jueves, 30 de diciembre de 2010

Lo mejor en la cartelera comercial 2010. Un breve balance

La necesidad de realizar una lista de las 10 mejores películas en el año 2010 fue fructuosa. Desde el mes de noviembre, la meditación, el juicio y la crítica fueron arduos al intentar convocar a 10 filmes que conformarían dicha lista, 10 películas que serían aquellas que de acá algunos años no se exigiría de esfuerzo alguno para remembrar alguna escena memorable o una totalidad de eventos capaces de haberme manipulado emocionalmente a su antojo por un largo promedio de dos horas, quien sabe más; una experiencia humillantemente encantadora.

Pero, ante todo, de qué hablamos, ¿trabajo arduo? ¿Esfuerzo por elegir una diminuta lista de 10? Eso es demencial. Hacer crítica no requiere de esfuerzo ni de meditación. La crítica es en realidad fluidez de la palabra, al menos desde el momento en que tengas la necesidad de querer manifestar algo. La crítica es, además, una aguda selectividad y, a su vez, espontaneidad que no requiere algún tipo de auto-cuestionamiento. Entonces, obviamente, yo estaba errando. Hasta comienzos de diciembre me quedé convencido que realizar una lista de 10 era una tarea imposible, al menos, para mis gustos; para mi crítica.

El resultado; una breve lista de seis filmes. Y para los escépticos, mejor es revisar cuales fueron, en síntesis, las películas “más representativas” expuestas en la pantalla grande.

Los elegidos

A diez ascendió la candidatura a Mejor película, de las cuales cinco de estas fueron las que se estrenaron este año, cuatro el 2009, y una, A serious man (Hnos. Coen), nunca se estrenó. Con nueve películas vistas, es suficiente evidencia para entender que la Academia había abusado el límite de aspirantes a esta candidatura, siendo Un sueño posible y Enseñanza de vida, ambas estrenadas este año, dos lamentables muestras demás, desde mi punto de vista, dos estrenos de verano como para ir calentando o animando a la gente a ir al cine. Una tercera muestra fue Preciosa, bajo el manto del cine independiente y una interesante narración alternada a un mundo de ensueño, este filme traía la temática hostigada del racismo, que a pesar de poseer una distinta creatividad, se niveló siempre bajo los mismos arquetipos, la misma otredad de siempre, moral por todos los lados. Amor sin escalas y Zona de miedo fue lo mejor de las cinco, sin embargo, ni Reitman ni Bigelow no sobrepasaron mis expectativas, no con la misma rudeza que supuestamente una ceremonia del Oscar debe otorgar.

Los directores

Tres prestigiosos directores presentaron este año nuevas películas ambientadas, cada una, con su personal e inconfundible estilo, aunque, no siendo este nuevo producto lo mejor dentro de sus filmografías. Martin Scorsese, Pedro Almodóvar y Tim Burton estrenan películas para olvidar. La isla siniestra, Los abrazos rotos y Alicia en el país de la maravillas contienen mucho de lo que nos gusta de estos directores, pero nada más. Cada una de estas logra ser una adaptación frágil en sus argumentos basados en thrillers psicológicos, melodramas o fantasías típicas, sin alguna originalidad que los termine por acreditar. Una película más y un director más es Invictus, de Clint Eastwood, también un traspié en la filmografía del veterano director. Este biopic resulta ser tedioso, predecible y poco cercano a otras películas del mencionado. Con unas aspiraciones políticas que sobrevuelan en la historia sin algún tipo de sutileza, Eastwood aburre en este filme.

Lo (in)esperado

El origen, quien su mismo director, Christopher Nolan, promocionaba como su rompecabezas más dedicado, resultó ser una ampliación de lo que antes habría presentado en sus anteriores filmes. El origen terminó siendo decepcionante al expresarse de la misma forma que Nolan habría conseguido con Following y Memento, dos películas de buena dinámica narrativa y que, posiblemente, al lado de El origen sean mínimas, sin embargo, ninguna de estas no necesitó de ciudades retorcidas o un tiempo suspendido para ser logradas. Lo que crea desventaja en El origen, es que tuvo la mala suerte de ser estrenada mucho después de las mencionadas, aquellas que para su momento fueron criticadas y valoradas. Distinto es el caso de David Fincher, quien también fue superado por sus anteriores filmes al narrar el biopic de un joven multimillonario en Red social. Las atractivas historias que tiene acostumbrado adaptar Fincher, no se igualan a su lista filmográfica, viéndose además afectada su técnica de imagen claroscuro, débil y de hecho inadecuado para este género.

