lunes, 16 de diciembre de 2019

6 Festival Transcinema: Los reyes

De una manera sutil, este documental va construyendo un panorama conmovedor desde la rutina de dos perros. Los reyes (2018) toma por única locación el skatepark del mismo nombre. Ahí, los canes, únicos habitantes perennes del lugar, juegan, ladran, duermen y muerden sus pocos juguetes. Al igual que la pista cóncava del espacio o los asistentes que llegan a la misma, los animales son presencias animadas que componen la vitalidad del lugar. El documental no presenta más. No hay acción o personajes representativos, y los únicos que lo son, no hablan y están en su propio mundo limitado y repetitivo. Dos elementos, sin embargo, contrarrestan la monotonía del filme. Primero, son los parlamentos de los skaters de paso, los visitantes frecuentes que introducen su propia rutina, casos reiterativos que tienen que ver con el consumo de cannabis o rencillas personales. Segundo, los planos que buscan perspectiva y variedad del entorno. Es el mismo espacio y los mismos actores, aunque la cámara no deja de hurgar en pos de la innovación.
Los directores Bettina Perut e Iván Osnovikoff entienden que es imprescindible el recambio de posiciones, ángulos y planos de una cámara estática a fin de que el espectador no se ahogue entre la inmovilidad o el posible letargo de la cotidianidad del skatepark. Lo cierto es que cuando esas “distracciones” han comenzado a desgastarse, el documental comienza a persuadirnos hacia un centro de atención. Inician entonces los primeros planos a uno de los perros, la decoloración de los pelos, una herida asediada por insectos, un pecho frenético tal vez consecuencia de una afección respiratoria. En tanto, no deja de ser un contraste/estimulante de estos achaques la presencia dinámica del otro perro, uno más joven. A partir de entonces, ya nada es igual. La rutina sigue, pero ya no es la misma porque la mirada ha cambiado. No habrá un conflicto, pero sí se augura uno. Lo anuncian esos acercamientos al perro viejo, además de los otros planos más lejanos en donde se encierra el espacio que descubre un patetismo dramático, mezcla de congoja y panegírico escrito por un ocaso que se aproxima.

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