A primera vista, la ópera prima de Martín Rebaza parece alinearse a las propuestas de dos filmes trujillanos de la década pasada: El ordenador (2012), de Omar Forero —película que es citada en el argumento—, y En medio del laberinto (2019), de Salomón Pérez —productor de la película de Rebaza—. Pero, a pesar de que coincide con estas ciertas connotaciones y el mismo lugar de producción, resulta más exacto relacionarla con otra ópera prima reciente producida en Lima. El juicio que domina a la protagonista de Entre estos árboles que he inventado (2021) no está lejos al que expresan los personajes de El tiempo y el silencio (2020), de Alonso Izaguirre. En el primer caso, tenemos a una joven fotógrafa desasociada con los cánones estéticos y conceptuales predominantes en su carrera. Para Mel (Maritza Sáenz), fotografiar implica observar el mundo con subjetividad, lo que a su vez demanda una mirada y sensibilidad personal. En tanto, en la película de Izaguirre tenemos a dos personajes desapegados con las rutinas que priman en la cotidianidad. Mientras que la ciudad se mueve a una velocidad progresiva, ellos disfrutan con “observar” los pequeños detalles.
miércoles, 25 de agosto de 2021
25 Festival de Lima: Entre estos árboles que he inventado (Hecho en el Perú)
Estamos hablando de personajes
que perciben la vida en un sentido casi utópico al orientarse sus credos a un
pensamiento que va a contracorriente con lo que “exige” la modernidad. Se
podría decir que estamos tratando con casos de individuos románticos,
calificados como obsoletos, operadores de tecnologías desfasadas —cámaras o
proyectores analógicos—, aferrados a ideas que gozan de la contemplación y la
simplicidad en un escenario en donde hay mucho dinamismo y artificio. Es por esa
razón que Mel resulta ser un punto independiente, casi extraño e
incomprensible, dentro del grupo de fotógrafos al que pertenece; situación que
no está lejana al protagonista de El tiempo y el silencio, un instructor
literario de Marcel Proust que fracasa ante su deseo de estimular a sus alumnos
ese raciocinio de disfrutar del estado natural de las cosas. En un escenario
posible, estos personajes entenderían la esencia del cine de Andrei Tarkovsky, pues
valorarían algo que nada tiene que ver con una estética o preconcepto, sino con
aquello que te retrae a tu mundo interior, que no es más que la perspectiva
personal del mundo que suscitan, por ejemplo, los caballos o aguaceros que
suscribe el director ruso en sus filmes.
En una escena al pie de un acantilado,
la nueva amiga de Mel le dice que su fotografía de un árbol le recordó a un
árbol en específico que ella apreciaba, árbol que, curiosamente, ya no existe,
pero que provocaba misma fascinación que genera el horizonte que se manifiesta
frente a ellas. “Eso” era lo que le provocó el ver su fotografía. Entre
estos árboles… define el concepto de observar el arte y las cosas desde una
experiencia interior; es decir, crear o juzgar no haciendo caso a las posturas
dominantes o que restringen las emociones personales. De ahí por qué Mel
reacciona de esa forma con su duelo o su relación amorosa. Estamos tratando con
una mujer que ha creado ciertamente una distancia o un cerco con su entorno, lo
que también se percibe en El tiempo y el silencio. Se podría decir que,
a raíz de esa visión, se genera un conflicto entre los sujetos y su entorno. Al
igual que Tarkovsky, están condenados a no ser comprendidos del todo por su
espacio, lo que, en consecuencia, los incitaría al autoexilio.
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