Mucho ruido…

Robert Rodríguez desde hace mucho amenazaba al mundo con adaptar la historia de su creativo personaje en Machete. Lo que pudo haber sido una historia sangrienta de un crudo personaje, terminó manifestándose como una caricatura barata aliada del gore, imágenes de desnudo, comedia y escenas disparatadas. Machete es el desencanto garantizado de un director que un día aspiraba ser un “Tarantino”, pero terminó siendo un parodiador de la ultra violencia; claro, haciendo caso omiso a sus filmes de corte infantil. Terry Gilliam, por su lado, logró una fuerte provocación con El mundo imaginario del Dr. Parnassus al evocarse un mundo surreal y de fantasía, algo típico en este director, quien supo graficar con una imaginación detallada, sin embargo, este filme fue argumentalmente débil y tedioso que ni sus mismas ensoñaciones lograron opacar.

Ocaso asiático

El cine asiático no deja de ser un boom en su filmografía, muy a pesar, fueron solo dos películas de este continente las que se proyectaron este año en las salas comerciales. La felicidad de vivir, anterior ganadora del Oscar por Mejor película extranjera, es un drama japonés con una temática humana y profunda como lo manifestaba el último Kurosawa o Zhang Yimou, este, lastimosamente, un estilo que está alejado de las temáticas transgresoras de los nuevos directores asiáticos. Así mismo Mongol, del país de Kazajistán, es un drama histórico sobre un emperador, narrado bajo las dinámicas del género épico hollywoodense. Ambas películas fuera de la nueva sintonía del canon asiático.

Lo nuestro

Han sido siete los estrenos de películas peruanas este año, ninguna diferencia con el número que se dio en el 2009, muy a pesar, es preciso valorar el gran paso que ha dado el cine nacional en este año. La presencia de nuevos directores, así como la nueva película de Francisco Lombardi, Ella, manifestándose en una faceta distinta a su estilo tradicional, son muestras de buen ánimo y madurez para el cine. Es necesario recalcar la película de Javier Fuentes-León, Contracorriente, demostrándose un género de drama que rompe con esa tradición temática sobre las luchas de clases, la pobreza o los tiempos de la violencia, tres dinámicas que casi siempre se han asistido en nuestro cine cada vez que se quería tocar este tipo de género.

La lista

Seis películas conforman mi lista, dos de las cuales son peruanas, siendo Paraíso una de los filmes que siempre tuve en mente incluir. Además de estas, no hay motivo por mencionar alguna otra película anteponiéndole un “tal vez” o un “podría ser”. Este año nuestra cartelera estuvo plagado de apariencias (los que parecían ser buenos filmes no lo fueron) y avistamientos (los que pensábamos llegarían a cartelera nunca llegaron). A continuación, la lista…


Criatura de la noche:

El director sueco, Tomas Alfredson, dirige una de las películas de horror más tiernas y perversas. La historia de amor entre un niño y una pequeña vampiro es la respuesta a la complementariedad de dos naturalezas que, a pesar de ser tan opuestas, son tan símiles. La soledad y la incomprensión son factores asociados a la vivencia de estos dos seres, uno maltratado anímicamente y el otro, maldito, en su lucha por sobrevivir. Alfredson asocia con gran habilidad las leyes de cine y lo comercial, no abusando del gore o de la sangre en extremo que es manifestada en forma exacta y precisa, asumiéndose un resultado profundamente estético.


Paraíso:

El baldío y la hostilidad del barrio de “Paraíso”, conserva una complejidad significativa en su mismo contexto y, especialmente, en sus habitantes. El director peruano Héctor Gálvez documenta las vivencias y testimonios de un grupo de jóvenes que a pesar de encontrarse en una situación precaria y olvidada, germinan un aire lleno de optimismo que son incapaces de compartirlo más que en sus propios sueños. Gálvez no otorga discursos morales ni algún tipo de ideología. Su cine es contemplativo, con encuadres y secuencias ajustadas, diálogos cortos y una trama que se resiste a los detalles aglomerados.


Toy story 3:

Woody y sus amigos reaparecen con una nueva aventura en esta tercera secuela que sería, además, la mejor dentro de la saga. Realizado por el director Lee Unkrich y el guionista Michel Arndt, la industria Pixar mantiene sus laureles como una de las productoras en animación más ingeniosas y meditadas del medio. Con una trama humana y dinámica, los mismos juguetes se enfrentarán a uno de sus mayores e inevitables temores, ser desechados. Woody y los demás conocerán así a nuevos personajes los cuales contienen una personificación compleja, provocando una película que aspira a los géneros del cine western o carcelario.


