lunes, 31 de mayo de 2021

XII Festival Al Este: The Girl and The Spider (Al Este Especial)

Segunda y también extraña película del director de El extraño gatito (2013). Ramon Zurcher, esta vez en codirección con su hermano Silvan Zurcher, realiza una historia representada de una manera particular e inquietante. De igual manera, aquí lo argumental se ve encasillado a un segundo plano; en tanto, lo sugerente o hasta simbólico, incorporado mediante los gestos, los recuerdos o anécdotas, las huellas o sinsentidos que generan los personajes, asumen un primer plano. En La chica y la araña (2021), Lisa (Liliane Amuat) se muda, lo que implica el fin de su convivencia junto a Mara (Henriette Confurius). Es en la mudanza que comenzamos a percibir una serie de comportamientos y situaciones que parecen traslucir un ánimo en el que todos los personajes, desde los recurrentes hasta los pasajeros, coinciden. Así como en El extraño gatito, en esta película las relaciones humanas van generando actos o diálogos intrascendentales —que es distinto a lo rutinario—. Estos se interpretan como síntomas de lo reprimido. Estos sujetos no tienen que perder la calma para gritar. Basta un comentario o una mirada hiriente.

Pero los Zurcher también dejan que el alrededor hable por sus personajes. Las incidencias, tal como unos molestos niños jugando con globos de agua o una araña que se pasea entre las manos de algunos y no es aniquilada, asumen un valor alegórico. Son situaciones o elementos que tensan, como poniendo a prueba a estas personas que, en efecto, dentro de sus emociones hostiles, tienen un lado complaciente. La chica y la araña es una película sobre individuos solitarios urgidos de la compañía y la aceptación humana. No se sabe si son sus antecedentes o posiblemente las mismas circunstancias las que los convirtieron en víctimas y temerosos de la soledad. Tenemos relaciones de familia, amicales, entre nuevos vecinos y completos desconocidos. Vemos así distintos niveles de convivencias. A fin de cuentas, existe una impresión de que hay algo de forzado y desesperado en estas interacciones. Sin embargo, ninguno es capaz de privarse de la misma. Habrá indicios de rechazo y resentimientos, pero por ningún motivo vemos a gente rompiendo vínculos. Claro que hay separaciones, mas un fervor hacia el otro predice una constancia, ello por mucho que esa otra persona le genere heridas internas o superficiales. Quieren pisotearse como una araña, pero prefieren seguir conviviendo o compadeciéndose entre ellos.

viernes, 28 de mayo de 2021

XII Festival Al Este: Spirál y Never Gonna Snow Again (Competencia Al Este)

Dos películas que tienen en común dos tópicos: lo enigmático y la naturaleza como metáfora. Spirál (2020) narra la historia de una pareja a cargo de un área de reposo fuera de la ciudad. La laguna, fuente de atracción de los pescadores que buscan escapar de la ciudad, en un principio manifiesta una contradicción con la naturaleza del lugar. Lo que se percibe como un espacio idílico, se trasluce como un escenario lánguido, rutinario, taciturno e incluso estéril (los peces extrañamente están muriendo). A esto se suma la ausencia de forasteros y una crisis entre la pareja. El ambiente mismo y el estado anímico de los personajes nos predicen un estado trágico que está próximo, o que tal vez solo estuvo reprimido. La película de Cecilia Felmeri es un retrato depresivo estimulado por el sentido que representa el escenario para su protagonista. Bence (Bogdan Dumitrache) ha heredado el lago, lugar que no solo le evoca recuerdos de su infancia o su fascinación por la naturaleza solitaria, sino que además lo refiere a antecedentes pesarosos. Ya para cuando acontezca una tragedia, el hombre no podrá persuadir más su dolor reprimido.

Spirál nos presenta el caso de lo trágico asociado a un espacio específico. A diferencia de distintos dramas sobre el luto, esta película búlgara se construye no mediante los antecedentes, sino en base al perfil emocional del protagonista, su agonía contenida, la no canalización de sus sentimientos o pensamientos. Es un ejercicio de la interiorización. He ahí cómo es que varios detalles terminan siendo enigmáticos, precedentes no esclarecidos que de hecho evidencian que no se ha cerrado un ciclo de duelo. El conflicto de Bence me retrae a las tramas góticas, la que, por ejemplo, recreó Edgar Allan Poe en La caída de la casa Usher, en donde vemos a un rico dueño de una gran residencia viviendo en solitario, víctima de un bloqueo emocional, al borde de la locura, y sabemos que no es tanto la mente, sino un duelo y la casa que le recuerda a esa pérdida y lo arrastra a un abismo. El escenario representado como una maldición o lugar trágico al que amos se resisten a abandonar. Lo que también se manifiesta en Spirál es que, como toda maldición, hay un riesgo a que sea cíclica, a que el preso, y no amo del espacio, experimente nuevamente su tragedia. Sutil cómo es que el ingreso de una nueva personaje parece ser un calco físico de su predecesora, como avisando a Bence lo que está próximo.

Por su parte, Nunca volverá a nevar (2020) presenta a un personaje que por sí solo ejerce una función enigmática. Zhenia (Alec Utgoff) es un inmigrante ucraniano valiéndose de masajista a domicilio en un barrio residencial en Varsovia. El tema de la confrontación social y la migración son fantasmas que emergen de la trama, pero que no resultan ser temas de interés en la película de Malgorzata Szumowska y Michal Englert. Muy a pesar, su historia no deja de perfilarse a una mirada social y cómo las rutinas de esta área de ricos son reflejo de un escenario artificioso. Es así como la introducción del joven, cálido y sosegado Zhenia provoca un punto de inflexión en la vida de esta comunidad acaudalada. Esta película polaca se inspira de las historias de personajes curiosos removiendo la sensibilidad de una sociedad cerrada, en cierto punto, ajustada a sus rituales y conceptos. Ahí están filmes como Mary Poppins (1964), Chocolate (2000) o en un sentido más particular Amélie (2001); relatos de personajes ayudando a sujetos de aire obstinado a emanciparse de sus tradiciones o sus refugios personales.

