Del 19 al 29 de agosto se realizará una nueva edición del Festival de Lima de manera no presencial. Comienzo a publicar críticas de sus películas programadas.
En su primera incursión a un
relato ficticio, la directora Tatiana Huezo no desatiende a los testimonios
femeninos sobrecogidos por la violencia. Noche de fuego (2021) se
asienta en una comunidad rural mexicana capitaneada por el narcotráfico. Así
como varias películas que abordan el crimen organizado provocado por el
comercio de drogas, no vemos que se apunta a la violencia armada como única consecuencia
de este conflicto interno. La inmigración, la explotación laboral infantil, la
pobreza y el estancamiento educativo son algunos de los síntomas de esa
agresión sistemática, efectos que se ven representados en el filme de Huezo.
Pero en medio de toda esa serie de achaques sociales, el que más le importa contemplar
a la directora es el de la violencia sexual que recae en las menores. La
historia inicia con una niña y su madre escarbando desesperadamente la tierra
con sus propias manos a fin de crear un escondite ante los narcos. El acto de
ocultarse será una suerte de rutina que indirectamente desconfigurará la
naturaleza femenina de la protagonista y de otras niñas iguales a ella. En
tanto, se devela cómo una estrategia de salvamento es escudo que daña por su
reverso.
Noche de fuego, a vista general, nos describe a
un poblado conviviendo con el miedo. Uno nunca sabe cuándo vendrán los narcos a
hostigar a sus pobladores o llegar por sorpresa exclusivamente para secuestrar
a sus niñas. Estamos hablando de una sociedad adulta que habita constantemente
con un sentimiento de incertidumbre. A ello, se establece una perspectiva un
tanto contraria. Huezo nos orienta a asimilar su argumento desde la vivencia de
las generaciones pequeñas. Sus personajes principales son un trío de niñas; en
tanto, el espectador observa este panorama dramático desde un filtro de la
inocencia. Mientras que los adultos viven subordinados a la tensión, las niñas
juegan según sus curiosidades naturales. Ellas crean su propio juego con sus
propias reglas, seleccionan su espacio de diversión, se maquillan, crean sus
fantasías, se reconocen unas a otras. Ellas están construyendo su identidad.
Todo eso se frustra cuando una niña de su comunidad es raptada. Con ello se
inaugura la estrategia para camuflar a las pequeñas. Para las madres es un modo
de defensa, pero para las niñas es una experiencia que va en contra de sus
fantasías o su misma naturaleza.
En complemento con el refugio que
únicamente entra en función cada que los narcos sorprenden a la población,
Huezo enumerará otras estrategias más recurrentes al ser parte de la
cotidianidad de las niñas, tácticas que merman contra su manera de percibir el
mundo, su imagen y su cuerpo. Claro que todas esas prácticas resultan ser un
medio para que sobrevivan las niñas, ¿pero a costa de qué? Noches de fuego
parece describir los hábitos sociales que recaen en las menores en cualquier
escenario a propósito de su género. No hay necesidad de asentarnos en un
contexto en donde existe el narcotráfico para contemplar una realidad en la
cual las niñas son acosadas o ultrajadas, lo que obligaría a muchos padres a
restringir hábitos o apariencias en sus hijas, cuando más bien el problema
radica del exterior o de quien coacciona ese acto violento. En la película de
Huezo, estamos hablando de adultos que no se concentran en erradicar el mal,
sino que en su lugar imaginan las maneras para esquivar el problema a cuestas
de un adiestramiento que va contra la naturaleza de las infantes, algo que las
obligaría a percibir costumbres que atentan contra su libertad o a mirar el
mundo de una manera instintiva y no racional.
Es por esa razón que sería
impreciso se determine el filme de la mexicana como un coming of age,
ello a pesar de que vemos a las niñas trepar la etapa de la adolescencia, pues eso
no implica que estamos tratando con menores madurando en base a sus propios
propósitos o perspectivas personales. Estamos ante un caso de vidas creciendo
bajo una serie de restricciones. ¿Se podría hablar de una maduración “normal”
dentro una realidad que te obstruye? Noche de fuego, definitivamente, se
esfuerza por perfilar a adolescentes que van generando una conciencia sobre su identidad,
pero no deja de ser una percepción parcializada. En efecto, en varios puntos de
la película una de las menores demanda en favor a la libertad de su imagen, reclama
no se observe su ciclo menstrual como un gesto incorrecto o se le prive de la
libertad pública; sin embargo, es solo la reflexión desde una perspectiva
natural o adolescente, y no tomando en cuenta la realidad social, aquella que
los adultos se niegan a comunicar. Noche de fuego, en cierta medida, hace
una crítica a los mecanismos sociales que ni si quiera ayudan a erradicar a la
violencia sexual —que no es exclusiva en un escenario del narcotráfico—. Adicionalmente,
hay una alerta a la postura pasiva de sociedades que son parte de la producción
de las drogas ilegales con el fin de sobrevivir. Claro que fuera de lo
representado, son varios los responsables y los problemas que incentivan al
conflicto.
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