Un superhéroe sin súper poderes (Kick-ass):

Basado en un cómic, el director Matthew Vaughn dirige Kick-ass, película que grafica la historia de un (anti-)superhéroe producto de la generación geek. Hostigado por su vida como “uno más de su clase”, el adolescente Dave Lizewski toma riendas de su realidad convirtiéndose en un hilarante y patético superhéroe que luchará por la injusticia e, inclusive, contra su misma rutina. Con rasgos de comedia negra y ultraviolencia, Kick-ass se presenta como un filme sujeto a la nueva cultura de la imagen, desenfrenada y sin tapujos, citando a los clásicos superhéroes o haciendo referencia a películas de culto como Matrix o Kill Bill.


El secreto de sus ojos:

La obsesión por un caso sin resolver y el amor frustrado de una pareja son los ejes centrales de este drama con tintes de cine negro del argentino Juan José Campanella. Con un buen reparto encabezado por Ricardo Darín, este filme argentino construye e intercala lo criminal y lo sentimental, ambas realidades perennes en el historial de un sujeto maduro, agobiado por lo que nunca pudo concluir, uno provocado por las fuerzas de la corrupción, y otro alimentado por los prejuicios sociales y económicos. Bajo una precisa dirección de encuadres y un buen planteado plano secuencia, este filme contiene dos escenas memorables.


Octubre:

La religiosidad y el costumbrismo limeño se asocian en esta fábula que habla sobre la soledad; una triada de personajes que luchan por negarla y, en ocasiones, por apropiarse de ella. Los Hermanos Vega realizan un filme ingenioso desde su historia hasta en su manifestación fílmica. Octubre es simpáticamente irónica, una carcajada amable, reflexiva para sus personajes, sin ser una película moral. Narrada en tonos minimalistas, tomas cortas y encuadres fijos, los personajes se limitan a desenvolverse en una imagen que no se ajusta a sus repentinos movimientos, haciéndolo un cine contemplativo, una historieta cómica y encantadora.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Red social


