“La significación es la deformación de la naturaleza”; dice Jean-Louis Schefer a mitad de su análisis a uno de los cuadros de El Bosco. Esa frase se podría decir que es una aproximación al reconocimiento de la iconografía de la pintura occidental medieval como producto artístico que no procura imitar lo real. Todo gesto de imitación, en tanto, es descartado, y, en su lugar, existe una necesidad por cambiar las leyes de lo natural. Danses macabres, squelettes et autres fantaisies (2019) es un documental que gira en torno a esa idea expuesta por el crítico de arte, la que, por cierto, desde su perspectiva, se extendería a otras ramas del arte, tales como la fotografía o el cine. En razón a esto, los directores Rita Azevedo y Pierre Léon, mientras juegan a ser los espectadores del circuito de charlas que emprende Schefer, comienzan a perfilar y repensar al cine desde los conceptos de su invitado. Para ello, la película toma como escenarios los museos, los espacios íntimos o tomando como fondo a la naturaleza, siendo la ubicación de estas inmediaciones los países de la Europa que engendró dichas artes a las que el expositor hace alusión.
jueves, 3 de septiembre de 2020
3 Frontera Sur: Danses macabres, squelettes et autres fantaisies (Iluminaciones)
Básicamente,
este documental se convierte en un paseo a un museo o el ingreso a un aula de
clase, en donde el guía o maestro Schefer nos acribilla con sus lecturas a
diversas pinturas, la decodificación de estas, y de paso reflexiona sobre la
condición de la imagen misma. En paralelo, los directos dentro de la imagen
asumen el rol de meros espectadores, posiblemente, ofuscados ante la sabiduría
de la materia en cuestión que maneja su invitado. Ahora, fuera de la imagen, es
decir, detrás de la cámara o en la edición, comienzan a promover una serie de
narrativas en valor de emular –o complementar– las lecciones de Schefer. Vemos
así la intercalación de secuencias fílmicas en un sentido de comparación, a
veces lúdica, como el citado del clásico Baile
de los esqueletos (1929) de la serie Silly Symphonies, a propósito de la
representación de la danza macabra en el Medioevo, o consecuente con el
discurso, como la inserción de la
marcha de los burgueses en El indiscreto
encanto de la burguesía (1972) para cuando se hace referencia a la tradición
pictórica de la marcha o danza macabra, en donde los sujetos sociales perdían
su identidad ante la presencia de la muerte –porque esta no distingue clases– y
estaban poseídos por la confusión ante la ausencia de una norma que les diga
qué ser o hacer.
Y
está también el ejercicio de los encuadres, aquellos que van asumiendo una mirada
pictórica. A medida que Schefer se expresa, la cámara enmarca, juega con los
planos, la perspectiva, decide convertirse en imagen que también distorsiona la
naturaleza, por ejemplo, al posarse detrás de una ventana o cuando Azevedo se
interpone entre la cámara y la imagen y altera una y otra vez el orden del
encuadre. Es tal vez una emulación a esa deformación de la naturaleza a la que
se refiere Schefer. En suma a esa interacción de discurso y encuadre, está una
escena en plano general cuando la clase se traslada ante la naturaleza
imponente. Las indicaciones del maestro no están lejos de las mímicas que hacía
en un museo frente al ejemplo de una naturaleza deformada. Irónicamente, de
pronto el instructor usa lo real para explicar sobre la imagen, cuando usualmente
debería ser al revés. Esto nos lleva a una extensión del concepto de la imagen
para el crítico de arte: entendemos a través de la imagen a la naturaleza a
causa de las complejidades que la imagen imprime. Asistiendo a la teoría de las
danzas macabras de Jean-Louis Schefer, la iconografía es un medio para entender
el orden histórico que, por ejemplo, nos predecía el fin de las poblaciones y
la próxima fundación de las naciones, es decir, el ascenso de las monarquías. Por
algo los reyes nunca aparecieron pintados bailando junto a los esqueletos.
Aquí puedes ver la película gratis: https://bit.ly/3gXqgqa
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