Michael Haneke –un
director obsesionado con la temática de la violencia –realizó La cinta blanca (2009) con la intención
de conocer de dónde y en qué momento podría surgir la violencia. El director
alemán parte de un contexto específico para demostrar que en tiempos de terror
hasta el individuo más inocente puede ser perturbado gracias a lecciones
nocivas que va asimilando, gestas que si bien no poseen ese lado agresivo, son de
la misma forma señas infrahumanas. En un
mundo mejor (2010) es una película que intenta realizar lo mismo pero bajo
evidencias descaradas. Eventos provocados por realidades trágicas como la “ley
del más fuerte”, el ascenso al poder político, los dramas familiares y la misma
muerte. La directora danesa Susanne Bier indaga el lado íntimo y el lado social
de dos familias que son incapaces de controlar lo que se asoma en principio como
incontrolable.
Bier es especialista
armando tragedias íntimas, aquellas que rozan con la ética y la moral, espacios
y dilemas que confrontan, por ejemplo, la tensa relación entre dos seres
queridos, tal como ocurre en su película Hermanos
(2004), filme que luego Hollywood recrearía su propio remake. Lo cierto es que En un mundo mejor no es sutil al momento
de argumentar, citando dramas gratuitos sobre niños que descargan sus penas
agrediendo a otros compañeros, producto de la ausencia de un ser querido, sea
paternal o maternal. Un hombre que lucha frente a una neutralidad que tiene que
compartir tanto en su zona laboral como en su propio hogar. El contraste de
contextos, por un lado Dinamarca y por otro África, no es equilibrada por el
mismo hecho que solo en el continente árido se está hablando de solo uno de los
protagonistas. Por último, Susanne Bier confunde el tema de la moral con el
moralismo. Su película es una alegoría a los happy endings, con dedo aleccionador y de flojo relato.
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