Cine “Paparazzi”
Muy a diferencia de lo que sucedió en EE.UU. con El origen, Toy Story 3 o la última secuela del mago Harry Potter, la espera del estreno de Red social fue más ansiada y, además, aguardada con un ánimo distinto a las mencionadas. Si el público, e inclusive parte de la crítica (explícitamente la estadounidense), esperaba algo de este filme; era un hecho que no estaban pendientes en saber qué tan perturbadora sería esta vez la nueva película de David Fincher, o si pintaría una vez más sus espacios con una fotografía cuarteada y deprimente, o si sus nuevos personajes serían tan desquiciados o raramente atractivos como sucedieron en sus anteriores filmes.
Lo que ocurrió con la película de Christopher Nolan o el nuevo estreno de la Pixar, era que ambos estaban bajo la expectativa de un rumor fílmico. El estreno de toda película, casi siempre, infiere a la expectativa de una historia aún no sabida, una realidad ajustada, un rumor que apenas nos manifiesta una entrada atractiva que nos impulsa a preguntar: ¿y qué más? ¿En realidad Nolan habrá creado su mejor rompecabezas? ¿Andy en realidad desechará a Woody y sus demás juguetes? Toda antesala fílmica implica ese juego seductor, eso que llaman difusión o marketing, siempre relacionado a lo artísticamente visual, algo que, por cierto, complementa nuestra ilusión fílmica.
Red social, en distinto, fue un anuncio que remitía algo más que un argumento o un avance. Este último filme de Fincher prácticamente ya había sido “estrenado” en las líneas de un libro titulado Billonarios accidentales de Ben Mezrich, escrito donde se descubría las implicancias o acciones realizadas por Mark Zuckerberg para emprender y convertirse en uno de los creadores de la red social más grande del mundo, Facebook. Sí había algo que el público estadounidense esperaba de este estreno, era ver “en imágenes” al personaje oculto en el genio geek, algo que de seguro muchos ya estaban enterados porque se habrían tomado la ligereza de leer el libro de Mezrich premeditadamente. Red social se convirtió en el chisme de la temporada, la manipulación del morbo y la mecánica de “dime qué es lo que hace mi héroe cibernético de hoy”, superando más de lo que se pueda esperar de una simple expectativa fílmica.
El debate a mediados de octubre, pasado el estreno de Red social, fue el de poner sobre el tapete los límites de la realidad y la ficción, es verdad o pura exageración, esto incluía la pronunciación del mismo Zuckerberg, quien sería el protagonizado principal en el filme de Fincher. Otra vez parte de la crítica estadounidense quedó embelesada por el escándalo, antes que el mismo producto filmográfico, comentando sobre si lo expuesto por Fincher era lo que realmente había sucedido en la vida real. El cine convertido en un paparazzi, un cazador de realidades, al menos esa fue la interpretación que le ofrecieron algunos, en un espacio de dos o tres semanas, a Red social. Punto a parte.
La agonía de un geek
Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg) es inteligente, un sabelotodo, nunca fanfarrón, hábil, extraño, paradójico, resentido, impulsivo, huraño, ermitaño, ansioso, obsesivo, experto en informática, un hacker. Mark es un geek, un nerd de la postmodernidad. Red social asiste al estereotipo geek, un ser polar, a quien se estima pero de lejos, por ejemplo, detrás de un ordenador. En películas como Superbad (2007) o Kick-ass (2010), este personaje es entrañable para unos, repugnante para otros. Red social se inclina por causar este último efecto, representando al geek en un su faceta más perversa, aunque, después de todo, al corriente de la actualidad.
Red social ciertamente se acerca a la mecánica narrativa de Rashomon (1950), manifestándose el punto de vista de cada uno de los personajes integrando la totalidad de la historia. Fincher así va construyendo su historia por medio de una serie de flashbacks que se van intercalando con su presente: las citas judiciales entre Mark Zuckerberg y sus demandantes, su ex mejor amigo, Eduardo Saverin (Andrew Garfield), y los gemelos Winklevoss. Es a través de las declaraciones de cada uno que se va narrando cronológicamente los sucesos ocurridos, sobre la génesis, la creación y la expansión de la red social Facebook.
Son con los testimonios de los demandantes que Mark se va representando como un sujeto oportunista ante las situaciones que su misma genialidad ha atraído. El filme se inicia con un flashback del rompimiento entre Mark y una enamorada suya. El narcisismo y la pedantería afloran en los diálogos, casi monólogos empleados por Mark, quien es mórbido ante los que le rodean, especialmente ante aquel que lo niega, lo aparta a la periferia de su sociedad; sociedad que, efectivamente, en gran parte lo excluye. Sociedad que, además, él critica y subestima, pero a pesar de todo, se obsesiona por adquirir su ingreso, esta, representada en los exclusivos clubs de Harvard los cuales no cualquiera es miembro. Mark posee una sinceridad demoledora. Eso, que resulta ser una virtud en algunos, en él es un defecto, el cual funciona a la par con su autoestima, una no fingida, ajena a fanfarronerías debido a que en verdad él es un genio.
En contraparte a su personalidad, está el personaje de Eduardo Saverin, quien también es un geek, aunque una versión anterior a la de Mark. Es así como el concepto de geek parece ser tan complejo como un algoritmo o cualquier otra fórmula matemática. Mark y Eduardo son dos mejores amigos con mucho en común aunque muy distintos, algo que el tiempo comprueba y los ha limitado uno al extremo del otro: uno acusado y el otro demandante. Es la presencia de un tercer personaje, el medio clave para percibir la divergencia entre estos dos sujetos que parecían ser de una misma generación.
