La película de la directora Ana Laura Calderón nos descubre un escenario abriéndose a los cambios provocados por el desgaste de ciertas tradiciones o conceptos asociados a una conciencia cultural. Corazón de mezquite (2019) cuenta la historia de una niña y su deseo de ser arpista como su abuelo y su padre. Lo que sería interpretado como un gesto de desarrollo personal en cualquier sociedad, en las inmediaciones de la comunidad de Yoreme esa intención es equivalente a un acto inconcebible. Según la tradición de este pueblo ubicado en la zona sur de Sonora, México, está prohibido que una mujer sea una arpista. Ese es el conflicto en primer plano del filme. Lo cierto es que a esta norma se suman otras más que van definiendo a una población acostumbrada a convivir con una serie de fronteras que en cierta forma alientan a una limitación del conocimiento o impiden la trascendencia de su propia cultura. El caso de las “brujas” de la comunidad es un buen ejemplo de cómo es que la discriminación hacia un oficio o prejuicio popular, sin meditarlo, colabora con el silenciamiento de la versión oficial o no conocida de un mito, glosa que ciertamente tumbaría una variedad de fronteras culturales.
lunes, 14 de marzo de 2022
3 Festival Lenguas Originarias: Corazón de mezquite
Al igual que muchas películas en
México, aquí vemos a una sociedad encurtida por una serie de comportamientos
que son equivalentes a un autoboicot generado por sus mismos ciudadanos. Los
que se presumen víctimas, son más bien sus propios agresores. La comunidad de
Yoreme, así como tantos escenarios del país en cuestión, está contaminada de
prejuicios sociales y culturales, una reacción que se anticipa al miedo o la
posibilidad de una catástrofe que, si bien en un pasado tuvo un “sentido” desde
la lógica de las leyendas, en la actualidad se perciben como una lógica
raquítica. Ahora, Corazón de mezquite habla sobre la cura de las
tradiciones malignas, pero también no deja de revalorar las que sí son dignas
de difundirse. Esta es una historia sobre la herencia musical y el ritual del
vínculo filial. Qué tan importante es para toda cultura minoritaria difundir su
imaginario desde un escenario familiar. No solo es el deseo de no dejar morir
el conocimiento, sino también el concientizar el valor de este y de su
alrededor. En una secuencia, un niño habla sobre la contaminación de un río. En
otra, un hijo reclama a su padre el no haber aprendido la lengua de su
comunidad. No solo es una generación que está abrazando a las corrientes
provocadas por los discursos de la inclusión, sino también una nueva cría de
ciudadanos reconociendo la realidad de su población y con ello las carencias a
las que está expuesta.
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