Una movida estimulante y
extraña está sucediendo en el cine brasileño independiente. Pienso en dos
producciones recientes: Azougue Nazaré
(2018) y A febre (2019). Sendos
filmes establecen un contenido realista que posteriormente converge con tópicos
propios del cine fantástico, pero de una manera ciertamente extravagante. No me
estoy refiriendo a un sentido como lo han venido aplicando el dúo Marco Dutra y
Juliana Rojas, que es más bien un estado de rutina que se desplaza a lo
surreal. Las óperas primas de Tiago Melo y Maya Da-Rin nos presentan retratos
sociales o hasta costumbristas, lo que invita a observar, y además reflexionar,
sobre el panorama social de los entornos en cuestión. En Azougue Nazaré, vemos tradiciones en confrontación; en A febre, tenemos a comunidades (o
estilos de vida) repeliéndose. Ahora, luego de asentarse ese cuestionamiento,
las dos películas manifiestan un quiebre de eso que figuraba como una imagen puramente
real, “nueva realidad” que, en cierta manera, complementa la lectura del estado
de tensión inicial. Ese quiebre es casi una jugada abrupta, transgresora. Es un
burla a la mirada “documental” que se embarranca a lo puramente ficcional y
alegórico.
Vermelha (2019), de Getúlio Ribeiro, se alinea a esta fila. En principio, tenemos el descubrimiento de una rutina. En efecto, esto no la refiere necesariamente a un retrato social. Sin embargo, es el modo de registro, el acercamiento casi íntimo y personalizado, que en una secuencia se atreve además a hacerse pasar por un documental, que define como realista a su contenido y me tienda de paso a relacionarlo con el cinema verité. Lo cierto es que de manera sutil se ha ido construyendo algo que la desvía de una contemplación objetiva. Acontecimientos ponen en duda la naturaleza de las cosas. La dirección nos va empujando a lo enigmático, y era algo que desde un inicio ya se estaba preparando, a propósito de los comentarios aparentemente intrascendentes de los personajes hablando sobre la luna y cuándo es que deben de cortarse el cabello. Una escena de lucha parece una situación tan absurda como irreal que finalmente pone en evidencia las intenciones de Getúlio Ribeiro, quien estimula la proposición de su trama en base a los espacios y el ambiente, así como las breves referencias que hacen sus protagonistas. Hay mucha libertad en el gesto enigmático de esta propuesta.
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