En efecto, narrativamente, la nueva película de Laura Citarella tiene de Mariano Llinás, especialmente en su primera parte en donde una búsqueda aflora derivas, otras historias, breves conflictos, muchas pistas y varias insinuaciones. Pero vamos al propio universo que se ha ido creando la directora, tomando en cuenta sus largometrajes previos, convirtiendo a Trenque Lauquen (2022) en una película que va dejando en claro las constantes de esta autora argentina. En Ostende (2011), tenemos la historia de una mujer vacacionando, en principio sola, fuera de la ciudad en un espacio que más bien poco incita al reposo. Ahí la mujer se verá inquietada y luego obsesionada por una historia ajena, la de tres huéspedes de ese mismo lugar en donde se hospeda, a quienes mira o escucha a distancia, personas que nunca había visto en su vida, pero que le suscitan curiosidad, capaz producto del aburrimiento o por una firme corazonada. En tanto, en La mujer de los perros (2015), tenemos a una protagonista viviendo en un escenario rural, una solitaria que anda de un lado a otro amparada por sus perros. Es el seguimiento a una vida que a vista general parece intrascendente, dueña de rutinas abstemias a lo extraordinario, pero que genera un aura de misterio, esa imperiosa interrogante a sus antecedentes. Frente a eso, podríamos decir que Trenque Lauquen convoca argumentos de las anteriores películas de Citarella.
lunes, 7 de noviembre de 2022
37 Mar del Plata: Trenque Lauquen (Competencia Latinoamericana)
Laura (Laura Paredes) no está.
Así como la canción. Y aquí tenemos también a un amante que la reclama, pero
físicamente. Y está también otro hombre más que la busca, y que sabe cosas que
el novio de Laura no sabe. Todo esto sucede en la ciudad de Trenque Lauquen. Pasan
sucesos y nos enteramos de que, al igual que el novio, Laura es de Buenos Aires
y llegó tiempo atrás sola a esa ciudad rural a realizar un trabajo temporal de
investigación sobre orquídeas. Su derrotero en algún momento la llevó a
obsesionarse con una historia que tiene que ver con unas cartas que encontró y
que, al parecer, ningún local había descubierto o tomado importancia. Hasta el
momento, tenemos también una historia de una citadina sola en un lugar, que
descubrió una historia ajena con la que se obsesionó al punto de convertirse en
inspectora ad honorem, y que descubrió la historia de una mujer, una
mujer misteriosa. Y ahí está. Trenque Lauquen, su primera parte, tendrá
mucho en común con el estilo narrativo de Mariano Llinás, sin embargo, las
filias de Citarella están bien puestas. La segunda parte, podría decirse, no
deja de insinuar una similitud a Llinás. Esta idea de crear un ambiente de
intriga que toca las fantasías del cine de serie B sucede en La flor
(2018). Adicionalmente, y si se la relaciona a la primera parte, la segunda
parte manifiesta además una fractura en su estructura narrativa. Ya no es tanto
una caja china, sino, en gran parte, el producto de un único flashback.
En continuación, en esa segunda
parte es que también percibimos más frecuencias de las constantes de Citarella.
Acá tenemos la historia de unas mujeres que crean una comunidad o complicidad
femenina. Esto pasa en Ostende. La historia de los tres huéspedes consta
de dos mujeres que se “alían” en contra de un hombre que da señas de
hostilidad. Queda además sobreentendido que la mirona o peeping Tom —otra
palabra clave en el cine de Citarella—, quien observa a distancia esa historia
de tres, apoya la causa de las dos mujeres, a pesar de que el conflicto le es
ajeno y no sabe de qué va. Es casi lo que sucede en la segunda parte de Trenque
Lauquen. Laura se mete en el rollo de dos mujeres o aliadas. Es un problema
del que Laura tiene una idea, pero no tiene la certeza o sabe los detalles. Ahora,
Laura se alía o apoya la causa, sin embargo, no interviene. A pesar de que crea
una convivencia con esas dos mujeres, cumple un rol de testigo o mirona. Dicho
esto, es muy estimulante cómo Laura Citarella recrea sus obsesiones, cambia las
situaciones, las huellas, aumenta personajes, robustece su universo, pero que
no dejan de ser una ampliación de lo anteriormente representado en sus
películas. Es una directora que además provoca expectativa, alimenta de
curiosidad al espectador, lo llena de interrogantes que definitivamente no
serán respondidas, apenas gestarán especulaciones. Por ejemplo, por qué razón
Laura se convierte en una “mujer sin perros”. Ya parece su cine un cine
autoreferencial. Y lo divertido es que de paso no has convertido en sus
personajes tipo, en unos peeping Tom.
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