Del 1 al 11 de octubre inicia una nueva edición del festival Al Este, en esta ocasión en modo online. Sus películas se proyectarán en la plataforma virtual El Ekran. Inicio la cobertura con una de las películas más interesantes del programa.
Las
secuencias más atractivas en el documental de Hubert Sauper es cuando se define
esa relación entre el concepto de la utopía y el cine como constructor de
versiones históricas. A partir de una remembranza al hundimiento del acorazado Maine
en aguas cubanas, Epicentro (2020)
nos recuerda, por entonces, una nueva modalidad de colonialismo que emprendió
EEUU. A un paso de ingresar al siglo XX, esta gran potencia puso en obra un
plan que les sirviera de excusa para “liberar” a Cuba de España. La guerra
entre EEUU y la antigua potencia colonizadora resultó ser una lucha de
intereses económicos, y no solo fue el enfrentamiento bélico lo que definió el
triunfo del país norteamericano, sino también todo un montaje que difundió esta
misma nación mediante canales nacionales como internacionales. La prensa y el
cine, en efecto, abrieron el telón del escenario, aquel que inauguraría la
utopía en donde se presentaba a EEUU como un país democrático, comprometido a
democratizar el mundo, especialmente a países dueños de fuentes por explotar o
de territorios estratégicos que fundieran mercados o libre comercio para los
liberadores.
En
una secuencia, Sauper proyecta a un grupo de niños cubanos cortos fílmicos,
antiguos montajes en donde los estadounidenses fingían ser los héroes que
erradicaron el (viejo) colonialismo de la isla. Era la utopía imperialista,
aquella que después se vendría abajo con la Revolución Cubana; lo que, en
consecuencia, anidó en la sociedad cubana una utopía propia, el del socialismo
coherente, fundador de una comunidad equitativa y desarrollada. Epicentro hace una relación entre el
pasado y el presente, en cómo Cuba se convirtió en la pista de aterrizaje de
utopías, ilusiones de realidades imposibles, pero que están encarnadas en sus
habitantes. Lo manifiestan los niños cubanos de este documental, los instruidos
para odiar al imperialismo estadounidense, quienes en el futuro alimentarán esa
utopía socialista, por muy decadente que sean sus líderes políticos o la misma
ciudad estancada en el tiempo. Pero no nos olvidemos de esa otra utopía, la
imperialista, aquella que tuvo su temporada dentro de la isla, y, por muy
archienemigos que sean sus promotores, los niños del presente, paradójicamente,
no dejan de sentirse atraídos por esa fantasía imposible, por sus lujos, sus
poses y las performances que interpretan dentro de una pantalla.
La
invasión “pasiva” de EEUU a la gran isla habrá acontecido hace muchas décadas
atrás, e incluso ya no hay presencia física de este enemigo dentro del territorio,
pero lo cierto es que ello no garantiza se haya erradicado al imperialismo. El
turismo, mecanismo propiamente lucrativo, industria capitalista por excelencia,
es hasta la actualidad una de las grandes fuentes económicas de Cuba. De
pronto, la visita de los protagonistas cubanos a la piscina de un hotel o un
paseo por un flamante vehículo de museo no están lejos de esa idea utópica que
EEUU quería para el país isleño. Es como si viéramos escenas a colores de la
clásica Soy Cuba (1964), de Mijaíl Kalatozov.
Epicentro descubre esa contradicción
de una conciencia cubana, en donde una sociedad prohíbe el ingreso del invasor,
pero no deja de fantasear con el estilo de vida que este propone. La crítica es
sugerente, aquella que, por cierto, también toca al agente turístico. Con
sutileza, Hubert Sauper descubre su lado estereotipado, y también añejo: el
fanatismo banal que siente el extranjero promedio hacia la isla. Este es una
suerte de individuo que se endiosa en un territorio que identifica como espacio
de su pertenencia al convertirse en inversor. Son los delirios de un
pensamiento colonialista inherente.
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