Luego del valioso testimonio posmemoria representado en Nuestras madres (2019), el director César Díaz alude nuevamente a los efectos generados por las dictaduras militares en Guatemala solo que en esta ocasión acudiendo a ese contexto histórico e inspirándose de sus propias memorias. México 86 (2024) narra la historia de un áspero reencuentro, el de una madre y su hijo, estos separados durante diez años a propósito del compromiso político de la mujer quien lucha contra del gobierno de Guatemala. Un detalle curioso es que gran parte de este relato acontece en territorio mexicano; sin embargo, todo el conflicto gira en torno al país centroamericano y los crímenes de lesa humanidad que vienen acaeciendo en su interior, los que a su vez son desconocidos por las sociedades internacionales. En tanto, esta característica da por hecho lo intimidante que puede ser el alcance de la violencia y el miedo que provoca un sistema dictatorial. María (Bérénice Béjo) es una de las tantas militantes de izquierda vinculadas a un grupo armado que dejó su país al ser reconocida como enemiga del Estado. Entiéndase que dentro de esas circunstancias el encarcelamiento sin derecho a un juicio justo era el destino más piadoso para esas personas. La mujer fuga a México con intención de poner a salvo su vida, algo que no es seguro pues elementos de la dictadura han ido a parar hasta ese extremo de América. Es mediante esa situación que María parece seguir sintiéndose en Guatemala, no solo porque en México también es intimidada, sino porque su activismo no se ha reducido.
sábado, 10 de agosto de 2024
77 Locarno: Mexico 86 (Official Selection)
miércoles, 15 de septiembre de 2021
TIFF 21: Cadejo blanco (Industry Selects)
Cadejo blanco (2021) va de la mano con una película como Noche de fuego (2021). Sendos filmes abordan el tema del secuestro de mujeres como práctica rutinaria del crimen organizado. Aunque resueltos en distintos contextos, estos dos argumentos hacen alusión a sociedades en donde la violencia forma parte del cotidiano. A propósito, la directora Tatiana Huezo aprovecha ha reflexionar en torno a cómo el narcotráfico en México atropella el orden natural femenino, mientras que la película del director Justin Lerner nos descubre un nido de las maras para entender cómo la violencia es indesligable a una naturaleza social. En principio, Cadejo blanco relata una búsqueda. La hermana de Sarita (Karen Martínez) ha desaparecido y decide abandonar la ciudad de Guatemala para seguir a la última persona con quien la vio, un miembro de un grupo de las maras. Ya después, la película deja en un segundo plano esa búsqueda y pone al frente un testimonio de iniciación. Es Sarita insertándose en este mundo del pandillaje a fin de alcanzar alguna información de su hermana. Más allá de contemplar los funcionamientos de estos grupos, este filme guatemalteco nos incita a ir atendiendo a esa otra motivación que empuja a la protagonista a adherirse a ese círculo.
lunes, 16 de noviembre de 2020
6 Semana del Cine ULima: Los iluminados / Temblores
Dos películas que comparten mismo universo antagónico desde representaciones extremistas. En Les éblouis (2019), la directora Sarah Suco nos narra la historia de una familia introduciéndose a una cofradía católica a partir de la perspectiva de los menores hijos. Mientras que en Temblores (2019), el director Jayro Bustamante retrata el caso de Pablo (Juan Pablo Olyslager), un padre de familia dispuesto a salir de su círculo conservador con el fin de llevar con libertad su opción homosexual. En sendos argumentos veremos cómo la religión, derivadas de las cepas cristianas, se establece como una dictadura que impone a los individuos a ceder a una colonización de la mente y el cuerpo. Por un lado, en Les éblouis, Camille (Céleste Brunnquell), una niña de catorce años, será quien atestiguará con lucidez cómo su familia va digiriendo los procederes de una hermandad religiosa que para su punto de vista resultan tan falsos y excéntricos. Será en un estado de convivencia que la joven tendrá que “fingir” ante ese círculo de transgresión ideológica, gesto que por cierto le resulta difícil asumir a su hermano, quien también observa con rechazo a esta comunidad católica francesa. Entonces, ¿qué la hace tener a Camille ese don o ventaja respecto a los otros?
Ahora, algo que prima en esta película francesa es la representación desorbitada de lo que sería un escenario fanático cristiano. Les éblouis en cierto punto se percibe como una película de terror. Más allá del enclaustramiento, el ejercicio místico que alcanza niveles demenciales manifiesta un rasgo siniestro y perturbador. Es como si fuéramos testigos de un montaje carnavalesco. Cercano a ese ensamble está el filme de Bustamante. Aquí el escenario del cristianismo evangélico no se limita a un claustro, sino se extiende en toda una sociedad. La predominancia de esta ideología se perfila como un bloque de poder estandarizado. Pablo, luego de confesar su relación amorosa con un hombre, será expulsado de su familia y de su circuito social. Temblores es la historia de un estigmatizado siendo víctima de una serie de prejuicios que pondrán en cuestionamiento y posterior duda su naturaleza sexual. Lo cierto es que la vacilación de Pablo es solo la antesala a este ejercicio de dominación, en principio, mental. La presión comunitaria es un cargamontón que, además de someter, aprieta. No suficiente con el destierro, esta sociedad religiosa ejerce una estrategia del chantaje emocional.
miércoles, 19 de agosto de 2020
24 Festival de Cine: Los fantasmas (Competencia Ficción)
Es el último segmento de la ópera prima de Sebastián Lojo la que le otorga una cuota de interés. Su historia está dominada por dos protagonistas duales, aquellos que tienen un perfil público y otro privado, en uno son casi héroes, mientras que en esos otros roles son ejemplo de una ciudad traidora. Los fantasmas (2020) trata sobre la forma de ganarse la vida de dos personas, siendo la prostitución y el robo las que levemente apañan las presencias carismáticas de estos personajes. Una escena vital, y tal vez la que confunde a Koki (Marvin Navas), el guía turístico, es cuando este es curado por su socio, el dueño de un hotel. Es una escena casi paternal, pero que curiosamente es abstemia de diálogo y no deja de representarse entre las sombras. Es como si se repeliera a cualquier posibilidad de sentimentalismo. Más adelante, es en ese mismo lugar, nuevamente bajo el crepúsculo, que ambos personajes intercambian miradas. Otra vez, sin decir nada, dan cuenta del fin de una sociedad que parece ambos lamentan. Obviamente, Koki está fuera del juego y es ahí cuando emprende su ruta fantasmal, el de un desterrado de un espacio que de por sí era zona exiliada.