Última crítica a la Competencia de Ficción; nuestra favorita.
Amat Escalante en Sangre (2005) dramatiza la tormentosa relación entre un hombre sometido por una mujer castrante, una que lo cela, lo controla, le prohíbe, lo cosifica. El director mexicano contempla con crudeza la convivencia de pareja y las consecuencias de ser parte de una familia fragmentada. En Los bastardos (2008), Escalante representa una ventana al problema de la inmigración, sobre la crisis laboral que se percibe en la nación mexicana y la violencia como respuesta a la superación. Es también una mirada a la familia disfuncional y la inocencia ultrajada. Heli (2013), su último filme, es sin duda lo más polémico en su filmografía. El narcotráfico y la violencia en México son tema central en esta historia que se limita a un plano objetivo. Escalante no es portavoz de una postura o un discurso social-político. Lo que sucede en el filme es lo que los noticiarios y sus conciudadanos comentan, escuchan, viven y padecen a diario.
Amat Escalante en Sangre (2005) dramatiza la tormentosa relación entre un hombre sometido por una mujer castrante, una que lo cela, lo controla, le prohíbe, lo cosifica. El director mexicano contempla con crudeza la convivencia de pareja y las consecuencias de ser parte de una familia fragmentada. En Los bastardos (2008), Escalante representa una ventana al problema de la inmigración, sobre la crisis laboral que se percibe en la nación mexicana y la violencia como respuesta a la superación. Es también una mirada a la familia disfuncional y la inocencia ultrajada. Heli (2013), su último filme, es sin duda lo más polémico en su filmografía. El narcotráfico y la violencia en México son tema central en esta historia que se limita a un plano objetivo. Escalante no es portavoz de una postura o un discurso social-político. Lo que sucede en el filme es lo que los noticiarios y sus conciudadanos comentan, escuchan, viven y padecen a diario.
A diferencia de El infierno (2010), de Luis Estrada, o Miss Bala (2011), de Gerardo Naranjo,
además de otras películas mexicanas que han tomado por tema a la
narcoviolencia, Heli se abstiene de
mirar el rostro físico del narco, posiblemente el principal responsable de esta
guerra campal que ha venido sacudiendo a dicha nación desde hace años. Si bien
en el filme una familia no será víctima directa de la mafia organizada, sus verdugos
serán, por el contrario, aquellos que con el tiempo pasaron a formar parte de
esta guerra. Desde agentes del orden a simples habitantes, grupos rebeldes que
a consecuencia del narcotráfico se fueron transformando en otro tipo de
víctimas. Tanto la corrupción paramilitar como los asesinos asalariados son los
colaboradores alternos al caos. La sola presencia de estos tendrá para el filme
un rol intimidatorio. El acecho y el miedo serán sus armas letales.
La historia de Heli
(Armando Espitia) es la contemplación a un caso de esos tantos. En medio del
terreno agreste e infértil, una familia será víctima de las circunstancias.
Escalante para esto no da lugar a tregua al optimismo. Si bien somos
observadores de cómo una familia surge de entre sus carencias, ya en la introducción
no han dado pautas de que el terror está próximo. Heli desde su inicio se muestra sincero. La violencia mora entre
sus habitantes y ellos viven –o tal vez fingen– haciendo caso omiso. Este es un
punto importante en el filme. La película de Escalante está dispuesta de
escenas escalofriantes. La violencia es a carne viva, tal y cual como sucede a
vista y paciencia a ojos de la ciudadanía mexicana a diario, en sus noticieros,
periódicos o redes sociales, y esto no se escapa de las manos del director. En
una escena de tortura no se concibe qué es más indignante: si las crudas
imágenes de un castigo infrahumano o la admiración de ver cómo un grupo de
personajes no hace un mínimo esfuerzo por frenar dicho acto.
Heli habla sobre la sumisión, sobre cómo una sociedad en medio de la muerte, viviendo
entre los cuerpos inertes colgando de los puentes y las cabezas decapitadas,
son abstemias al dolor ajeno. Hay incluso una mirada morbosa en este grupo de indolente
–tal vez una de las consecuencias sobre qué tan nocivo son las acciones de los
medios de comunicación–. La contemplación de un rehén siendo molido a golpes no
es de la incumbencia de una madre que desde su cocina observa y prefiere
proseguir con su rutina. En contraparte, un grupo de niños sí miran, pero con
una curiosidad que implica una especie de goce audiovisual. En ambos casos, la
mirada que vigila desde cerca o desde lejos pasa a ser un cómplice más de la
tragedia. Al igual que en sus anteriores filmes, Escalante se remonta
nuevamente a la inocencia interrumpida, la convivencia familiar como un espacio
conflictivo, solo que en esta ocasión es la misma violencia externa la que
altera e invade el ámbito íntimo. El final de Heli es más pesimista de lo que parece. Su cierre aspira a la
normalidad, como si todo hubiera sanado o, incluso, como si nada hubiera pasado.
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