¿Cómo convencer a los legisladores de eso? ¿De qué forma la crítica de cine puede colaborar en esa cruzada que ya está en mano de algunas asociaciones de cine? Una forma es que la crítica de cine se comprometa a concientizar al público sobre el estado de olvido en que se encuentran muchas películas peruanas.

Palabras finales

En serio, estoy cansado. Ahora solo tengo cabeza de continuar preparando un próximo curso de cine. Esa es la palabra final: sigamos haciendo crítica.

lunes, 2 de noviembre de 2020

La reivindicación: aclaraciones y defensas a la crítica de cine (Parte 1)

NOTA: Lo siguiente no solo interesa a los críticos, sino también a cualquiera que en algún momento husmeó una crítica de cine.

Este es un escrito resultado del seminario “Cinefilia: Crítica y curaduría cinematográfica en América Latina”, una iniciativa del festival de cine Transcinema que se extendió durante siete días, en donde críticos y programadores de Brasil, México, Chile, Bolivia, Argentina, Ecuador y Perú comentaron diversos puntos que surgieron del título del evento. Se pueden ver todas las sesiones en la fanpage del festival.

Lo que a continuación escribo, es básicamente una recolección de los puntos que más me estimularon a reflexionar y que conciernen a la crítica de cine. Tómese lo siguiente como mi oportunidad para también pensar en voz alta sobre los temas en cuestión; y digo “pensar en voz alta” porque –y esto fue la cuota atractiva del seminario– por mucho que varios de los ponentes prepararon un esquema, gran parte de las exposiciones se quedaron a mitad de camino o se fueron por la tangente al atender a las sugerencias o cuestionamientos del público, de su compañero de mesa o incluso de sí mismos. Es decir; las exposiciones transitaron del monólogo al circuito dialéctico. Las preguntas fueron cruciales para eso, las que venían del chat o los propios invitados; desbaratándose así el plan y montándose un esquema improvisado que no dejo de ser ricamente académico. Ahora, ¿esto qué implicó? Muchos comentarios “sinceros”, no premeditados, contradicciones e incluso malinterpretaciones. Es posible que muchos dijeron algo que en un escrito lo hubieran dicho más bonito o mejor sustentado, pero esas son las reglas del juego y el encanto del terreno de la oralidad. Es un espacio en donde todos estamos en desventaja, expuestos al balbuceo, a la frustración del “cómo decirlo” o “no sé si se me entendió”. Es además mitad consciencia e inconsciencia. En cierto punto de las exposiciones, los ponentes ya no eran personas sometidas a un programa, sino a la espontaneidad, obligados a ser sinceros, pero siempre con derecho a la réplica. Caso el de los espectadores, la situación era limitada. Es por eso que ahora me otorgo el derecho a cederme la palabra, y aunque tengo la ventaja de la palabra escrita, haré mi esfuerzo por no hacer trampa. También quiero pensar en voz alta, escribir de corrido y apenas retrocediendo por inercia.

La crítica: autocrítica, resistencia o cinismo

Muy pocas veces se da la oportunidad en que un crítico –de cualquier materia que sea– sea crítico de su oficio y, más aún, sobre cómo lo imparte. El crítico, y posiblemente todo sujeto académico, tiene algo de ego. El hecho de que construyamos discursos en base a nuestras posturas, edifican algo así como un monumento de nuestras creencias. Pueda que por eso es difícil ser autocríticos, y cuando lo somos, se nos activa una suerte de autodefensa, un acto de convencernos o de convencer a los demás que lo que hacemos tiene sentido o está bien. Entonces, esto sugiere tres caminos: nos corregimos, nos convencemos (o reforzamos) de nuestro propio discurso, o actuamos con cinismo. Esto último sería un acto de fracaso. Todo espacio de conversación al final debe llevarnos a cualquier camino menos al de decir “hago esto, pero bueno, es lo que es”. Si cuestionamos ciertas normativas de la crítica de cine, es porque hay un deseo de modificar esa realidad, así que el camino es ponerse manos a la obra para cambiarlo, empezando desde nosotros.

¿Son palabras o grafitis lo que escribes?

Uno de los problemas que reconocía para cuando me inicié en la crítica de cine es entender hasta qué punto el lenguaje que utilizábamos merecía un esmero literario, a propósito que leía ciertas críticas que no entendía del todo, que repasaba una y otra vez para poder dar con el mensaje –durante el seminario, un colega mexicano prácticamente citó misma experiencia– . En paralelo, estaban los seguidores de ese crítico o crítica que mencionaban “qué lindo escribes”, cuando yo solo veía un derroche de verborrea. Era un esfuerzo por apropiarse del lenguaje, mas no de la fuente en cuestión; porque, en efecto, muchos de esos escritos eran cero interpretación. Esos casos, desde mi posición de lector, me eran frustrantes; a pesar de que por aquel entonces era un alumno de Literatura –o sea, convivía con ese tipo de discurso–. No dejaba de reconocer una pared en el escrito, una incógnita que me dejaba débil. ¿Habrán resuelto esos acertijos esos lectores que le dedicaban felicitaciones a los textos de tal crítico o crítica?  Lo más seguro es que muchos no entendían lo que decía, pero les gustaba cómo escribían; “qué lindo escribes”. Era como cuando descubrí  Eraserhead (1977), de David Lynch, y me decía: “qué profundo, no entiendo nada, pero qué profundo”. Estaba en nivel Homero Simpson. Ahora, muchos hemos aprendido a decodificar a Lynch, pero ¿alguien se ha preocupado por decodificar esos textos críticos? No, y nadie lo hará, porque nadie hace críticas sobre el estilo literario de las críticas. Y si sucede, creo yo, no es jurisdicción de la crítica, quien más bien tiene un compromiso académico con la interpretación fílmica. La crítica es interpretación, y después si quieres te pones a jugar con las palabras, pero siempre con consciencia, con medida, siempre pensando quién está al otro lado del texto.

