En el filme de Ritesh
Batra se reza: “el tren equivocado puede llevarnos al camino correcto”. Esto es
lo que ocurre literal y metafóricamente en The
lunchbox (2013), ópera prima que se desplaza por el cuento moral y
romántico entre una pareja que se conoce por correspondencia. En la ciudad
aglomerada de Mumbai, los repartidores de niños y almuerzos son efectivos al
momento de transportar sus “enseres”. A diario, madres embarcan a sus hijos,
esposas envían las comidas a sus maridos, pero nunca antes una encomienda había
llegado al destino incorrecto. Ila (Nimrat Kaur) y Saajan (Irrfan Khan) se
conocerán por accidente. La joven mujer será cocinera voluntaria de alguien que
no es su marido, pero que ciertamente ha hallado en dicha circunstancia esa
fantasía que no percibía en su vida marital.
The lunchbox es el encuentro fortuito entre dos personajes comunes, ambos
seres sensibles en medio del letargo rutinario y la inmensidad. El principio
del filme es el reconocimiento a una ciudad amplia y alborotada. El ruido
urbano, el gentío y los vehículos aglomerados son imponentes. En Mumbai,
aparentemente, no hay espacio para el vacío. Muy a pesar, Ila y Saajan son dos
solitarios. Una en la cocina y otro en un escritorio de oficina, ambos inmersos
en lo cotidiano. La mujer entera a expresarse, mientras que el hombre
aprisionando sus pensamientos. Similar a ciertos clásicos románticos del cine
norteamericano, este relato sigue esa línea sobre dos extraños viviendo en una
inmensa ciudad. Son los olvidados, habitantes de sus propios conflictos, ambos
desconociendo la existencia de su complemento.
Ritesh Batra realiza
un filme atípico al ritmo del cine de Bollywood. En The lunchbox están los recursos románticos, cómicos, dramáticos e
incluso la mirada social y cultural, todo esto, sin embargo, se despliega con
moderación. Esta película hindú no tiene ese aire jubiloso ni trágico
correspondiente a la industria fílmica de su país. La mesura es la gran virtud
de esta historia. Los giros que aplica la trama no son vuelcos intempestivos.
El director prefiere en su lugar provocar las pequeñas dosis de ternura, el
sentimiento nostálgico de personajes enclaustrados. Creo percibir ciertos
brotes de El apartamento (1960), de
Billy Wilder.
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