jueves, 23 de julio de 2020

Cine peruano visto por primera vez - Parte 1

Desde que inició la cuarentena, he podido retomar mi método de crear mis propios ciclos de cine. Veo lo que se me antoja, pero respetando una línea. Es así como tengo un horario para ver únicamente cine peruano. A continuación, comparto mis comentarios a las películas peruanas vistas por primera vez y que me generaron interés.

Yo perdí mi corazón en Lima (Alberto Santana, 1933)
Una película que ignoraba ya estaba disponible en red. Justo la vi para cuando la plataforma de Amazon encendió las redes luego de una censura no premeditada a Lo que el viento se llevó (1939). Me imagino al público que apoyó esta iniciativa rasgándose sus vestiduras o extirpándose los ojos al ver esta producción peruana de antaño que tiene una escena infame –aunque de antología–, en donde el prejuicio hacia el hombre andino es motivo de mofa y el ridículo a su identidad es razón de celebración. Al margen de esa realidad histórica, Yo perdí mi corazón en Lima pareciese tener la intención de ser un melodrama, pero es más un panfleto nacionalista. El contexto es el principio del corto enfrentamiento entre Perú y Colombia provocado por el conflicto territorial en Leticia. El gobierno de Luis Sánchez Cerro hace un llamado a las filas militares. En la película, ciudadanos varones de distintas clases inflan sus pechos tras recibir la convocatoria. A pesar, el final del relato parece contradecir el discurso. La coda de una amada cumpliendo su palabra, es un cierre deprimente, ánimo muy contrario a la algarabía de la guerra. El claustro es equivalente a una protesta de postura antibélica.
Loco Lucho (Mary Jimenez, 1998)
Llego tarde al canal en Vimeo de Mary Jimenez. Al primer mes de cuarentena, la directora tuvo la gentileza de liberar su filmografía. Me perdí Du verbe aimer (1985). Siento que hubiera sido “correcto” verla antes de Loco Lucho. En la primera, la directora hace homenaje y memoria a su madre; mientras que en la segunda, hace homenaje a su padre aún vivo. Este documental, enteramente intimista, dicta tener como premisa el ofrendar al personaje en cuestión. Esto es textual. Sin embargo, la directora tiene algo en mente. Su intención es buscar respuestas y justificaciones del comportamiento que su padre tuvo después de la desaparición física de su madre. Es decir; el cine como medio de depuración y la cámara convirtiéndose en cómplice de esa redada que la hija, sutilmente, le prepara a su progenitor. Vemos así, en principio, un registro de lo más básico, por ejemplo, la presentación formal de José Luis; todavía no es “loco Lucho”. De igual forma, se registra lo poco trascendental. Ya luego, Jimenez va preparando el terreno mediante la exploración de escenarios o situaciones que son una indirecta para el espectador. Son por ejemplo, la escena en la piscina o una fiesta en casa. Vemos al padre rodeado de mujeres. Aquí hay algo. Ya con la escena a orillas del mar, lo mejor del documental, la directora deja de lado las evasivas y, con serenidad, emprende su interrogatorio.
Antuca (María Barea, 1992)
Un testimonio femenino desde las trincheras del oficio doméstico. Antuca (Graciela Huaywa) es una empleada del hogar. A medida que observamos su presente, la mujer rememora su pasado. Es a partir de esa narrativa que se ejerce un diálogo entre estos dos tiempos. Es como si la protagonista confrontara el antes y el después de que tomara conciencia de los conflictos que implicaban su tarea al servicio de familias, en su mayor parte, de clase media. El acoso sexual y la explotación laboral son los principales flagelos que degradan a este trabajo a un clima de presidio. El ser empleada del hogar sería equivalente a exponerse a un estado de la apropiación física, sea para fines libidinosos o esclavistas. En respuesta a esto, vemos la resistencia, la negación a ceder a la humillación de Antuca, quien además es promotora y difusora de esa conciencia de género y de oficio. Y hay más. Antuca es también una reflexión sobre cómo el imaginario, en cierto grado, se apropia de los comportamientos de los sujetos al punto de desterrar ciertas costumbres o tradiciones originales. Cerca al final de la película, la protagonista, mujer de provincia, se percata que su nueva identidad ya no corresponde a su terruño, motivo suficiente para afianzar su compromiso sindical.

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