Al margen de la representación fantástica, el mito siempre está vinculado a los tópicos universales, aquellos que dialogan sobre algún culto incipiente, sea cultural o religioso, y nos den idea de las dinámicas de la naturaleza y el juicio humano. Dicho esto, toda la filmografía de Eugene Green tiene algo de mitología. En su última película, esta característica es puntual. Atarrabi et Mikelats (2020) se basa en una leyenda vasca. En virtud de darle contexto a este relato, el director francés crea una adaptación hablada íntegramente en euskera. Claro que esta formalidad no impide al creativo acondicione este mito a las particularidades que describen a su cine. Es así como vemos a personajes sacados de algún cuento legendario, pero que se codean con las rutinas propias de una realidad contemporánea. En consecuencia, aquí el mismísimo Diablo se capacita en cursos de negocios –se intuye, no presenciales– y gusta del rap. Este panorama curioso genera ese otro distintivo de Green. Este filme es para el espectador una experiencia que le provoca una risa involuntaria, aunque siempre moderada.
lunes, 23 de noviembre de 2020
35 Festival de Mar del Plata: Atarrabi y Mikelats (Panorama Autores)
Argumentalmente,
tenemos la historia de dos hermanos –casi gemelos– que serán criados por el
Diablo dado que su madre, una deidad terrenal, es consciente de una deficiencia
de compromiso maternal. Este es el punto inicial del clásico mito del hermano
dirigiéndose por el camino del bien, mientras el otro desviándose por el camino
del mal. Es la lectura de un relato de fe, lleno de pruebas para el que opta
por tomar el trayecto más accidentado y que, por tanto, será más apremiante. Pero
también se percibe una lectura metafísica deslindada del carácter místico. Es
la historia del humano que decide salir de la caverna platónica para salir del
confort y descubrir un mundo que le impone retos, aquel que lo obliga a
experimentar sentimientos que le son negados, asumir incluso roles del que no
se siente capacitado, dudando de su conocimiento, pero siempre abierto al aprendizaje.
Como si se tratase de un héroe griego, cerca del final el hermano bueno o
aventurero tendrá un encuentro extravagante con una criatura –un alter ego más
del director solo que con más pelos–, lo que implicará una revelación o su
boleto al Olimpo.
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