Desde hoy hasta al 12 de setiembre se realiza una nueva edición de AricaDoc, festival online y gratuito disponible en Chile, Perú y Bolivia.
Un documental de denuncia social
que se construye en base a una colectividad testimonial. Los directores
Carolina Cangucu, Isael Maxakali, Sueli Maxakali y Roberto Romero nos acercan a
las declaraciones de miembros de la comunidad indígena Maxakalí a fin de descubrir
a una población víctima de la violencia y la impunidad promovida por los
“blancos” invasores. Es el panorama de una sociedad minoritaria acosada dentro
de lo que un día fue su territorio. Nuhu Yag Mu Yog Ham: Essa Terra E Nossa
(2020), así como varios documentales que bosquejan la injusticia social
padecida por poblaciones originarias, se interesa en convocar una serie de
perspectivas que logren estimar la envergadura del problema. Es así cómo es que
la línea histórica y la etnográfica se encuentran para definir, por un lado,
una ocupación y aniquilamiento progresivo que viene de décadas atrás y, por
otro lado, el aniquilamiento de una cultura que se sigue preservando a pesar de
que los habitantes de este saber se están reduciendo.
Aunque hay inserciones de
metrajes de archivo que ponen a prueba un estado de colonización, son
principalmente los relatos de los propios pobladores del presente los que nos
dan una mayor visión de lo que sucedía por aquel entonces, cuando las primeras
comunidades blancas llegaron a esa zona boscosa, hoy convertida en mayor
proporción en pastizales. Ahora, lo alarmante es que la realidad de entonces no
está tan lejos a la de la actualidad. No habiendo más por invadir, los colonos
no dejan de acosar a los pobladores originarios. Lo que viven los maxakalí no
está lejos a las injusticias que padeció la comunidad afroamericana en las
zonas sureñas de EEUU en las décadas previas a la lucha por los Derechos
Civiles. Los testimonios de esta comunidad brasileña son equivalentes a esas
historias de asesinatos injustificados, fruto del puro odio hacia el “otro”,
que no encontraban además órganos públicos que los ampare. Los maxakalí no
gozan de los derechos que poseen sus antagónicos. Su tierra, o la que fue, se
ha convertido en una zona hostil. Lo cierto es que, a diferencia de la realidad
que vivió tiempo atrás esa comunidad afrodescendiente, aquí no estamos tratando
con una población dispuesta a invisibilizarse. Hay pues resistencia y también
conciencia de reclamar sus derechos.
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