NOTA: Lo siguiente no solo interesa a los críticos, sino también a cualquiera que en algún momento husmeó una crítica de cine.
Lo
que a continuación escribo, es básicamente una recolección de los puntos que
más me estimularon a reflexionar y que conciernen a la crítica de cine. Tómese
lo siguiente como mi oportunidad para también pensar en voz alta sobre los
temas en cuestión; y digo “pensar en voz alta” porque –y esto fue la cuota
atractiva del seminario– por mucho que varios de los ponentes prepararon un
esquema, gran parte de las exposiciones se quedaron a mitad de camino o se
fueron por la tangente al atender a las sugerencias o cuestionamientos del
público, de su compañero de mesa o incluso de sí mismos. Es decir; las
exposiciones transitaron del monólogo al circuito dialéctico. Las preguntas
fueron cruciales para eso, las que venían del chat o los propios invitados; desbaratándose
así el plan y montándose un esquema improvisado que no dejo de ser ricamente
académico. Ahora, ¿esto qué implicó? Muchos comentarios “sinceros”, no
premeditados, contradicciones e incluso malinterpretaciones. Es posible que
muchos dijeron algo que en un escrito lo hubieran dicho más bonito o mejor
sustentado, pero esas son las reglas del juego y el encanto del terreno de la
oralidad. Es un espacio en donde todos estamos en desventaja, expuestos al
balbuceo, a la frustración del “cómo decirlo” o “no sé si se me entendió”. Es además
mitad consciencia e inconsciencia. En cierto punto de las exposiciones, los
ponentes ya no eran personas sometidas a un programa, sino a la espontaneidad,
obligados a ser sinceros, pero siempre con derecho a la réplica. Caso el de los
espectadores, la situación era limitada. Es por eso que ahora me otorgo el
derecho a cederme la palabra, y aunque tengo la ventaja de la palabra escrita,
haré mi esfuerzo por no hacer trampa. También quiero pensar en voz alta,
escribir de corrido y apenas retrocediendo por inercia.
La crítica: autocrítica, resistencia o cinismo
Muy
pocas veces se da la oportunidad en que un crítico –de cualquier materia que
sea– sea crítico de su oficio y, más aún, sobre cómo lo imparte. El crítico, y
posiblemente todo sujeto académico, tiene algo de ego. El hecho de que
construyamos discursos en base a nuestras posturas, edifican algo así como un
monumento de nuestras creencias. Pueda que por eso es difícil ser autocríticos,
y cuando lo somos, se nos activa una suerte de autodefensa, un acto de
convencernos o de convencer a los demás que lo que hacemos tiene sentido o está
bien. Entonces, esto sugiere tres caminos: nos corregimos, nos convencemos (o
reforzamos) de nuestro propio discurso, o actuamos con cinismo. Esto último
sería un acto de fracaso. Todo espacio de conversación al final debe llevarnos
a cualquier camino menos al de decir “hago esto, pero bueno, es lo que es”. Si cuestionamos
ciertas normativas de la crítica de cine, es porque hay un deseo de modificar
esa realidad, así que el camino es ponerse manos a la obra para cambiarlo,
empezando desde nosotros.
¿Son palabras o grafitis lo que escribes?
Uno
de los problemas que reconocía para cuando me inicié en la crítica de cine es
entender hasta qué punto el lenguaje que utilizábamos merecía un esmero
literario, a propósito que leía ciertas críticas que no entendía del todo, que
repasaba una y otra vez para poder dar con el mensaje –durante el seminario, un
colega mexicano prácticamente citó misma experiencia– . En paralelo, estaban
los seguidores de ese crítico o crítica que mencionaban “qué lindo escribes”,
cuando yo solo veía un derroche de verborrea. Era un esfuerzo por apropiarse
del lenguaje, mas no de la fuente en cuestión; porque, en efecto, muchos de
esos escritos eran cero interpretación. Esos casos, desde mi posición de lector,
me eran frustrantes; a pesar de que por aquel entonces era un alumno de
Literatura –o sea, convivía con ese tipo de discurso–. No dejaba de reconocer
una pared en el escrito, una incógnita que me dejaba débil. ¿Habrán resuelto
esos acertijos esos lectores que le dedicaban felicitaciones a los textos de
tal crítico o crítica? Lo más seguro es
que muchos no entendían lo que decía, pero les gustaba cómo escribían; “qué
lindo escribes”. Era como cuando descubrí
Eraserhead (1977), de David
Lynch, y me decía: “qué profundo, no entiendo nada, pero qué profundo”. Estaba
en nivel Homero Simpson. Ahora, muchos hemos aprendido a decodificar a Lynch,
pero ¿alguien se ha preocupado por decodificar esos textos críticos? No, y
nadie lo hará, porque nadie hace críticas sobre el estilo literario de las
críticas. Y si sucede, creo yo, no es jurisdicción de la crítica, quien más
bien tiene un compromiso académico con la interpretación fílmica. La crítica es
interpretación, y después si quieres te pones a jugar con las palabras, pero
siempre con consciencia, con medida, siempre pensando quién está al otro lado
del texto.
