Una reflexión sobre la memoria partiendo desde el ámbito personal se manifiesta en la nueva película de Nicolás Prividera, director que es un obseso con el tema del recuerdo y el recordar. Adiós a la memoria (2020), por mi lado, me recuerda a Mary Jimenez. Estos dos directores tienen mucho en común. Al igual que el argentino, la peruana realizó una película sobre una madre extinta y, posteriormente, sobre un padre vivo. Del verbo amar (1985) es a m (2007) como Loco Lucho (1998) es a Adiós a la memoria (2020). Ambos directores emprenden búsquedas sentimentales a partir de registros existentes, sea fotos, grabaciones y artefactos, y es en base a estos que se perfila un interés por recuperar la memoria. Caso Jimenez, lo hace desde una discursiva que se mece entre lo poético y el documental tradicional. Caso Prividera, vemos una necesidad por crear un discurso más elaborado. Ya refiriéndome específicamente de Adiós a la memoria; mientras el director va creando un panorama de su enfoque íntimo, el de la memoria de su padre extinguiéndose a causa del Alzheimer, va meditando sobre la autoridad y el significado de las fuentes que encierran a la memoria. Esto provoca un vaivén de cuestionamientos que casi siempre terminan varados en el territorio de lo político. A propósito del padre que se negó a aferrarse a su memoria, Nicolás Prividera hace un retorno a esa dolencia que también se ha generalizado en una nación que grita ante cada olvido.
viernes, 27 de noviembre de 2020
35 Festival de Mar del Plata: Adiós a la memoria (Comp. Internacional) / Mes chers espions / Anunciaron tormenta (Comp. Estados Alterados)
Otro
filme sobre familiares rebuscando una memoria difusa es Mes chers espions (2020). En este documental, Vladimir León dirige
la indagación que emprende junto a su hermano Pierre. Una maleta llena de
recuerdos de sus abuelos será el punto inicial de un trayecto que parte de
Francia rumbo a Rusia. ¿Fueron los abuelos espías soviéticos? Fue una pregunta
que la madre de los dos hermanos nunca respondió y que ahora estos pretenden no
descansar hasta llegar al fondo del asunto. Es mediante este impulso insistente
que se emula una trama detectivesca. Los León se convertirán en sabuesos. Observan
fotos, releen cartas, separan nombres y organizan su viaje a la ex Unión
Soviética en busca de los testigos vivientes que conocieron a la familia y los
documentos que pudieran dar señas de los abuelos. Ahora, a diferencia de las
películas policiales en donde la búsqueda implica enfrentarse a agentes
hostiles, aquí los hermanos comienzan a reconocer agentes que les resultan
familiares a pesar de que son desconocidos. De pronto, el vínculo de la madre o
la abuela es el contacto suficiente para que una serie de extraños se
conviertan en cómplices de la búsqueda. Mes
chers espions es atractiva no tanto por la aclaración de la pregunta
inicial de los hermanos, sino por lo que se reconoce durante el tránsito.
Vladimir León sin proponérselo hace un documental sobre una memoria pendiente,
el de las generaciones soviéticas que decidieron no preguntar o indagar ante la
extensa lista de desaparecidos durante la era Stalin. La búsqueda de los León
es la búsqueda que no se atrevieron a iniciar por un miedo que hasta la
actualidad luce inherente.
Está
también un filme que clama por la memoria, aunque esta vez desde una voz
colectiva. Anunciaron tormenta (2020)
se remonta a un archivo del colonialismo español. En 1904, Esáasi Eweera “muere”
bajo circunstancias extrañas. El que sería el último rey de la tribu Bubi,
localizada en la isla de Bioko, fue tomado como prisionero por los colonos
españoles luego de que este iniciara una serie de reformas que frenaba las
conveniencias de las misiones españoles y, por tanto, de la Corona. El director
Javier Fernández Vázquez reabre el caso. El ex Colectivo Los Hijos comienza a
rebuscar en la historia, repasa los documentos dirigidos al Excelentísimo y consulta a los descendientes de la tribu. Es
decir; confronta versiones. A pesar de algunos sellos y firmas, no hay versión
oficial; muy a pesar, el recorrido de los escritos españoles y los testimonios de
los bubis rescatados desde el territorio de la oralidad no dejan de dar un
panorama de la realidad de entonces. Curiosamente, sendos alegatos, el de los colonos
y el de los colonizados, comparten un punto en común: hay un rasgo ficcional en
sus palabras. Por un lado, se percibe el montaje para tapar un acto de lesa
humanidad, mientras que por otro lado, se manifiesta un estado de suspicacia
aguda debido al sentimiento de represión colonial ponderando en ese entonces.
El final de Eweera es una isla rodeada por mitos que no dejan de revaluar a la
memoria de una comunidad, un hecho tan difuso como las fotografías que Javier
Fernández Vázquez difumina levemente, pero que no dejan de traslucirse o ser
huellas de un pasado correspondiente a un presente.
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