Tres son los factores
fundamentales para mantener vivo un arte. En primera instancia está el
productor, aquel que no solamente se dedica a practicarlo, sino también a promoverlo,
esto mediante la motivación y la valoración vista a través del significado
adquirido, sea estético, cultural, hereditario, hasta sentimental. Un segundo
encargado es el dedicado a difundirlo. Este es el ejercicio de expansión, el
que transmite la novedad en espacios donde no se practica dicho arte, es decir,
lugares donde se desconoce o se ignora su existencia. Esta labor es expositiva,
sea testimonial o por medio de muestras. Y, por último, existe otro plano, uno
que es más contemplativo, pero que no deja de ser fundamental para el porvenir
del arte en cuestión. Este es el mero espectador, aquel que admira, reconoce y
valora el arte, sea mediante un punto de vista objetivo hasta el más académico.
Estos tres aseguran trascendencia.
Retrato peruano del Perú (2013), de Carlos Sánchez Giraldo y Sofía Velázquez
Núñez, es un documental que hace reconocimiento al arte del retrato de un
pintor, de paso que devela el circuito de sus promotores y adeptos. La historia
de tres personajes reales es el encadenamiento a dichos factores que son
fundamentales para oficializar este arte. Está el pintor, la fotógrafa que
funciona como una especie de estudiosa y el distribuidor o exportador de las
mismas pinturas. Es en medio de estos tres actores que se filtran más
personajes y nuevas historias. Los individuos, parejas o familias que desean
ser retratadas, son parte del arte, complemento fundamental, tanto en carácter
valorativo como visual. Por un lado, ellos reconocen al arte y, por otro, son
fuente de inspiración, elementos que proponen o complejizan el producto final,
esto dependiendo de sus exigencias, costumbres o fantasías.
Pero hay una lectura
más interesante en todo esto. Ambos directores le otorgan a este documental una
mirada antropológica, un valor que no es adicional, sino un punto de vista que
comprende todo su universo significativo. La memoria es palabra clave en este
filme. La pintura forma a ser parte de una fuente gráfica imperecible, algo que
va más allá de la tela imborrable o la calidad del óleo. Retrato peruano del Perú, sobre todo durante sus escenas en Huaraz,
se encuentra con la mirada nostálgica al pasado. Sea la fotografía como la
pintura, son artes que cobijan un momento en la historia de un grupo de
personajes. La mirada a un retrato es la contemplación a lo íntimo pero a la
vez a lo públicamente limitado. Cada cuadro colgado en un hogar, a vistas de un
forastero, es una invitación a la intimidad ajena, aquella que está dispuesta
compartir sus recuerdos, siempre desde un estado gozoso. Una escena a resaltar:
una familia mexicana posa junto a su retrato recién hecho, cuando de pronto los
personajes reales se desvanecen y solo queda el cuadro. La memoria no se
extingue.
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