El egoísmo académico y un clasismo inconsciente
Por
tanto, lo académico no tiene por qué ser complejo. De acuerdo, muchos usan un
lenguaje “elaborado” porque leen mucho a J. Hoberman o a Adrián Martín: somos
lo que leemos o escribimos lo que leemos (a veces con conciencia y en otras
no). Es un terreno y hay que respetarlo. Sin embargo, se convierte en un
problema cuando el contenido no tiene sentido o no sabe explicarse, cuando hay
inconsistencias, agujeros negros. Una seña es la saturación de adjetivos
calificativos, que en muchos casos no es más que un reflejo de que no sabemos
explicarnos; ese es un balbuceo escrito. Está “floreando” (peruanismo para decir
que está palabreando). Pero no menos negligente es el que sabe y domina los
conceptos y no lo explica, sea por desidia o egoísmo académico. Claro, hay
territorios de la crítica de cine en donde se espera el consumo de un lector
arduo. Ya, pero, ¿es así como queremos perpetuar a la crítica? ¿Qué sea una voz
limitada para cierto sector? Genial, seamos democráticos, visibilicemos lo
invisible, la crítica ahora piensa desde el feminismo, los estudios culturales,
etc. Es preciso practicarlo. Lo pendiente es también concientizar que a veces
la crítica es clasista, pues piensa únicamente para el lector universitario de
Humanidades. ¿Qué hay del resto? Entonces, ¿cómo así podemos cuestionar a una
sociedad que carece de curiosidad frente a la crítica de cine? ¿Es que acaso es
así porque la crítica de cine a veces construye una barrera académica? Por tanto,
si mencionas algo, hay que explicarlo al menos brevemente. Por ejemplo, si
mencionas colonialismo, escribe “qué es el colonialismo”. Sí, toma tiempo,
pero, vamos, si uno sabe lo que es colonialismo, no tiene por qué tener miedo a
definirlo en pocas palabras o usando ejemplos.
Escribir desde un canon o la camisa de fuerza
Todo
académico tiene una postura y, en consecuencia, tiene sus padres. La crítica de
cine tiene varios, y según la línea que uno sigue. Bazín, Ebert, Moullet,
Quintín, Farocki. En fin, aquí también hay democracia. Ahora, sin ánimo de
hacer una igualdad entre creación literaria y crítica de cine, pienso en las
clases de Literatura, las que hacían apuntes sobre los primeros pasos de un escritor.
Al inicio escribes cómo el autor que admiras. Esto también implica incluso
apropiarse de sus temas. Ya después de un tiempo de ejercicio, el escritor
encuentra su propio camino. Creo que la crítica de cine también precisa de una
emancipación de nuestros padres/madres o mentores. El seguir remitiéndonos a
esos pasajes o modos de escribir del mentor –por muy bonitos, consecuentes o
inspiradores que suenen– no hacen más que someternos, esclavizar nuestros
textos, pensar “según” lo que escribiría tal, o según cómo escribiría tal. Me
aventuro a pensar; si existieran menos críticos o críticas que antes de
escribir se sacudieran de su fantasma o mentor, tal vez se hablaría menos de
ese trauma llamado “la hoja en blanco”.
La crítica y sus espectadores
Me
imagino el ejercicio crítico como el ejercicio de un aula llena. Tras la
disertación, a veces pueden surgirse preguntas, discrepancias, debates, como
también un silencio absoluto de parte del público, pero no como signo de
aceptación o desinterés, sino porque a veces es difícil para el público
compartir sus ideas. El hecho es que siempre habrá evidencia de una dialéctica,
ya sea exteriorizada o interiorizada. Ahora, toda crítica merece un espectador,
como todo espectador espera de la crítica un ejercicio crítico. Entonces, es
por eso que me resulta a veces un tanto poco creíble saber que existe una
crítica que en algún momento no se ha tentado a pensar a quién va dirigido sus
textos. Digo, es como las películas. Para qué hacer películas que no serán
difundidas. Lo mismo pasa con la crítica. Ya sea un producto creativo o
crítico, son conocimientos, perspectivas que están destinadas a llegar a un
receptor que, a fin de cuentas, evaluará según sus propios conceptos el
mensaje. Lo ideal es que todo termine en una respuesta del receptor, pero, como
ya mencioné, no siempre esta respuesta se exterioriza. Quiero suponer que eso
no detendrá al crítico o realizador a seguir impartiendo su pasión.
