En un futuro distópico, un hombre y su hijo demandan tiempo e ingenio para crear una máquina capaz de fabricar lluvia. La razón de este emprendimiento va más allá de un acto de querer revertir los colapsos de la naturaleza. El concretar el invento resulta ser algo simbólico y hasta personal para el padre. Algo de reconfortante o reparador hay en el acto de ver caer agua sobre una Lima que casi siempre la vemos funcionando en la oscuridad. Tiempos futuros (2022), de Víctor Manuel Checa, como varias de las películas sci-fi, asisten a dicho género para crear una metáfora o alegoría de una realidad fracturada. En esta historia, Teo (Lorenzo Molina) sortea sus noches entre ayudar a su padre en un invento que no comprende o trabajar para un grupo de adolescentes que siembran dispositivos en las casas. Aquí el conflicto no es el muchacho siendo parte de una operación delictiva, sino el distanciamiento imperceptible hacia su padre.
domingo, 7 de agosto de 2022
26 Festival de Lima: Tiempos futuros (Competencia Ficción)
Ahora, lo curioso es que esta
separación no apela a lo dramático. En un escenario no distópico, estaríamos
ante el enfriamiento de una relación padre e hijo producto de la etapa rebelde
que implica la adolescencia. Estamos ante la desincronización de dos
generaciones que representan dos sensibilidades distintas. Al padre lo vemos en
un cuarto oscuro entre herramientas y minerales, mientras que al hijo lo vemos
entre luces de neón y sus merodeos a espacios ajenos. Son dos mundos,
escenarios o idiomas distintos. Visualmente, Tiempos futuros tiene
momentos atractivos. Por otro lado, su trama es presa de la sensibilidad
intimista. De alguna forma, eso restringe la empatía con lo que acontece, algo
que recién se despierta al final de la película, para cuando nos enteramos de
la razón de la alegoría.
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