martes, 24 de noviembre de 2020

35 Festival de Mar del Plata: Lúa vermella (Competencia Estados Alterados)

A medida que va aconteciendo la nueva película de Lois Patiño, se me viene a la mente la más reciente filmografía de Pedro Costa, a propósito de una comunidad encantada, una suerte de sonámbulos, “almas” perdidas que a su vez me rememoran al subgénero de terror que plantean El carnaval de las almas (1962) o Messiah of Evil (1973). Lo cierto es que tanto Patiño como Costa no hacen referencia a personajes malditos por alguna razón tétrica o puramente escatológica. Estas historias a las que me refiero están vinculadas a un síntoma real. Caso en las películas de Costa, hablamos de personajes que han asumido ese semblante mortuorio consecuencia de su condición social. Caso en la película de Patiño, tenemos a una comunidad languideciendo luego de la desaparición de uno de los suyos. Ahora –y aquí viene el punto que la distancia de la fílmica de Costa–, a este marco real se integra también uno fantástico. Lúa vermella (2020) abre con un plano a un mapa de herencia terraplanista que nos remonta a los tiempos antes de la conquista de América, época cuando los monstruos marítimos circundaban fuera de la tierra firme, realidad que parece asimilarse en este argumento.

En el argumento, el barco de Rubio ha colisionado con una de las rocas de la costa. El cuerpo del capitán no aparece, lo que ha originado una incertidumbre colectiva en todos los pobladores. Patiño nos introduce a una sociedad pesarosa que además predestina su decadencia. Es como si dicha tragedia fuese interpretada como el punto inicial para una condena irreversible. Lúa vermella es una película de una comunidad en tránsito a convertirse en fantasmas, un mito más del entorno, así como los monstruos o las meigas que recorren el territorio. Así como el contexto de los condenados de Pedro Costa, esta es una inmediación en donde la palabra se ha convertido en susurro; es decir, un signo oral que no prevalece de convencimiento o seguridad propia. No en vano todo lo que se escucha son fabulaciones o posibilidades. De igual forma, el susurro interpretado como un eco o estancamiento de lo ya pronunciado. La película de Lois Patiño retrata un universo atrapado en una temporalidad extraña, un limbo que ni pertenece al pasado o al presente. Todo está configurado según un lenguaje de la abstracción, y no solo en un plano argumental, sino también en un plano atmosférico. Lúa vermella es enigmática, una circulación entre lo fantasmal y lo poético.

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