El bullying en las aulas de clase es solo el conducto para introducirse al tema central de Pisahueco (2018). El director Sergio Fernández Muñoz desde el principio pone en evidencia al escenario digital como espacio que distorsiona la realidad para fines que son nocivos para uno, pero gratificantes para otros. Mientras unos se fascinan por la burla cibernética de alguna presa, del otro lado de la pantalla, en la realidad, se define un afectado. Pisahueco relata la historia de un profesor de escuela siendo víctima de la creatividad digital de sus alumnos. A propósito, este cortometraje de ficción da la impresión de encaminarse a la resolución de un desquite, una suerte de lección del profesor a sus alumnos, acto que de paso bien pudiera ennoblecer al agredido y poner en ridículo a los ofensores. Lo cierto es que los resultados de dicha acción, el de la reparación, expresan el dilema de las redes sociales. Es como usar un arma para enseñar a la gente a no ser violenta. El persuadir o frenar a las prácticas del bullying que emergen de las esferas de lo digital, es más complejo de lo que parece.
Y, a propósito de violencias normalizadas, el corto documental de Antonella Bertocchi hace una convocatoria de testimonios femeninos para recrear una línea de pensamiento también nociva. Me dueles (2019) se inspira en esos comentarios que escuchamos de cercanas –o cercanos–, quienes asumen sin contrariedad los actos en donde el hombre coacciona física o mentalmente a la mujer. Para esto, la película asiste a la dinámica de una performance, método que le permitirá recrear esos testimonios en donde la mujer está dominada por un alegado de la sumisión frente a la violencia machista. Es el discurso de la contradicción, aquella que no hace más que alimentar al problema. Me dueles es un ejercicio de la reflexión sobre los antecedentes a los casos de violencia doméstica y feminicidios. Es una crítica a la necedad generalizada de subestimar las evidencias. Por otro lado, es también una mirada al miedo de las víctimas, quienes ignoran o esconden los daños, tal vez, por efecto de la coacción.
De forma más objetiva, aunque no menos creativa, es la crítica que proyecta hacia este mismo tipo de violencia el director Germán Cedano en su corto de ficción. El grito (2019) inicia con una introducción que hace tributo a una personalidad del cine y a su peculiar estilo empleado dentro de la ficción. Esto es solo la cortina a una realidad cruda. Detrás de la aficionada al cine de Charles Chaplin, está la historia de una mujer que es víctima de la violencia doméstica. El filme de Cedano, desde cierta perspectiva, podría ser asumido como provocador o hasta negligente al tratar de estimular la convivencia entre el humor y un tema tan delicado. El hecho es que el director hace lo que el genio británico hubiera realizado. Chaplin es tan equivalente a la comedia como también a la crítica social. Él retrató la guerra, la opresión laboral, la orfandad y la miseria desde su filtro de la comedia y el entretenimiento, y esta usanza parece remedarse en El grito, filme que no se impide de asistir a la fantasía cómica para dialogar y criticar una realidad social.Pueden ver todos los cortometrajes totalmente gratis en la página web del Festival: www.fecit.pe
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