El interés del documental de Wari Gálvez radica de su importancia como fuente histórica, en este caso, que recompone la trascendencia de los cines de barrio, hoy en día, convertidos en edificaciones en venta o alquiler, unas abandonadas, otras demolidas o las ocupadas por mercaderes de accesorios o religiones. Rafael Arévalo recientemente realizó similar propuesta aunque en clave ficcional con Cinema inferno (2019), película que opta también por recorrer las locaciones de esos cines “extintos”. Además de esta, existen otros antecedentes audiovisuales que hacen memoria de las salas antes de los multicines. Lo cierto es que Cines de video (2019) se distingue de estos por tres razones significativas. Primero, no opta por concentrar su atención a los cines de Lima; segundo, crea un consenso entre la revisión histórica y el valor nostálgico; tercero, recopila testimonios de los allegados, antiguos dueños, los hijos de estos o los mismos empleados. Esta tercera resulta ser la más importante para el documental y para la misma fuente. Además de haber sido un punto descuidado por los anteriores registros, esta antología de voces reconstruye de primera mano la trascendencia, sea económica o sentimental, que tuvieron estos espacios dentro de sus sectores.
miércoles, 30 de septiembre de 2020
XI Festival Al Este: Cines de video (Competencia Itinerante)
Aunque
el documental no pretende maquillar el sentimentalismo que provoca la
postergación de esta forma de consumo fílmico, los comentarios de los
entrevistados, los que no tienen que ver con fechas o datos puntuales, sino con
anécdotas o experiencias rescatas de la memoria, promueven una nostalgia
involuntaria que nos proyectan a un momento de bonanza. No solo es una
remembranza a la proliferación de estos cines de barrio, sino también a una
etapa en donde las ciudades emergían al ritmo de la economía. Qué tan lejano y
conmovedor suena el testimonio de un cine ubicado a una cercanía de un puerto
de Pisco, paradero que recibía a los marineros durante la era de la extracción
masiva del guano, periodo próspero para el país, aunque también falaz. Existe
pues una relación entre la actividad de estas salas de cine y lo que sucedía en
la coyuntura histórica. A propósito de la dialéctica entre objeto/edificio y el
espacio temporal, es curioso cómo Gálvez opta por definir de cierta forma sus
encuadres.
Su
documental, en gran parte, son planos generales apuntando a estos vestigios
fílmicos, en tanto, la presencia de sus entrevistados se pierde entre la
inmensidad. El director se niega a hacer el típico encuadre en el cual los
entrevistados se ubican a un primer plano y los cines a un segundo plano o
fondo. Wari Gálvez parece subrayar el protagonismo de estos cines mediante
planos que enmarcan su perímetro, mientras que los testimonios parecen
figurarse como voces en off. Es
decir, se crea una ilusión en el cual los cines cobran vida y estos mismos
dictan sus testimonios. Cines de video
asume además ese estado de reflexión que enfrenta al soporte analógico y el
digital, en donde el segundo genera sus particulares deficiencias, sus
rajaduras o limitaciones que han reformulado la forma de ver cine. Por último, el
documental rescata un signo de resistencia en el país, una sala de barrio aún
en funcionamiento. Un cine tripulado por un dúo, una suerte de viajeros del
tiempo, que incluso siguen asistiendo a las antiguas fórmulas de promoción.
Curioso además cómo el alrededor de este edificio cambia –a propósito de una
construcción de pistas–, pero este cine sigue proyectando películas de décadas
pasadas.
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