jueves, 3 de septiembre de 2020

3 Frontera Sur: La deuda (Foco: Ficciones Fronterizas)

Así como en El limonero real (2016), en la nueva película de Gustavo Fontán también se restringe la total información dramática de su protagonista. Gran parte de la trama, el director argentino la sugiere a partir del estado de contención de una mujer a la que se le adjudican una serie de prejuicios de forma anticipada, esto consecuencia de un acto que será la razón de su derrotero. La deuda (2019) relata la historia de Mónica (Belén Blanco), una oficinista que tendrá veinticuatro horas para reponer un dinero que tomó sin permiso. Con esto, veremos su desfile en solitario, su cruce con una serie de personas a fin de reunir el dinero antes que se cumpla el plazo. Apreciamos entonces una premisa que bien nos podría referir al cine de los hermanos Dardenne, sobre el descubrimiento emocional de personajes en solitario a propósito de una marcha que emprenden no necesariamente con el fin de hacer una reposición, pueda que también busquen una asistencia o enmienda. Curiosamente, Mónica invoca todas estas variantes, pues el principio de su acción deriva en un sentido contrario al juicio que teníamos sobre ella, lo que de paso reformula el sentido de su búsqueda.

Lo atractivo de La deuda es que, así como la misma protagonista contiene sus pensamientos y sentimientos, la historia reserva con celo eso que recién al final reformulará el sentido de las acciones de Mónica. Es decir, existe una polaridad entre el principio y el final de la película, la mujer que pensamos que era y la que es. Es este descubrimiento el que a fin de cuentas revela el lado compasivo de la película, por ejemplo, el de aliviar el sufrimiento al menos en las siguientes horas, porque estamos frente a un drama que, en efecto, repara, mas no endereza. Nada nos asegura que esto es solo una parte de un registro cíclico. Posiblemente, la marcha, esta suerte de calvario, en algún momento tendrá que remedar Mónica. Otra evidencia como para compadecernos de ella. Gustavo Fontán, así como en El limonero real, nos presenta a una persona que carga una cruz invisible, aquella que se le ha adjudicado no por merecerlo, sino, se podría decir, por ironía divina, fruto de un azar o producto de la misma normatividad que dicta un perfil dramático de la vida, el de una Argentina opaca, con espacios acotados, sofocantes, deprimentes. Significativo como una locación llena de luces, de apariencia jubilosa, está en el subsuelo. Vemos a Mónica descender a este, su infierno.

Aquí puedes ver la película gratis: https://bit.ly/32Xeas2

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