sábado, 8 de diciembre de 2018

VI Transcinema: Nuestro tiempo

El director parece reencarnar en su nueva película al personaje de su PostTenebras Lux (2012), un padre de familia que pasa su tiempo junto a su familia en un rancho, lugar que se supone es de descanso, pero en donde reconoce también un conflicto interno que comienza a mellar la tranquilidad aparente que reina en su alrededor. Con Nuestro tiempo (2018) el cine de Carlos Reygadas parece dar pauta de un ejercicio de confesión, o es lo que invita a suponer al no solo ver al director siendo protagonista, sino también a su familia y el propio entorno que le apasiona, lo que incluye sus filias, desde la música instrumental hasta la sexualidad, esta como experiencia y conducto con un concepto existencial. Juan, un prolífico y reconocido poeta, pasa enteramente su vida en un rancho, espacio que su esposa ha comenzado a rechazar a consecuencia de un affaire.
La naturaleza rural y el sexo en el cine del mexicano siempre han tenido una semejanza. Estos dos tópicos revelan un comportamiento ambiguo en sus personajes. Ellos aman y gozan a través de este, pero en algún momento de la trama se despierta la duda y la confusión. Nuestro tiempo abre como Post Tenebras Lux. Planos generales dan pauta de una correspondencia entre el humano y la naturaleza. La inmensidad y la belleza del contexto alimentan la fantasía del lugar apacible. El júbilo de la infancia se interpreta como la humanidad estando a buen refugio dentro de este universo. Lo cierto es que esta estética natural no es perfecta. La presencia del barro germina lo defectuoso. En Post Tenebras Lux esto se evidencia a los minutos con una tormenta, en Nuestro tiempo se manifiesta con menos antelación mediante una manada de toros bravos. A metros en donde están los niños, las bestias tienen su propio espacio. Lo curioso es que ambos grupos no solo comparten el mismo terreno, sino también mismas pulsiones. Tanto los niños como el ganado pugnan de manera instintiva respeto por el territorio sexual. Los niños juegan contra las niñas y los toros luchan por las hembras. Esa será la pauta de la trama. La sexualidad como motor de conflicto y pugna.
Vemos a Juan y su esposa Esther pasando por una crisis matrimonial luego de una confesión sexual. El sexo, que es expresión de deseo y amor, rompe con el orden y la tranquilidad de las cosas. Pero está también el sexo como medio de experiencia. Es Juan hallando en el voyerismo la única forma en que puede conseguir el placer sexual (que también es amor) para con su mujer, quien ha comenzado a negarle su físico. Por muy perverso que pueda ser dicha actitud, el deseo de Juan no es más que pura abnegación. Nuestro tiempo es básicamente similares posturas que Carlos Reygadas promovió en sus anteriores películas, solo que en un situación distinta. Aquí vemos a un protagonista contenido, abrazando a la reconciliación. Lástima que para el final se torne trivialmente melodramática, pero no deja de ser interesante lo resto, que incluye la formalidad con que narra mediante planos aparentemente inconexos, además de una novedosa inserción de fabulación tragicómica.

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