Curioso registro a una comunidad. La directora Sofía Velázquez se traslada a Santiago de Chuco, ciudad de La Libertad, lugar que nos refiere a la biografía —que es la poética— de César Vallejo, escenario en donde, según sus escritos, el escritor experimentó y concientizó desde una temprana edad las injusticias sociales. En tanto, no es de extrañar que, ante una convocatoria de un casting abierto a toda la comunidad, varios de los residentes, quienes citan y recitan de memoria al autor peruano, emblema oficial y orgullo de la ciudad, asuman que el extinto poeta es motivo de la presencia del equipo de filmación. No es tanto así. De todas las cosas que se han de saber (2021) es un documental que no se limita a hacer un registro del vínculo entre Vallejo y los nuevos habitantes de su ciudad natal. Más allá del valor local que sugiere el poeta, Velázquez, mediante las entrevistas a los que pasan por la audición, atiende al valor propio de los individuos, aquellos que, en efecto, no dejan de revisitar a su héroe poético, pero también van expresando sus propias historias, anécdotas o fantasías ante el pedido de la cineasta. Es decir; van bosquejando el retrato de su comunidad.
domingo, 14 de noviembre de 2021
7 Semana del Cine ULima: De todas las cosas que se han de saber
Así como en su anterior película Retrato peruano del Perú (2013), aquí también la directora define una mirada
antropológica al percibir cómo un grupo de personas se describe en base a un
pasado y un presente. En ese sentido, Vallejo se convierte en una parte de ese
imaginario, en medio de los bailes costumbristas, oficios tradicionales y demás
características propias de la localidad. Ahora, es a propósito de Vallejo o la
ficción de Vallejo, la que habla del pasado de Santiago de Chuco, que
posiblemente Velázquez se anima a persuadir a los habitantes a que representen
ciertas de sus memorias, sean locales como personales. Qué mejor que la ficción
para poder distinguir desde otra perspectiva las definiciones de una realidad
o, incluso, de las fantasías o posibilidades de la misma. De todas las cosas
que se han de saber, por un lado, entrevista o documenta, y, por otro, acude
a la ficción para seguir documentando. Se podría decir que en esta parte se
perdería el sentido de retratar a una sociedad dada la naturaleza ficticia. El
hecho es que lo actuado no se basa en cualquier relato, sino en uno asociado al
retrato social. Lo representado por los ciudadanos es una historia con la que
ellos conviven, lo que podría ser asumido como una ejemplificación de su
imaginario.
Esa experiencia no está lejos del
acto como cuando alguno de los entrevistados declama su poema favorito de
Vallejo. Lo recitado no es de su autoría, pero es parte de su pasado o una
memoria de la que se han apropiado. A propósito de esto, el documental de Sofía
Velázquez, en cierto aspecto, nos hace reflexionar sobre el valor de la memoria
desde las dinámicas de la actuación. El repetir un guion no hace más que
reafirmar un pensamiento y fortalecer un vínculo entre la ficción y el
individuo. Y claro, ¿qué pasa cuando esa ficción está inspirada en tu propia
historia? Pues refuerza tu memoria. Es así cómo es que De todas las cosas
que se han de saber subraya su valor antropológico al ir definiendo a una
sociedad que posee una memoria consolidada, como cuando varios de los
habitantes coinciden en recitar o danzar. Estos son ejercicios que forman parte
de su imaginario, los cuales trascienden del más chico al más grande. Son actos
innatos o una performance que saben de memoria y canalizan con normalidad. Son detalles,
recuerdos, prácticas, una cultura general que los define y que todos los que
viven en Santiago de Chuco han de saber.
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