Alberto Gracia en O quinto evanxeo de Gaspar Hauser (2013)
realiza un filme completamente inusual, misterioso, todo un enigma visual y
argumental compuesto por siete fragmentos. En interior, en lo que parece ser un
establo, se alberga a un grupo de personajes curiosos y de apariencia paródica,
pronunciando diálogos escindidos, limitando acciones y las mismas que repiten
como remarcando cada uno su propio paradigma. En exteriores, es la sucesión de
imágenes que acosan a murciélagos aleteando, caballos a pleno trote, carniceros
despedazando reses. Todo esto adoptando una estética desgastada por la calidad de
un formato terroso y maltratado, todo en blanco y negro, asaltando a veces lo
que sería el impulso transgresor de narrar de manera lúdica y repentinamente,
por ejemplo, un lenguaje de cine silente. O
quinto evanxeo de Gaspar Hauser es un filme completamente personal, porque
de seguro solo su autor la sabrá aguantar o entender.
domingo, 16 de junio de 2013
sábado, 15 de junio de 2013
III Festival de Lima Independiente: The act of killing (Competencia Internacional)
Un grupo de
paramilitares de Indonesia, algunos retirados y otros aún activos, han
observado que la memoria es imprescindible para crear los cimientos del
imaginario social, aquella conciencia que en un pasado fue atormentada y, en
ocasiones, asociada al principal antagónico de la entonces Dictadura
Militar; el comunismo. The act of killing
(2013) es un documental de terror, uno que captura testimonios francos, muy
veraces, aquello que lo convierte en un filme crudo y perturbador. Anwar Congo,
además de otros sicarios que estuvieron encargados de aplicar cacería a los
movimientos políticos ajenos al gobierno sublevado a partir de 1965, son los
personajes de esta historia, una que se encuentra entre el límite de lo real y
lo ficcional. Así como ocurre en la fílmica de Nicolás Pereda o Apichatpong Weerasethakul,
el director Joshua Oppenheimer aprovecha en documentar hechos reales a través de la
oralidad, pero que a su vez están pasando por un proceso de adaptación.
The act of killing va aglutinando de manera objetiva los hechos sangrientos desatados
por sujetos que hoy en día se sienten orgullosos de sus acciones. Es la mirada
al pasado sin la intención de crear reconciliación, sino todo lo contrario. Existe
una necesidad por perdurar aquello que fue parte de la Historia, y en medio de
esto, se van filtrando ideas de mentes retorcidas, unas más oscuras que otras. Individuos
que justifican una matanza en base a razonamientos cínicos e incluso perversos.
Mientras que para algunos de ellos el homicidio fue resultado de una medida
drástica para frenar una posible insurgencia, para otros estos significó simple
acción dominante. Son los que no dejan de identificar al comunista como enemigo
y los que reconocen a estos como víctimas de un gobierno opresor. Lo cierto es
que en ninguno de los casos, hay indicio de arrepentimiento.
Todo esto es el lado documental. Son los principales
actores comentando sus puntos de vistas, lo que pensaron entonces y lo que
piensan hoy. Es también el recorrido hacia zonas golpeadas por la Dictadura,
los rezagos de la guerra, espacios donde lo caótico es cada vez más crítico. Son
los oficios criminales “oficializados”, tales como los gánsteres, los que a su
vez se han apoderado de las calles asumiendo –también cínicamente– un discurso que
apela a la libertad del hombre. Es además el mundo paralelo, la vida
globalizada, un espacio de la sociedad que no ha sido trastocado por la
radicalidad, y la que responde a su lado adverso con ignorancia o militancia.
Pero está también el lado ficcional. Es el proyecto fílmico de los
paramilitares, uno donde se recopilará las mecánicas o simples historias de
asesinatos que más tarde serán dramatizados por sus mismos verdugos. Es entonces
cuando la película resulta ser más compleja de lo que parece.
Las puestas en escena, la búsqueda de locaciones, el
maquillaje gore, la performance
improvisada y demás acciones que implican el proceso de filmación, resultan ser
un acercamiento “más” verídico y, por lo tanto, más dramático que lo
manifestado en los espacios documentados. Sin premeditarlo, los responsables de
numerosos asesinatos vivirán en carne propia, por un lapso de tiempo, lo que sufrieron
sus rehenes. Entonces somos testigos de cómo ciertos tormentos y fantasmas van
despertando en el inconsciente de algunos de estos personajes. Es el tránsito
provisorio –lo que dura el rodaje de una escena– de victimario a víctima. Si en
el discurso documental captábamos de forma testimonial los hechos trágicos de
personas humilladas, mutiladas, brutalmente asesinadas, en un plano ficcional
nos acercamos al sufrimiento, el quiebre anímico temporal de individuos infames
que rozan con la locura y lo absurdo, parodiándose ellos mismos.
jueves, 13 de junio de 2013
III Festival de Lima Independiente: Fango (Retrospectiva)
Hoy se inaugura el III Festival Internacional de Lima Independiente, del 14 al 23 de junio. Comenzamos a postear sobre los filmes que iremos viendo durante su programación.