El egoísmo académico y un clasismo inconsciente

Por tanto, lo académico no tiene por qué ser complejo. De acuerdo, muchos usan un lenguaje “elaborado” porque leen mucho a J. Hoberman o a Adrián Martín: somos lo que leemos o escribimos lo que leemos (a veces con conciencia y en otras no). Es un terreno y hay que respetarlo. Sin embargo, se convierte en un problema cuando el contenido no tiene sentido o no sabe explicarse, cuando hay inconsistencias, agujeros negros. Una seña es la saturación de adjetivos calificativos, que en muchos casos no es más que un reflejo de que no sabemos explicarnos; ese es un balbuceo escrito. Está “floreando” (peruanismo para decir que está palabreando). Pero no menos negligente es el que sabe y domina los conceptos y no lo explica, sea por desidia o egoísmo académico. Claro, hay territorios de la crítica de cine en donde se espera el consumo de un lector arduo. Ya, pero, ¿es así como queremos perpetuar a la crítica? ¿Qué sea una voz limitada para cierto sector? Genial, seamos democráticos, visibilicemos lo invisible, la crítica ahora piensa desde el feminismo, los estudios culturales, etc. Es preciso practicarlo. Lo pendiente es también concientizar que a veces la crítica es clasista, pues piensa únicamente para el lector universitario de Humanidades. ¿Qué hay del resto? Entonces, ¿cómo así podemos cuestionar a una sociedad que carece de curiosidad frente a la crítica de cine? ¿Es que acaso es así porque la crítica de cine a veces construye una barrera académica? Por tanto, si mencionas algo, hay que explicarlo al menos brevemente. Por ejemplo, si mencionas colonialismo, escribe “qué es el colonialismo”. Sí, toma tiempo, pero, vamos, si uno sabe lo que es colonialismo, no tiene por qué tener miedo a definirlo en pocas palabras o usando ejemplos.

Escribir desde un canon o la camisa de fuerza

Todo académico tiene una postura y, en consecuencia, tiene sus padres. La crítica de cine tiene varios, y según la línea que uno sigue. Bazín, Ebert, Moullet, Quintín, Farocki. En fin, aquí también hay democracia. Ahora, sin ánimo de hacer una igualdad entre creación literaria y crítica de cine, pienso en las clases de Literatura, las que hacían apuntes sobre los primeros pasos de un escritor. Al inicio escribes cómo el autor que admiras. Esto también implica incluso apropiarse de sus temas. Ya después de un tiempo de ejercicio, el escritor encuentra su propio camino. Creo que la crítica de cine también precisa de una emancipación de nuestros padres/madres o mentores. El seguir remitiéndonos a esos pasajes o modos de escribir del mentor –por muy bonitos, consecuentes o inspiradores que suenen– no hacen más que someternos, esclavizar nuestros textos, pensar “según” lo que escribiría tal, o según cómo escribiría tal. Me aventuro a pensar; si existieran menos críticos o críticas que antes de escribir se sacudieran de su fantasma o mentor, tal vez se hablaría menos de ese trauma llamado “la hoja en blanco”.

La crítica y sus espectadores

Me imagino el ejercicio crítico como el ejercicio de un aula llena. Tras la disertación, a veces pueden surgirse preguntas, discrepancias, debates, como también un silencio absoluto de parte del público, pero no como signo de aceptación o desinterés, sino porque a veces es difícil para el público compartir sus ideas. El hecho es que siempre habrá evidencia de una dialéctica, ya sea exteriorizada o interiorizada. Ahora, toda crítica merece un espectador, como todo espectador espera de la crítica un ejercicio crítico. Entonces, es por eso que me resulta a veces un tanto poco creíble saber que existe una crítica que en algún momento no se ha tentado a pensar a quién va dirigido sus textos. Digo, es como las películas. Para qué hacer películas que no serán difundidas. Lo mismo pasa con la crítica. Ya sea un producto creativo o crítico, son conocimientos, perspectivas que están destinadas a llegar a un receptor que, a fin de cuentas, evaluará según sus propios conceptos el mensaje. Lo ideal es que todo termine en una respuesta del receptor, pero, como ya mencioné, no siempre esta respuesta se exterioriza. Quiero suponer que eso no detendrá al crítico o realizador a seguir impartiendo su pasión.

