Después de un buen rato de la nueva película de Khalik Allah, tengo la sensación que estoy tratando con una continuación de su ópera prima, Field Niggas (2015), o incluso una versión extendida de la misma. El director, una vez más, se posiciona tras su 16mm y se desplaza en la nocturnidad del barrio neoyorquino de Harlem para retratar a una comunidad negra desterrada. En su ya tercer filme, su estilo es reconocible. Sus imágenes tienen un sello que estimula la atmósfera dramática, ello a partir de su gusto por los primeros planos, la reproducción de la imagen ralentizada, la dureza de sus contrastes y la textura propia del registro por celuloide, características que a su vez enaltecen a los protagonistas y al espacio embargado por las drogas y la miseria que se resiste a languidecer a pesar de la negación social. Es un mecanismo y panorama que también se define en Black Mother (2018), película que de igual manera parece ser una imitación de su anterior, solo que cambia el contexto del Harlem por las barriadas jamaiquinas. IWOW: I Walk on Water (2020) es eso, claro que a primera impresión, porque, a medida que avanza el filme, vamos descubriendo un cambio revelador.
lunes, 12 de octubre de 2020
27 Festival de Valdivia: IWOW I Walk on Water (En Competencia)
A
diferencia de sus anteriores películas, en esta, la presencia de Allah es “más
perceptible”. Si bien sus filmes denotan al director como un encuestador de vidas
y posturas, a quien escuchamos y quien también opina, que hace además el papel de
guía de ese contexto desconocido en cuestión que, por momentos, da la impresión
de definir a una inmediación privada a la que solo sus miembros pueden ingresar,
en IWOW, Allah se convierte en
protagonista de su propio filme. Un detalle muy curioso de esta película es que
el director se esfuerza por mencionar que su nuevo largo trata de una cosa u
otra, pero lo cierto es que no deja de tratarse sobre él mismo. Él repite que
la película llevará el nombre de su novia –cosa que no se cumple–, a pesar que
no será una película sobre ella. Su largo presume también ser un acercamiento
especial a “Frenchie”, el habitante del Harlem, a quien tiene un cariño
especial, casi paternal. El hecho es que, hasta cierto punto, la presencia de
Frenchie es evidencia o excusa de que Allah está orientando su película entre
el autorretrato y el autoelogio. En esta ocasión, el director hace una oda a sí
mismo.
IWOW
se torna curiosa para cuando vamos evidenciando un comportamiento extraño en el
director, personaje que en varias ocasiones parece apropiarse de una identidad
mesiánica. Posiblemente, algo ha sucedido entre la producción de Black Mother y su último filme, algo que
haya fortalecido su vínculo con la religión a un punto fanático. Allah está cerca
de parecerse a los pregoneros de un próximo Juicio Final. Desde su punto de
vista, él se denota como un modelo a seguir, pero, desde una perspectiva ajena,
es un retrato perturbador. En efecto, hay algo de curioso, exótico y hasta agradable
en este, pero por momentos esa misma personalidad inquieta, provoca alertas o
hasta miedo. Es como esa escena de discusión entre Allah y su novia, pero es
una discusión extraña, porque el director parece estar orbitando en otro
universo, pero luego regresa y parece retomar los hechos, y luego, nuevamente,
se despega de este mundo. Tiene sus momentos de lucidez y otras de locura. Es
decir, Khalik Allah se ha convertido en uno de sus personajes. “Yo camino sobre
el agua”; parece rezar, y ayuda a su prójimo en tierra de nadie. Es un sujeto extravagante,
casi bíblico. Mezcla de real y ficción. En un momento reflexiona sobre la
gentrificación en el Harlem, gesto altruista, y luego se autonombra el Mesías,
gesto de un ególatra en potencia.
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