“El Brujo” y “El Indio” son dos apasionados
músicos, y ambos han hecho sociedad con el fin de sacar adelante el proyecto
“Fango”, posiblemente la única banda que fusiona el heavy metal con el tango. Fango (2012), filme de José Campusano,
trata sobre esto, narrar una y otras más dicotomías en las vidas de un puñado
de personajes que habitan en un suburbio argentino. Estas interactúan, se
convergen y finalmente generan un conflicto en cadena. Campusano por un lado
gesta la mirada optimista de los músicos, historia que a su vez recoge una más
íntima y universal. El tema de la vejez ha atropellado en la vida de “El Brujo”,
personaje que de pronto ha sido abordado como por casualidad a ciertos dilemas,
aquello que lo limita al amor, a las metas a largo plazo, que lo empuja a
reflexionar sobre la fugacidad de la vida. Gran parte de los personajes de este
contexto están asediados por el estancamiento. “El Brujo” sin embargo ha
comenzado a tenerle miedo a esto.
En paralelo, una historia
bizarra se va gestando. Un romance extramarital está perturbando a una joven
esposa, y Nadia, una ex presidiaria, ha decidido tomar cartas en el asunto. Fango se deriva así a la mirada realista
y violenta de un sector corroído por la anarquía. Frente a esto, hay respuestas
de desamparo e indiferencia. Si bien este filme cuestiona el tema de la
violencia, la justifica a través de la orfandad o el desinterés social, algo
que a fin de cuentas, y como sucede en la trama, abrirá camino a que la
violencia encuentra a otros huéspedes. Entonces algunos idealistas se
corrompen. José Campusano es promotor de dicotomías: el metalero que observa al
folclore como un aliado, el mismo metalero ajeno a lo violento, una mujer
sanguinaria pero a la vez maternal, una madre de una maternidad desarraigada,
un padre arrepentido, una amiga traidora. Fango
maneja personajes inciertos y que a su vez derivan a una historia impredecible.
domingo, 9 de junio de 2013
Terapia de riesgo (o Side Effects)
Artículo publicado originalmente en Cinespacio.
En sus últimos filmes, Steven Soderbergh parece haber sido víctima de los “efectos secundarios” que le ha ido provocando la industria del cine, esa que manifiesta –como él mismo afirma en recientes declaraciones– una ingratitud en referencia a los proyectos no alineados a los blockbusters, senda que emprendió en su taquillera trilogía Ocean, pero de la que no obtuvo una respuesta agradecida para la financiación de siguientes filmes, más personales, menos interesados a las motivaciones de Hollywood. Terapia de riesgo o Side effects (2013), el que sería su penúltima película pensada para la pantalla grande, no tiene ambiciones en convertirse en una gran antesala al cierre de su fílmica cinematográfica.
En sus últimos filmes, Steven Soderbergh parece haber sido víctima de los “efectos secundarios” que le ha ido provocando la industria del cine, esa que manifiesta –como él mismo afirma en recientes declaraciones– una ingratitud en referencia a los proyectos no alineados a los blockbusters, senda que emprendió en su taquillera trilogía Ocean, pero de la que no obtuvo una respuesta agradecida para la financiación de siguientes filmes, más personales, menos interesados a las motivaciones de Hollywood. Terapia de riesgo o Side effects (2013), el que sería su penúltima película pensada para la pantalla grande, no tiene ambiciones en convertirse en una gran antesala al cierre de su fílmica cinematográfica.
Side effects inicia con buen pie. Es la historia de una mujer y un
psiquiatra, el tratamiento continuo a base de fármacos, las primeras señas de
un cuerpo a punto de colapsar y un crimen “no premeditado”, siendo víctima el
marido de la paciente. Hay más. Lo que
sigue será la eterna encrucijada del médico envuelto en un acto de negligencia,
aquella que abre la brecha sobre la ética y pone a su vez en riesgo una carrera
a punto de irse a pique. Es entonces hasta ahora los trances mentales y
flexiones físicas de una mujer que parece no ser dueña de sí misma, y luego la
introducción a un tema polémico, de coyuntura y que además invierte la suerte
de sus protagonistas. Son los usos de lo trágico, el tránsito de lo benefactor
a lo condenatorio. Soderbergh prefiere sin embargo irse por la tangente. Side effects termina por ser un thriller
predecible en cualquier otro director, más no en uno que está dando señas de
despedida.
