jueves, 2 de agosto de 2018

22 Festival de Lima: Ayotzinapa, el paso de la tortuga y El testigo: Caín y Abel (Competencia Documental)

Dos documentales que no deberían de desestimarse por el solo hecho de seguir una corriente tradicional, sin ornamentos narrativos o estéticos, lo que no lo hace menos fílmico. Enrique García y Kate Horne coinciden en el deseo de promover la reconstrucción de un acontecimiento; uno más reciente, el otro correspondiente a un largo período. En Ayotzinapa, el paso de la tortuga (2018) se hace un repaso a los sucesos previos y posteriores a la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal en Ayotzinapa. En El testigo: Caín y Abel (2017) el fotógrafo Jesús Abad hace una búsqueda o reencuentro con algunos de los protagonistas de sus fotos que tuvieron lugar durante el conflicto entre las FARC y la nación colombiana. Ambos directores nos trasladan a duelos nacionales aún frescos, casos impunes que generaron notoriedad internacional.
Ayotzinapa se extiende en los momentos siguientes al rapto colectivo. Familiares y organizaciones exigen con énfasis una aclaración por parte del Estado. El descargo de los funcionarios del gobierno es inconsistente y hasta infame. El acto criminal se define como un plan policial premeditado que además ha dejado evidencias desvergonzadas. Queda claro que el crimen y la negligencia se han instaurado en las fuerzas del orden, y el Estado no duda en encubrir a los responsables. Por su lado, El testigo repasa historias. El fotógrafo se vuelve cronista, y sus fotografías testimonios en pos de la reconciliación. A medida que vamos avanzando, y por muy optimistas que sean algunos casos, ciertas historias irán cuestionando o poniendo en duda la curación nacional. El perdón luce relativo. No es suficiente el acto de contrición del agresor. Si bien las fotos intentan apaciguar, desde otra perspectiva ha inmortalizado el dolor.

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