Hasta el 18 de octubre se celebra una nueva edición online y gratuita del Festival de Cine de Trujillo. En su página web podrán verse la selección de cortos en competencia, mientras que por la plataforma de Retina Latina podrán verse los largos en competencia. Iniciamos nuestra cobertura.
El silencio del
río (2020) fue uno de los
cortometrajes que tuvo su premiere mundial en la reciente edición del Festival
de Berlín y fue recientemente anunciada como precandidata para los premios de La Academia en la sección de cortometrajes. La película de Francesca Canepa a primera vista atrae por su
propuesta visual. La historia en primera persona de un niño relacionando los
malestares físicos de su padre con las tradiciones propias de la selva peruana,
se orienta a la introducción de una narración alegórica y asentada en un
contexto propiamente místico. Canepa nos describe este espacio bajo un ambiente
nebuloso y sombrío. Esta composición definitivamente se ajusta a la naturaleza
de su relato. En un principio, El
silencio del río da la impresión de asentarse únicamente a la contemplación
del vínculo ancestral entre el sujeto y su espacio, pero lo cierto es que el
contenido nos deriva a una historia que es escabrosa, por un lado, un cuento de
terror, por otro, una expresión consecuente del entorno. A propósito de esto
último, lo mágico religioso como la representación de lo fantástico siendo posible
y, por lo tanto, lógico o aceptable dentro del entorno en cuestión.
En
Hatsu (2019) también somos testigos
de una historia que contiene a personajes alineados a sus tradiciones. El
cortometraje de Rita Prieto Matzuki se remonta a un evento histórico
vergonzoso: la extradición de la comunidad de inmigrantes japoneses en el Perú rumbo
a EEUU durante los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Fue la
estrategia política que el país norteño puso en orden tanto dentro de su territorio
como en el de sus aliados, a fin de frenar –y persuadir– cualquier acción del
Japón del Eje. Pero ese solo es el contexto dentro de la película, porque lo
que le interesa a Prieto es retratar esa temporada desde la representación del
testimonio real de una familia descompuesta y coaccionada por esta normativa
que originó en todo el país un oleaje xenófobo. Fue la ilación de daños y
perjuicios irreparables, tanto físicos como materiales. Hatsu, una joven
huérfana de madre, tendrá que conducir por sí sola el cuidado de su casa y el
de sus tres hermanas menores. Hatsu
no solo describe un acto de resistencia social, es también un ánimo por la
resistencia de preservar las tradiciones. Muy importante que esta película esté
hablada casi íntegramente en japonés, y es “casi”, dado que evidencia cómo es
que una ley perversa agrede además la naturaleza cultural, las tradiciones de
un sujeto o comunidad. Y,
a propósito de ultrajes culturales, Herencia
clandestina (2020) hace remembranza a la ocupación chilena en la provincia
de Tacna, consecuencia de la Guerra del Pacífico, durante casi 50 años. El
director Jesús Cáceres se basa en las acciones clandestinas que asumieron
numerosas mujeres de la época para salvaguardar los ideales peruanos frente a
una coyuntura que exigía una educación y formación bajo los conceptos chilenos.
En esta historia no existe una protagonista en particular. Cáceres toma como
protagonista a todo un colectivo de mujeres de distintas edades haciendo actos
nacionalistas peruanos fuera del alcance de la vigilancia del Estado
provisional. Son las evidencias de una comunidad resistiendo a ser colonizados
por las ideologías extranjeras. En extensión al proceder colonizador, se adjunta
también hechos en que la fiscalización que prohibía ese tipo de acciones,
evocaba a una penalidad severa, maniobra que perfilaba a sus ejecutoras como
mártires de la patria peruana.
Pueden ver todos los cortometrajes totalmente gratis en la página web del Festival: www.fecit.pe
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