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Ética Médica,
Side Effects,
Steven Soderbergh
viernes, 7 de junio de 2013
II FIACID: Entonces Ruth (Competencia Nacional)
En Cada viernes sangre (2011), Fernando
Montenegro se despliega por un cine con un estilo muy intrincado. Es la
alteración del tiempo, el encuadre inquieto, el juego de planos, variaciones en
la profundidad de campo, modulaciones cromáticas, y, en paralelo, una historia que
fusiona géneros, uno clásico como es el cine noir, y otro casi experimental. Todo esto nunca llega a
armonizarse. El carácter visualmente impulsivo de Montenegro, además de una
trama que intenta cortejar a partir de su atemporalidad, sumado a los
protagónicos que tropiezan en performance como en dicción, desbaratan un filme
que tan solo se enrumba a lo transgresor. Entonces
Ruth (2013), estilísticamente, tiene mucho de Cada viernes sangre. Nuevamente hay un énfasis por componer un lenguaje
visualmente mutable. Lo que sí va cambiar en su más reciente filme es su
estructura narrativa, una que sostiene una trama que a medida que va liberando
su conflicto central va tomando interés.
Entonces Ruth en inicio se presenta como una alegoría al cine de ficción.
Es pues la remembranza a filmes como Blade
Runner (1982), La invasión de los
usurpadores de cuerpos (1956) y la tan citada 2001: Odisea del espacio (1968), aquella de la que toma por
prestado distintos recursos, siendo la menos memorable la primera escena, una
donde la arquitectura limpia y sobreexpuesta que recuerda a alguna locación del
filme de Stanley Kubrick, se ve amputada por un formato cercano al del Cinemascope,
en versión más amplia. Montenegro contempla el diseño artístico de Kubrick, más
ajusta a sus personajes dentro del encuadre, haciendo caso omiso a las normas
de la perspectiva. Tal vez este un gesto también transgresor, sobre construir y
deconstruir el estilo de un director. Lo que sí adolece el filme es su
composición de sonido, uno que busca la necesidad de capturar el audio en
espacios que provocan eco o vacío, simulando lugares de encierro o áreas
secretas, pero que terminan afectando la traducción auditiva.
Al margen de esto, Entonces Ruth se sirve de mejores
actuaciones, algo que de hecho ofrece equilibrio en su trama, una que, como ya
mencionábamos, interesa a partir de la segunda mitad, momento en que el
conflicto se desenmascara y entonces el filme desciende a un plano íntimo. El
cine noir es el de los personajes
perturbados, aquellos que cargan pasados tormentosos, y esto se focaliza en la
protagonista principal, tanto en un lenguaje discursivo como onírico. Es
entonces cuando funciona la rebeldía visual de Montenegro. Más allá de asistir
a una interpretación surrealista, son los momentos de los sueños de Ruth en que
el relato y la personalidad de este personaje va construyéndose. En paralelo,
se va narrando otra historia, la de una creyente y un agnóstico. Son apenas pinceladas
de esta trama la que se manifiestan, esto con la intención de cocinar el cierre
de la película. Entonces Ruth, un
filme sobre extraterrestres carnívoros, desglosa temas como la fe, el
cuestionamiento existencial, hay historias de amor, de suspenso hasta de
terror, todo ello divorciado de giros y cierres convencionales. Existe un gesto
impredecible en este filme lo que la hace apreciable. Una escena: la narración
de unos soldados caídos y el juego de flashbacks infiltrándose en la realidad
presente a medida que se dramatiza cada una de las muertes.
jueves, 6 de junio de 2013
II FIACID: La casa Emak Bakia (Competencia Internacional)
Hasta lo que hemos visto, La casa Emak Bakia se convierte en el filme más atractivo del FIACID.
Todo empieza con una
obsesión. Un personaje está fascinado por el arte creativo de Man Ray, pero
especialmente es su fascinación hacia Emak-Bakia
(1926), un cortometraje donde el artista vuelca sus goces dadaístas y
surrealistas a la imagen cinematográfica, aquella que apela a la exploración
frenética y cede a nuevas perspectivas, que le permite jugar con tiempo y con
el espacio, mirar a lo cotidianamente “invisible” con otros ojos, distorsionar
la realidad, transgredir, ser puramente creativo y experimental. Es así que se
inicia un viaje. Así como Alberto Fuguet va en busca de las locaciones de Rusty
James, Oskar Alegría va en busca de una locación distinta, la casa donde Man
Ray encontró “inspiración”, una que por cierto nadie conoce o ha escuchado. No existe mapa o registro que la detalle. Tal
vez fue derrumbada, tal vez sea hoy base de algún edificio o haya sido incluso carcomida
por el tiempo. Quien sabe nunca existió.
