lunes, 5 de noviembre de 2018

4 Semana del Cine ULima: Cléo y Paul

Mientras los más grandes buscan pokemons o terroristas, Cléo (Cléo Demoustier) busca a Paul (Paul Demoustier), y viceversa. El director Stéphane Demoustier parece hacer una remembranza a El pequeño fugitivo (1953), una modesta e inocente historia sobre un niño no mayor de cinco años escapando de su casa. Al igual que dicho filme, el director francés recrea una breve odisea en donde niños más pequeños se extravían y toman caminos separados en medio del gentío que se congrega en un parque de París. La cámara en gran parte asume una perspectiva de los pequeños, planos que miran desde lo bajo, tomas de rodillas, ángulos picados, pocos son los planos generales de la urbanidad, algo que la diferencia del filme de origen estadounidense que en momentos parece ser una publicidad a las atracciones del fastuoso Coney Island. El espíritu y coincidencia entre ambos filmes surge en el juego, la mirada del infante que no percibe el peligro y su alrededor se convierte en su área de juego. Es la mirada idílica a cualquier urbanidad de hoy.
Dicho rasgo es esencial en una película como Cléo & Paul (2018), el cual descubre un contexto de contrastes. Vemos indicios de una Francia en estado de emergencia –o paranoia justificada–, soldados armados mezclándose entre los ciudadanos de a pie, guardias que insisten en no atender “casos menores”, pues la prioridad está en la vigilancia antiterrorista. Tal vez exista una crítica consciente sobre una negligencia ante la seguridad primaria o una adultez que parece no haber madurado del todo, ya sea por perseguir en tropel a seres inventados desde sus dispositivos celulares o porque incluso no han sabido sobrellevar una relación que terminó años atrás. No deja de ser conmovedora y humana esa pequeña historia de una pareja reencontrándose. Definitivamente, una que tenía material para alargue. “¿Qué habría pasado si…?”; podríamos preguntarnos a propósito de una mujer que pareciese haber comenzado a madurar desde que Cléo llegó a su vida. Lo cierto es que los niños vuelven al juego y los adultos a su realidad.

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