La crítica versus los autoproclamados
Estamos
en una época en que las películas de Woody Allen tienen mucho sentido. Es como
si los pseudocríticos se multiplicaran como los gremlins, y estamos en
temporada de lluvia. Y bueno, ya que se supone que estoy pensando en voz alta,
creo que resultará algo terapéutico mencionar que los/las odio. Es que son tan
buenos marketeándose. Es como si ellos tuvieran una etiqueta bien diseñada, mientras
que la crítica (que quede claro que solo existe una crítica; nada de medias
tintas) va desnuda. Pero este odio no se trata de “¿por qué yo no tengo más
likes o más seguidores?”. Esto es importante. Cuando la crítica se publica, se
aplaude. Si algunos críticos son más leídos que otros, no importa. Lo
importante es que la crítica ha ganado. Un aporte más para la interpretación
del cine. Pero muchos de esos a quienes el espectador reconoce –esto es lo
fatal – como críticos o críticas no son más que los mismos espectadores o
cinéfilos, en casos, de buena escritura, de habilidad para generar tráfico, con
muchos amigos o seguidores y tiempo para crear notas, videos y podcast con un
contenido que es remedo de lo que uno bien pudiera encontrar a la vista de las
redes sociales o páginas webs, que se dan la licencia para decir qué película
es buena o mala, y se llenan su boca de adjetivos para sustentar sus ideas,
cuando no tienen la más mínima idea que eso no es competencia de la crítica.
Las estrellitas y los spoilers
No
nos dejemos engañar. El hecho que las editoriales de los medios de comunicación
inventaron las estrellitas que encabezan a las críticas de cine, no significa
que el crítico sea un predestinado a decir qué película merece la orca o la
inmortalidad. Eso es solo un juego. Algo así como cuando le pides a un crítico
una lista de películas. Es algo opcional; si no está, no pasa nada. Siskel and Ebert era un estupendo
programa de crítica de cine en donde dos críticos estadounidenses iniciaban sus
programas diciendo: “Me gusta” o “No me gusta”, y derivados. Luego de eso, se
la pasaban peleando –no casi siempre– diciendo por qué. Era un debate en vivo
de dos personas con gustos diferentes sustentando sus ideas. Era la televisión.
No había terreno para florear. Sus sustentos eran críticos y ninguno balbuceaba.
Al final, nuevamente, renovaban sus posturas frente a la película en cuestión:
le subían o le bajaban el pulgar. Ese es un consenso entre la crítica y la
recomendación fílmica. Claro que es posible una crítica que opte por la
puntuación. Ahora, ¿en serio creen que el rating de Siskel y Ebert hubiera bajado si anulaban ese accesorio del pulgar
arriba o abajo? No. El público los veía por el debate feroz que a veces
suscitaba; el ejercicio crítico. La crítica no son las estrellitas, así como
tampoco ponerse a contar la historia de la película. Vamos. Existen videos que
te resumen las películas con memes y la pasan bien. Ahora, si te gusta que te
la resuman con un lenguaje poético –apelando a esos redactores que mencionaba
más arriba–, esa es otra cosa. Pero, ¿dónde está la crítica? Escenario distinto
son los artículos, tesis e investigaciones que precisan extractos o hacen
sinopsis de las películas con el fin de reactivar la memoria o contextualizar
al lector que no ha visto una película que será analizada con severidad y
puntualidad en las hojas siguientes. En ese terreno, los spoilers son
necesarios. En otro territorio, si tratamos de una (video)reseña y el contar la
historia de la película domina en tu texto, puedes llamarte como gustes, pero
menos crítico o crítica.
Entonces, ¿qué es un crítico de cine?
Es
el que interpreta una película, sea desde un plano estético o discursivo, y
reconoce y sabe explicar el lenguaje y las expresiones del cine. Si lo escribes
para una revista o en boletos del autobús, no importa. Puedes ser crítico de
cine desde la plataforma del podcast hasta en una edición impresa de colección.
No se confunda interpretación con apreciación. Mi papá aprecia las películas de
Jean Claude Van Damme, pero crítico de cine no es. Crítico o crítica no es “yo
sé más sobre cine o he visto más cine que el resto”. No. La humanidad se ha
pasado toda una vida mirando las pinturas rupestres y no por eso las entiende.
Ahora, como todo acto de interpretación, todo acto crítico es un ejercicio
subjetivo, por tanto, no es una palabra absoluta. La voz del crítico no es ley,
es apenas una aproximación hacia una película. ¿Se entiende entonces por qué no
tiene sentido que el crítico o la crítica mencione en su texto si le gustó o no
la película o si es buena o si es mala? Tomen en cuenta un testimonio y
confesión universal. Varios críticos afirman que las películas que un día
odiaron, días, meses o hasta años después la amaron; y viceversa. Y no estamos
hablando de un gesto de seguir a un líder o la reformación de un canon fílmico,
sino el de un juicio puramente personal. Eso también “debería” de definir a un
crítico o crítica. En un mundo ideal, no está pendiente de los cánones, sino de
su propia sensibilidad.
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