La crítica versus los autoproclamados

Estamos en una época en que las películas de Woody Allen tienen mucho sentido. Es como si los pseudocríticos se multiplicaran como los gremlins, y estamos en temporada de lluvia. Y bueno, ya que se supone que estoy pensando en voz alta, creo que resultará algo terapéutico mencionar que los/las odio. Es que son tan buenos marketeándose. Es como si ellos tuvieran una etiqueta bien diseñada, mientras que la crítica (que quede claro que solo existe una crítica; nada de medias tintas) va desnuda. Pero este odio no se trata de “¿por qué yo no tengo más likes o más seguidores?”. Esto es importante. Cuando la crítica se publica, se aplaude. Si algunos críticos son más leídos que otros, no importa. Lo importante es que la crítica ha ganado. Un aporte más para la interpretación del cine. Pero muchos de esos a quienes el espectador reconoce –esto es lo fatal – como críticos o críticas no son más que los mismos espectadores o cinéfilos, en casos, de buena escritura, de habilidad para generar tráfico, con muchos amigos o seguidores y tiempo para crear notas, videos y podcast con un contenido que es remedo de lo que uno bien pudiera encontrar a la vista de las redes sociales o páginas webs, que se dan la licencia para decir qué película es buena o mala, y se llenan su boca de adjetivos para sustentar sus ideas, cuando no tienen la más mínima idea que eso no es competencia de la crítica.

Las estrellitas y los spoilers

No nos dejemos engañar. El hecho que las editoriales de los medios de comunicación inventaron las estrellitas que encabezan a las críticas de cine, no significa que el crítico sea un predestinado a decir qué película merece la orca o la inmortalidad. Eso es solo un juego. Algo así como cuando le pides a un crítico una lista de películas. Es algo opcional; si no está, no pasa nada. Siskel and Ebert era un estupendo programa de crítica de cine en donde dos críticos estadounidenses iniciaban sus programas diciendo: “Me gusta” o “No me gusta”, y derivados. Luego de eso, se la pasaban peleando –no casi siempre– diciendo por qué. Era un debate en vivo de dos personas con gustos diferentes sustentando sus ideas. Era la televisión. No había terreno para florear. Sus sustentos eran críticos y ninguno balbuceaba. Al final, nuevamente, renovaban sus posturas frente a la película en cuestión: le subían o le bajaban el pulgar. Ese es un consenso entre la crítica y la recomendación fílmica. Claro que es posible una crítica que opte por la puntuación. Ahora, ¿en serio creen que el rating de Siskel y Ebert hubiera bajado si anulaban ese accesorio del pulgar arriba o abajo? No. El público los veía por el debate feroz que a veces suscitaba; el ejercicio crítico. La crítica no son las estrellitas, así como tampoco ponerse a contar la historia de la película. Vamos. Existen videos que te resumen las películas con memes y la pasan bien. Ahora, si te gusta que te la resuman con un lenguaje poético –apelando a esos redactores que mencionaba más arriba–, esa es otra cosa. Pero, ¿dónde está la crítica? Escenario distinto son los artículos, tesis e investigaciones que precisan extractos o hacen sinopsis de las películas con el fin de reactivar la memoria o contextualizar al lector que no ha visto una película que será analizada con severidad y puntualidad en las hojas siguientes. En ese terreno, los spoilers son necesarios. En otro territorio, si tratamos de una (video)reseña y el contar la historia de la película domina en tu texto, puedes llamarte como gustes, pero menos crítico o crítica.

Entonces, ¿qué es un crítico de cine?

Es el que interpreta una película, sea desde un plano estético o discursivo, y reconoce y sabe explicar el lenguaje y las expresiones del cine. Si lo escribes para una revista o en boletos del autobús, no importa. Puedes ser crítico de cine desde la plataforma del podcast hasta en una edición impresa de colección. No se confunda interpretación con apreciación. Mi papá aprecia las películas de Jean Claude Van Damme, pero crítico de cine no es. Crítico o crítica no es “yo sé más sobre cine o he visto más cine que el resto”. No. La humanidad se ha pasado toda una vida mirando las pinturas rupestres y no por eso las entiende. Ahora, como todo acto de interpretación, todo acto crítico es un ejercicio subjetivo, por tanto, no es una palabra absoluta. La voz del crítico no es ley, es apenas una aproximación hacia una película. ¿Se entiende entonces por qué no tiene sentido que el crítico o la crítica mencione en su texto si le gustó o no la película o si es buena o si es mala? Tomen en cuenta un testimonio y confesión universal. Varios críticos afirman que las películas que un día odiaron, días, meses o hasta años después la amaron; y viceversa. Y no estamos hablando de un gesto de seguir a un líder o la reformación de un canon fílmico, sino el de un juicio puramente personal. Eso también “debería” de definir a un crítico o crítica. En un mundo ideal, no está pendiente de los cánones, sino de su propia sensibilidad.