La casa Emak Bakia (2012) es el recorrido uniforme y no premeditado de un
viajero que reza por “el azar” y “el viento”. Seguir a ellos será el encuentro
con el espíritu Man Ray, dejarse arrastrar por la curiosidad, el buen arte de
explorar lo exquisitamente cotidiano, esa esencia que un día se gestó bajo el
techo de una casa que de seguro hasta el día de hoy esconde artilugios o
rezagos de un artista apasionado. Oskar Alegría nos invita a lo incierto, y es
este mismo lo que estructura su narrativa, una que posee un lenguaje lúdico e
inquieto. Nuestro personaje mientras va en busca de la posada “Emak Bakia”,
vocablo vasco que se traduce al español como “Déjame en paz” (enfático), busca
en paralelo la necesidad de irse por la tangente. Es el hallazgo de objetos,
fotos, postales, lápidas, nombres muertos, nombres vivos, el descubrimiento de
una historia, la reconstrucción de los hechos, el acoso a testigos, la
satisfacción de haber indagado y el retorno a lo que vino.
Lo que se inicia como
una obsesión, se convierte en una aventura. A cada que se busca algo, se
encuentra otra cosa. Más allá de un cumplir una meta, Alegría persigue la
necesidad de saber qué se hallará en su camino. Su filme descubre así a un
aficionado de Man Ray con inclinaciones detectivescas, aquel que a medida que
se abre camino encuentra cosas, despertándole su curiosidad, planteándole nuevas
obsesionas a corto plazo, y es a raíz de esto que se desentierran historias, se
despiertan recuerdos y se entrevista con lo cotidiano. La casa Emak Bakia habla sobre la memoria. Por un lado son los
testimonios de a pie, el encuentro con personajes que narran sus vidas o las de
otros. Es el ingreso a las viejas glorias, la remembranza a un director
italiano, el encuentro con una princesa de un país remoto, la prima de un gran
novelista, la ubicación del único individuo que recuerda a los pescadores del
litoral. Y es, por otro lado, también el testimonio fílmico, el corto de Man
Ray y el enigma de una casa, real o ficticia.
Oskar Alegría sabe
contener la expectativa. Nunca hay ansias de llegar a la meta. El director se
convierte en un buen anfitrión de viaje al saber llamar la atención durante
todo el camino. Hay además una adicción por darle sentido a la cosas y a los
hechos. El azar es profundamente elemental dentro de este filme que se dispara
rumbo a direcciones distintas, pero que encuentra familiaridad, relación o
simple coincidencia entre cada situación que se asoma. La casa Emak Bakia es documental, experimental y hasta posee
ciertas dosis de ficción, y es a esto último que el mismo director se toma el
tiempo y la licencia de señalar una “Fe de Erratas”, ello a propósito que toda
historia nunca se concluye, sino se posterga.
sábado, 1 de junio de 2013
II FIACID: Ulises Morales (Competencia Internacional)
Ulises (Víctor Montero)
solo quiere que Chile se enderece, que sus conciudadanos sean personas de bien,
que no falten a la moral y que aboguen el deber cívico. Ulises Morales (2012), de Víctor Cubillos, es un filme que tiene
sus idas y venidas. Su inicio se presenta como un sketch de cámara escondida, sobre
cómo Ulises, cámara en mano, acosa a todos los faltantes de la ley y la moral.
Son las correrías a la caza del tipo que no paga el boleto del bus, el que
orina en la calle, el comprador de películas piratas o el consumidor de filmes
porno. Todo esto parece tener un límite de caducidad, sin embargo en el camino
Ulises es cada vez más curioso. Lo mejor de Ulises
Morales es este mismo personaje, un protagonista que no es complejo, más sí
carismático. A medida que “lucha por la justicia”, Ulises reparte sermones,
aplica lecciones, pone multas, saca pecho, va de enamoradizo y tiene además un
lazarillo que lleva siempre al costado.
Cubillas genera a un
personaje idealista y que en el Chile de hoy se trasluce como un personaje
ridículo, casi absurdo, aunque siempre simpático. En efecto, Ulises es una
alegoría ridícula del Quijote de la Mancha, solo que a diferencia del orate
español, este loco tiene sus momentos de lucidez. En medio de tanta “limpia de
moral”, Ulises observa sus pecados. Hasta el más moral tiene sus momentos de
flaqueza. El protagonista tal vez no se convierta en un cínico, más sí es un
reprimido, y esto caricaturiza más al personaje, volviéndolo más simpático
hasta el punto de convertirlo en el centro de atención dentro de un espacio en
el que parecía solo reconocerlo como un loco idealista anónimo. Ulises Morales en el camino va
fabricando dinámicas narrativas ágiles, no se perciben vacíos ni momentos para
el descarte. La película hasta su cierre no deja de atraer la atención. Dentro
de su simplicidad, el filme se disfruta.
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