En cierto punto de su historia –posiblemente, durante la nouvelle vague–, el cine francés reconoció en la discursiva literaria como una fuente cómplice para acercarnos al drama o dilema que envolvía a los protagonistas de una trama. Esa pauta u orientación, se determina en El tiempo y el silencio (2020) a propósito de la lectura de “Por los caminos de Swan”, el libro inicial de la extensa novela de Marcel Proust. Al igual que el protagonista del escritor francés, los personajes de Alonso Izaguirre también son de madera nostálgica. Ellos son los últimos integrantes de una sociedad en destiempo, los románticos sensibles a esos instantes, en su mayoría, imperceptibles por el sujeto contemporáneo. No se confunda con un sentimiento vintage. El modo de vida de estas personas, asistentes de paseos por los parques o que tienen una predilección por los artefactos en desuso, no tiene que ver con una moda o tendencia propia de lo superficial. Esto va más allá de una postura. Es más bien una necesidad de vida que, obviamente, es un contraste dentro del dinamismo de la actualidad.
jueves, 3 de septiembre de 2020
3 Frontera Sur: El tiempo y el silencio (Foco: Ficciones Fronterizas)
La
película nos relata la historia de un hombre maduro impartiendo un taller literario
evocado al libro de Proust. En paralelo, una mujer es proyeccionista en un
cineclub de filmes en formatos analógicos. En principio, apreciamos sus
rutinas. Es la introducción a la práctica sobre el valor del “tiempo y el silencio”,
la percepción de lo comúnmente invisible, acciones que si bien resultan no ser
trascendentales para el ajeno, son valiosos para quienes lo practican. Estos
instantes no hacen más que poner en evidencia una apreciación por minimalista.
En los pequeños detalles radica la esencia de la vida, diría Proust. Izaguirre
crea planos de sus personajes reposando en sus lugares favoritos, los armoniza.
Contemplamos una dialéctica silente que surge entre los sujetos y el espacio.
En extensión, estimula un ambiente naturalista a partir de la agudización del
campo sonoro y el registro visual de la naturaleza misma. Es decir, a pesar que
nos encontramos en un lugar de ciudad, diluye los efectos propios de la ciudad
para convertirlo en un terreno elegíaco.
El tiempo y el
silencio es atractivo porque dispone
una serie de conceptos, percepciones o acciones que definen a los protagonistas
de esta historia. Más allá de un azar, el encuentro entre los personajes
principales es certeza de que los espacios para nostálgicos han comenzado a
reducirse, así como los que lo frecuentan. Izaguirre nos refiere a que los
últimos miembros están destinados a encontrarse. Un caso particular podría
resultar la presencia del hombre del cigarro que asiste a los espacios de los
dos protagonistas –el cineclub y el taller literario–, en tanto, el tallerista
nunca se enteró de la existencia del lugar de la cineclubista, y viceversa. O
sea, si no se hubieran conocido en una tienda de antigüedades, hubiera sido en
sus propios espacios o algún otro que reserva un lugar para los nostálgicos.
Por último, la película de Alonso Izaguirre no deja de hacer un estado de
reflexión de estos sujetos dentro de un tiempo acelerado. Mientras ellos
repasan lecturas olvidadas, en el exterior la ciudad se mueve a otro ritmo.
Esencial es la escena cuando el tallerista extiende su queja a sus alumnos.
Este cuestiona: cómo dar valor a lo apreciado si no disponemos el tiempo o
detenimiento para apreciarlo.
Aquí puedes ver la película gratis: https://bit.ly/31VZL01
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