En comparación con Wall Street (1987), Sean Parker (Justin Timberlake) asume una labor similar al de Gordon Gekko; aquel que señala el camino al éxito, sin poner en advertencia las consecuencias del medio o método adquirido. La similitud entre estas dos películas podría acercarse más, muy a pesar existe una diferencia sustancial entre Red social y el filme de Oliver Stone, quienes coinciden en apuntar a la exposición del éxito y sobre el discurso, y el significado, de “emprendedor”. La diferencia recae en la actitud de Mark respecto a la de Bud Fox, interpretado por Charlie Sheen. Fox es el neófito, el que cree saber, pero en realidad no sabe nada. Es así como Fox irá aprendiendo de la mano de Gekko: elegir entre lo correcto y lo que se debe hacer. Dicha relación no se aplica en Parker y Mark, esto debido a que el personaje de Timberlake es apenas una presencia que confirma las ideas de Mark, no asumiendo, realmente, su función de mentor. Las reuniones entre estos dos personajes confirman la naturaleza emprendedora de Mark, quien posiblemente se vea inspirado en Parker, no porque se aprenda mucho de este, sino por la simple razón que piensa igual que él, coincidiendo ideas o aspirando a nuevas fronteras, algo que no ocurre cuando las expone a su mejor amigo. Esto lo hace diferente de Eduardo, siendo este más bien el cándido Fox, que posiblemente hubiera podido aprender con el tiempo de Parker, pero la misma presencia de Mark, “el que sabe”, es un atajo para que el nuevo intruso pueda coger con mayor calma una rebanada del pastel.
Se ha señalado a Red social como una aproximación al personaje principal de Ciudadano Kane (1941). Es factible decir que Mark Zuckerberg pueda ser una aspiración o cercanía de lo que fue el joven emprendedor Charles Foster Kane, ambos desde su juventud, convertidos en multimillonarios, intentando ser líderes natos, dueños del mundo. Existe, sin embargo, una gran diferencia entre estos dos célebres personajes. Mark Zuckerberg siempre fue Mark Zuckerberg, muy a diferencia de lo que sucedió con el polifacético Kane, quien estuvo bajo una conversión moral. Un claro ejemplo es la reminiscencia de los días de cena junto a su esposa, cada vez más extraños y ajenos uno del otro. Mientras Kane va opacando los recursos de su pasado, Mark sigue un rumbo moral que, parece, siempre fue innato a su persona, al menos, es así como lo representa Fincher, sin pasado, sin antecedentes a su forma de ser, un geek tal cual es. Tenemos pruebas que Charles Foster Kane un día no fue el Charles Foster Kane en quien se convirtió, así como también tenemos pruebas que Ebenezer Scrooge no siempre fue el viejo misántropo y avaro. Es frente a esto que respondemos a que Mark es un geek más evolucionado que la versión representada en Eduardo, una más sentimental e inocua. Se puede inferir también que esta versión, la de Eduardo, tenga la posibilidad de poder condensar una relación sentimental, algo complejo e inalcanzable en la naturaleza de Mark, sin embargo, ese lado parece tampoco responder a una estabilidad amorosa. Eduardo, en la historia, es el único que logra tener una relación, más esta con resultados bochornosos.
El geek, sea Mark o Eduardo, parece estar arraigado a la negación social. Parte de iniciar una relación amorosa infiere la inclusión a un círculo o vínculo con la sociedad misma, algo que ambos personajes no lograron obtener triunfalmente. Es a través de esto que se percibe la continuidad del estereotipo que en ocasiones intenta, frustradamente, revertirse; es ahí donde el discurso del filme tiene sus debilidades. La escena inicial donde Erica rompe con Mark, la joven le excusa que el problema que ocurre con él, no es porque se comporte como un nerd, sino como ‘asshole’. En una siguiente escena, una consejera judicial le dice a Mark que en realidad no es un ‘asshole’, sino que se fuerza por serlo. El hecho es que en el largo del filme se infiere, a través de la actitud de los demás y del mismo Mark, que el ser nerd implica ser un ‘asshole’. Muy a pesar, se incluyen instantes donde Mark (el mismo que en toda su ruta proclama su ideología narcisista) se queda en silencio, pensativo, casi reflexivo, ante la opinión de la gente sobre él: “¿en verdad soy un ‘asshole’?”
La interpretación de Jesse Eisenberg es indudablemente superior a la que obtuvo en Adventureland (Greg Mottola, 2009) o Zombieland (Ruben Fleischer, 2009), en las que interpreta a un adolescente cualquiera. Es, sin embargo, en Red Social donde Eisenberg asume miradas, tonos irónicos y arrogantes que imponen un estilo propio. Su personaje es creativo desde distintos ángulos, desde su andar hasta en el ritmo apresurado de su voz. No será extraño verlo entre los candidatos a mejor actor en la próxima ceremonia del Oscar. Otro performance en resaltar es la de Justin Timberlake, un carácter dominante en su estilo laboral, frágil cuando se le descubre sus adicciones.
David Fincher decide no sobre exponer sus espacios plagados de una fotografía claustrofóbica, siempre recurrente en gran parte de su filmografía, muy bien interpretadas en Seven (1995) o Zodiac (2007), hasta ahora, sus dos mejores películas. Fincher otra vez se ve atraído por una nueva forma de narrar, en El curioso caso de Benjamin Button (2008) hay una narración en retroceso, mientras que en El club de la pelea (1999) hay una trasgresión de tiempos. Fincher provoca una buena historia, aunque no encajan las veces en que su personaje de Mark Zuckerberg recurre a la reflexión.
David Fincher en Red social describe a su personaje principal como un código informático, muy complejo, extraño, y ya de por sí, sometido al estereotipo social. Este personaje se rige ante una obsesión. Así como el agente Mills, en Seven, por encontrar al asesino, Mark tiene una testaruda necesidad por ser incluido socialmente, dentro de un círculo social o un exclusivo club, un tema también manifestado en su filme El juego (1997). Si bien existe una necesidad de Mark por alcanzar una fama dentro de la sociedad, dicha no se ve manifiesta en el poder o el dinero, sino en la aceptación. El ser parte, editor, creador del grupo social más famoso y con más miembros que cualquier grupo hermético, ya lo hace poderoso, una realidad inalcanzable si se presentara tal cual es, en su fisionomía geek.