Filme inspirado en el caso de Mugur Calinescu, un adolescente rumano que durante la dictadura de Nicolae Ceausescu fue acusado de realizar grafitis que contenían mensajes contra el Gobierno. El director Radu Jude para ello, como en los tiempos del régimen socialista, realiza una puesta en escena, un montaje que parece aludir a algún show de concurso de un programa televisivo, y hacer recreación del larguísimo seguimiento que implicó el proceso de Calinescu. Uppercase Print (2020) es una representación que satiriza las formas cómo el Gobierno procedía “justamente” sin acudir a una amonestación penitenciaria a aquellos que se atrevían a hacer algún tipo de pronunciamiento o revuelta contraria a las posturas del Estado. Jude estimula ese factor sarcástico que gesta dicho trámite de investigación y juicio al intercalarlo con secuencias de la programación televisiva de entonces. Es decir, es como si se emitiera el caso Calinescu desde en un canal distinto. El retrato del escolar, que un día concientizó sobre el estado de represión en el que se encontraba Rumanía, para la Dictadura no es más que otro programa o esquema que se esmeraba por darle forma de pensamiento a la sociedad.
martes, 13 de octubre de 2020
27 Festival de Valdivia: Uppercase Print (Gala)
Es
de interés detenernos a observar y analizar esa tira de secuencias relleno. Es
básicamente un panorama de una realidad obligada a confinarse en un período de
sumisión, instruidos a ahorrar, según, no para corregir la limitación de gastos
en favor a la sociedad, sino para alentar a las familias rumanas a hacer su
aporte a la nación, al socialismo, el de la igualdad de consumo de servicios,
por ejemplo. Son también la proliferación de musicales, ese género que ayudó
mucho a EEUU de salir de un estado de depresión y olvidarse que afuera había
una ola de suicidios a causa del crack.
Para la Rumanía socialista es más bien una herramienta de doble uso: adiestra y
arrulla. Por un lado, las óperas de monarcas dejando en segundo plano sus
problemas sentimentales para concentrarse en el exterminio de sus enemigos; por
otro, la de los niños rumanos haciendo vítores al Estado o fortaleciendo su
formación disciplinada. Y no faltan los programas que generan risas
involuntarias. Son los casos de documentales forzados procomunistas con
costuras que descubren fugas de sus problemas.
Todo
ello se contempla en el caso Calinescu. Inicia con una serie de investigaciones
que están al nivel de una oficina de inteligencia trabajando para descubrir a toda
una red de infiltrados. Toda la oficina de Securitate se enfoca en estudiar el
caso, en recopilar testimonios, estudiar el tipo de tiza usado para los
grafitis, analizar las dimensiones de las letras y hacer cuentas cuántos eran
los miembros, soltar a sus perros para que vayan tras los responsables. Es un
peritaje desmedido, aunque entendible en tiempos de la egolatría gubernamental.
Uppercase Print parece ser una
película en donde el Estado engrandece el problema a fin de enaltecer su
sistema de defensa. Lo cierto es que, como todo documental programado, esta indagación
va gestando sus risas involuntarias y exponiendo a los autores al ridículo. Es
el solo hecho de que el Gobierno fuera humillado por un adolescente. Ahora, si
bien Radu Jude nos hace muestra de una teatralidad cómica natural de la
dictadura de Nicolae Ceausescu, también no deja de descubrir ese lado sombrío,
silencioso, aquel que pondría fin a esta historia de un joven que se elevó al
caso ejemplar de un militante de la Europa libre.
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