Steven Spielberg retorna
este último año con el estreno consecutivo de dos filmes: Las aventuras de Tintín (2011) y Caballo de guerra (2011). El director hace su primera incursión al
género de animación – y 3D – graficando al clásico héroe de las historietas, el
aventurado e intrépido Tintín, que no es nada más que el precedente medular del
héroe engendrado por el mismo Spielberg, Indiana Jones, que al igual que el
personaje gráfico es también un aventurero, asumiendo misiones arriesgadas a
medida que es un trotamundos, pasando por los áridos desiertos hasta las selvas
más frondosas, uno luchando con comunistas, el otro con nazis. Las aventuras de Tintín es lo que se
podría llamar un punto secundario en la filmografía de Spielberg, un mero
homenaje a la historieta, una correspondencia del fanático a la obra, un filme
que sobrevivirá más como anécdota para el director o para algunos otros
fanáticos de Tintín. Caballo de guerra
en su lugar es distinta, un filme que se nota lleva la firma del director.
El lazo de amistad
entre un joven criador y su caballo es la trama principal en esta película de
Steven Spielberg que recorre los años correspondientes durante la Primera
Guerra Mundial. La historia de Albert (Jeremy Irvine) y Joey se desenvuelve en
medio de un ambiente rural. Es el encuentro de dos especies distintas, hombre y
bestia fraternizando en la naturaleza, un lugar al que tendrán que sobrevivir imponiéndose
pruebas, enfrentando retos, trabajando hombro a hombro, compartiendo sus
sufrimientos y protegiéndose el uno al otro. Caballo de guerra es a primera vista un melodrama que se inclina al
discurso cursi y simple donde el modo de relato es únicamente lineal,
deficiente de trampas narrativas o diálogos sugerentes. Steven Spielberg se reserva
de complicar su historia como a sus mismos personajes promoviendo en su lugar
situaciones modestas donde los protagonistas principales son niños o adultos de
buen corazón, un filme con un contenido de fábula, obviamente dirigido para el
público en general. Caballo de guerra,
sin embargo, lleva algo entre manos. Es la redundante obsesión de un director
por redimir a un ser civilizado pero que insiste convivir con su naturaleza
salvaje.
Steven Spielberg en
gran parte de sus filmes ha retratado la relación entre lo humano y lo no
humano, sobre el encuentro del hombre y las otras especies; las salvajes, las
mecánicas o las pertenecientes a otros mundos; y es este encuentro lo que
irrumpe en la trama, es el quiebre de la rutina, es la respuesta o la reacción
de lo humano frente a lo no humano, una que oscila entre el afecto y el
rechazo. Tiburón (1975) es la cacería
a una bestia acuática que ha provocado el pánico de los visitantes, E.T. (1982) es la relación de amistad
entre un pequeño extraterrestre y un niño que vive en los suburbios, Jurassic Park (1993) es el
descubrimiento de un científico que logra revivir a una especie extinta, Inteligencia artificial (2001) es la
historia de una madre que toma por adopción a un niño robot. Spielberg nos
habla sobre la complejidad humana, sobre los dilemas éticos y la bipolaridad
innata del hombre, comportándose en ocasiones frente a ese “otro” de forma
agresiva como otras veces de forma afectiva. El hombre para Spielberg está
deshumanizado, sin embargo, este no deja de ser impredecible, es decir, existe
una brecha para que pueda redimirse.
Caballo de guerra está sostenido por ese mismo dilema. Si bien la historia
retrata el lazo de amistad entre un hombre y su caballo, se narra también las
cuitas por las que pasa este corcel en medio de la guerra. Joey luego de ser
alistado a la caballería inglesa, irá pasando de dueño en dueño, cambiando a un
bando distinto al que le tocó inicialmente. Joey es una especie de Lazarillo de
Tormes que irá mudando de amos a cada que pasa el tiempo, esto no por el
desencanto frente a cada uno de estos, todo lo contrario. Los amos de Joey son
una especie de “ángeles salvadores”; es el poder de redención al que Steven
Spielberg se refiere. En medio de la guerra sacudida por la inhumanidad de las
naciones existe al menos una persona de buen corazón. Joey es testigo de
aquellas y cómo el enfrentamiento bélico va perjudicando a estos mismos. Caballo de guerra es la mirada
testimonial de un animal humanizado por el mismo hombre, aquel que ocasionó la
guerra pero que también más adelante la apaciguará.
Lo mejor del filme es
sin duda la fotografía, una bien esmerada por el fotógrafo oficial de
Spielberg, Janusz Kaminski. Su trabajo se puede admirar en la larga lista de
escenarios tales como las áreas descampadas, prados verdosos, cabañas donde la
luminosidad se filtra por cualquier hoyo o ventana, los efectos de contraluz
durante los ocasos donde la caída del sol parece incendiar de llamaradas todo
el ambiente. Una escena espléndida es cuando el caballo en medio de la
oscuridad va galopando a campo traviesa, iluminado apenas por la luz
centellante de las explosiones y disparos. Steven Spielberg a través de una
serie de travellings y ángulos en contrapicado
promueve un efecto lírico que desata el lado bucólico de la vida en el campo o
el lado trágico del mundo en guerra. Caballo
de guerra en trama, resulta en ocasiones ser tedioso, especialmente a mitad
de la película. Existen momentos en que los hechos rutinarios en alguno de los
amos resultan aburridos, nada atractivos. En general, la trama del filme es
predecible y no logra trascender tanto en el drama como en sus acciones. Steven
Spielberg en sí desarrolla una historia muy tradicional con un final de
portada, alineado por el optimismo que casi siempre sirve de desenlace en
varias de sus películas, solo que en esta es más un final de cuento. En cierta
forma, Caballo de guerra termina
siendo un drama para la familia; ligero y aleccionador.
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