Artículo publicado por Cinespacio
Efectos que han dado
años atrás películas como La fuerza del
cariño (1983), posiblemente no vuelvan a repetirse, esto porque a lo largo del
tiempo ha surgido un cuantioso número de películas que tocan el tema de la enfermedad de distintas formas,
algunas más innovadoras que otras, y que para la actualidad asumimos como algo
repetitivo. 50/50 (2011), de Jonathan
Levine, de hecho es una de esas tantas películas que se construye a base de una
multitud de argumentos “cliché”, situaciones que son familiares sobre un
personaje víctima de una enfermedad letal, joven y próspero, con una madre
paranoica, una novia fría, un mejor amigo egoísta y una terapeuta que lo saca
de quicio. Lo cierto también es que la película es tan cómica como dramática,
tratamiento empleado además por el clásico de James L. Brooks, aunque con una mesura
apropiada a sus tiempos; no tan directa ni visceral.
Decir que el filme de
Levine contiene de por sí un drama gratuito: sí y no. Sí, porque obviamente la
enfermedad es un drama propiamente dicho, aún más voluminoso si este recae en una
figura prematura, con más posibilidades de vida, pero que de pronto está al
límite de un “cincuenta cincuenta”. Adam (Joseph Gordon-Levitt) luego de una
visita al médico, ha recibido la lamentable noticia que tiene cáncer. Su rutina
laboral, amical, amorosa, etc., se verá irrumpida por una nueva realidad,
aquella que lo coloca en un lugar de espera, aguardando con mesura lo que
–prefiere no pensarlo –le depara el destino. Es en este espacio donde surgen
los detalles alternos a la trama. Se asoman a escena personajes variopintos. Su
brusco e insensible mejor amigo Kyle (Seth Rogen), un tipo bonachón que no
entiende la diferencia entre ser convaleciente y usar tu enfermedad para
conseguir sexo; Diane (Anjelica Huston), madre de Adam, juiciosa y
sobreprotectora, que carga además con un marido que sufre de Alzheimer; Rachael
(Bryce Dallas Howard) la novia y pintora apasionada de la buena vibra; y, por
último, Katherine (Anna Kendrick), la inexperta terapeuta que dice lo que ya se
sabe.
Adam, de pronto, más
que vivir un drama vive una sátira. Una comedia sobre lo que nos causa gracia
dentro de la ficción, pero que para el mundo real es triste y absurdo. 50/50 se encarga de crear etapas sobre
cómo el paciente va enfrentando la enfermedad. En primera de manera sumisa,
esperando a que, por ejemplo, el tumor no amanezca al día siguiente. Luego
llega el momento en que se asume con valentía. Es la afrenta a la tragedia,
adelantarse a los hechos. El corte de cabello y la "presentación formal" como portador del cáncer. Lo evidente no es invisible, y es así como se asoma la
etapa de la crisis. Es aquí donde el drama golpea, llegando de forma implacable
y real. Es el tránsito de la ficción a la realidad: cruda y letal. La comedia
de hecho sigue su orden. Mientras Rogen siga en escena las bromas seguirán su
curso, sin embargo hay puntos en que Gordon-Levitt espanta dramatizando en los
momentos precisos. No existe redundancia o sobre exposición de drama. Lo que
ocurre es lo natural. Lo que podría esperarse a inicio de la película o incluso
en cualquier momento de ella. El hecho es que Levine le da un curso al drama. 50/50, especialmente en su última media
hora, no es un drama gratuito al dejar de lado cada cierto tiempo a la comedia,
para que de pronto ya nada te cause gracia.
De entre las
interpretaciones, Anna Kendrick logra promover un perfil que antes ya se había
visto en Up in the air (2009),
protagonizando también a una joven inexperta. Kendrick posee la habilidad y la
sensibilidad de reflejar un lado cándido que trasmite dulzura, propio de un
estado inseguro y neófito. Joseph Gordon-Levitt ha recreado una multitud de
roles, desde violentos hasta serenos, siendo este último una mezcla de
personaje meditabundo que logra romper efectivamente los mismos estribos en un
par de escenas. Seth Rogen no necesita de muecas ni voces falsas para crear
comedia. 50/50 vale la pena ser vista
como un modo distinto de ver las cosas. Una comedia dramática que crea muchas
risas e incluso antoja lágrimas.
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