Hasta hace unas
semanas se había estrenado Poder sin límites (2012), una película grabada en calidad de found footage con un corte genérico de acción y efectos desplegados
por un trío de jóvenes superhéroes. Ha este año se han sumado dos nuevos
estrenos bajo el uso del mismo estilo de grabación y, curiosamente, centrándose
en tres personas como principales protagonistas: Apollo 18 (2012) y Proyecto X
(2012). La primera, dirigida por el español Gonzalo López-Gallego, cuenta los “verdaderos”
sucesos ocurridos en el transbordador del mismo nombre, y lo que realmente les
habría pasado a los tres astronautas que fueron parte de esa misión, un
diciembre de 1972. El found footage
originalmente es un estilo que ha sido explotado por el género de terror; esto
con la intensión de que a partir de una filmación no estática y un alumbrado
limitado por una modesta calidad de video, se logre provocar el vértigo, la
distorsión de imágenes y la paranoia contagiada por un grupo de personas que
salen del enfoque y que le van susurrando a la cámara cada vez que se
encuentran en peligro.
Apollo
18 no pasa de ser una película lamentable al no aprovechar esa facilidad
básica del found footage. Películas
como El proyecto de la bruja de Blair
(1999) o la no tan lejana Actividad
paranormal (2007) – la original –hacen el uso de largos silencios para
provocar el miedo y la repentina irrupción de ruidos agudos, golpes secos,
estos breves y no chillantes, largos y continuos como las interferencias de un
comunicador de una nave que bien podría ser interpretado como una falla
mecánica. El desuso de la manifestación del enemigo o ente que va rondando el
bosque o la habitación es otra buena forma de provocar la paranoia, algo que Apollo 18 no hace caso y en lugar de
ello usa efectos para crear a seres extraterrestres que se lucen “zancudamente”
indefensos. Proyecto X, por su lado,
suscita lo que Poder sin límites
también ha logrado. Arrebatar el estilo del found
footage al género de terror y reemplazarlo por un género que roza con la
comedia y la crónica de un trío de jóvenes – típicos perdedores –queriendo
armar una fiesta épica.
Proyecto X es una mezcla de desenfreno y escenas que atentan contra el
estilo del found footage al
interponer fragmentos en que la fiesta luce más bien como un video de música
electrónica o de danzantes de hip-hop. El director Nima Nourizadeh – director
musical –junto al productor Todd Phillips – director de “juergas” –, realizan
lo que para los años ochenta era muy de moda. Recrear las fiestas más salvajes;
aquellas donde el sexo, el alcohol, las bromas y unas cuantas drogas, a manos
de adolescentes, salían fuera de control. En cierta forma, la película es
simpática por el comportamiento burlón e improvisado de tres muchachos que solo
desean ser populares en base de la fiesta que irán a producir, pero lo cierto
es que la película se encamina más a hacer de “la fiesta” la protagonista
principal. Es en estos espacios donde la película se torna más contemplativa al
desapropiarse de una trama, algo que bien podría provocar querer ser parte de
la fiesta, como aburrir por la falta de protagonismo. Proyecto X, en conclusión, no trae novedades, salvo el uso del found footage dentro de su género,
estilo que como mencionamos es transgredido una y otra vez, y que de alguna
forma pudo haber funcionado mejor si se hubiera hecho en completa ficción. Divertida
y para pasar el rato.
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