A propósito, la visita de Zhenia a varias casas del vecindario equivale a una mirada panorámica de una sociedad resguardando dramas emocionales que son síntoma de las vivencias sociales o personales. Algunas de estas se asocian a las circunstancias de la propia Polonia, tal es el caso del militar retirado, mientras otras son circunstancias más universales, tal como la enfermedad terminal. Sea cual sea, el joven masajista será agente que ayude a depurar esos males que el rostro o los lujos del vecindario enmascaran. Ahora, es importante entender, y en razón de los ejemplos fílmicos mencionados, que Nunca volverá a nevar no se encamina a una vertiente optimista, alguna solución que deje a todos los comprometidos a un ideal happy ending. Lo interesante de esta película es que el protagonista recompone la vida de varios, según las dinámicas de un escenario real. Es decir; por mucho que la “magia” de este personaje enigmático prolifere, los resultados no serán fantásticos o milagrosos. Claro que esto no significa que sea un filme con un punto final pesimista. Todo lo contrario, lo que se figuraba como incierto, llega de una manera misteriosa. Es como la predicción de un clima. Y es ahí en donde interviene la naturaleza, en este caso, la nevada, como una metáfora de las expectativas frente a la vida.

jueves, 27 de mayo de 2021

XII Festival Al Este: Bad Luck Banging or Loony Porn (Al Este Especial)

Hasta el 18 de junio, se realiza una nueva edición online del Festival Al Este. Las películas se están emitiendo en la plataforma de El Ekrán. Voy compartiendo críticas a las películas ya vistas.

Un nuevo ejemplo del director rumano cuestionando la historia de su país desde el presente, esta vez partiendo de un experimento social. En Bad Luck Banging or Loony Porn (2021), una profesora de secundaria se verá en un aprieto público tras la difusión de un video suyo en una página pornográfica. Interesante cómo es que Radu Jude nos quiere hacer creer que este retrato de una sociedad en plena efervescencia emocional y moral es un síntoma de la coyuntura pandémica. Nada de eso. Las incidencias, gestos de antipatía, la esencia de una población conflictiva, siempre a la ofensiva, no son evidencias de la expansión de un cuadro de estrés colectivo. Esto es algo que siempre estuvo ahí. Esto es una tradición rumana, parece decirnos el director. Basta revisar los conceptos que astutamente reúne en su dinámico y sarcástico diccionario, siendo lo histórico un importante puente para poder entender por qué es que tal o cual palabra suscita tal interpretación o referencia en la actualidad. Salvo por las mascarillas, la última película del rumano no es un panorama que desea retratar la “nueva” realidad provocada por el Covid-19. En absoluto, no se pretende representar una nueva normalidad en esta Rumania.

Jude imagina un “escándalo público” con el fin de ver aflorar las posibles reacciones de una sociedad contaminada por la preservación de posturas pasadistas que se han venido arrastrando tradicionalmente. El comunismo habrá sido depuesto del poder luego de la Revolución del 89, sin embargo, su pensamiento, su conservadurismo, sus prejuicios, su estado de represión, aún se mantienen latentes en el pensamiento de la sociedad. Bad Luck Banging or Loony Porn se representa en la actualidad, pero su transición, la segunda parte del filme, esa especie de divertido álbum fotográfico que pinta los antecedentes del país europeo en cuestión, es la cuota que nos persuade a ver el presente sin dejar de mirar al pasado. ¿Qué tanto ha cambiado el modo de pensar de los rumanos?; nos preguntamos. La respuesta se plantea en la siguiente parte: el juicio. Qué mejor que un juicio público para reconocer los mecanismos que rigen en una sociedad. Claro que no es cualquiera el caso a debatirse. El sexo y la moral son los tópicos que, en efecto, estimulan a que brote el lado sincero y apasionado de los presentes.
Es cuando la gente discute que podemos ver el verdadero rostro de una comunidad. No es la que veíamos en el principio. Eso es solo la punta de iceberg. El exterior o la ciudad en Bad Luck Banging or Loony Porn es representado como una realidad común y silvestre, a menos que prestes atención a los detalles. Significativos los edificios abandonados en los alrededores de una ciudad en donde hay un centro comercial con un KFC dentro. Son vestigios históricos en medio de la urbanidad. Y a esto le sumamos los momentos cuando solicitas la declaración de algún transeúnte, algo que se verá con mayor claridad en el escenario judicial, espacio por excelencia en donde existe la libertad del hablar y juzgar al resto. El caso del video porno de una profesora de escuela contemplado como la delicia de los verdugos que abalan el buen recato. El público condenando a la procesada no está lejos de los juicios inquisitorios, ofrenda que le dedican a un busto (como en los tiempos de la egolatría totalitaria). En tanto, las mascarillas resultan simbólicas en este ámbito que pinta a un colectivo hipócrita, teatral, artificioso y conveniente al expandir su virus ideológico polvoriento a diestra y siniestra. Claro eso no convierte a los sujetos progresistas en emblemas sociales. Es como si el virus no fuera ajeno a algunos, aunque ciertos son ligeramente asintomáticos.