martes, 29 de mayo de 2018

IX Festival Al Este: Pequeño cruzado

La película inicia con un momento de epifanía. Como si se tratase de un protagonista de alguna película de Bruno Dumont, Jenik (Matous John) es asaltado por un halo de luz que resplandece su rostro y parece otorgarle un mensaje divino. Pequeño cruzado (2017) es la historia de una búsqueda a consecuencia de un escape. Un padre intenta dar con el paradero su hijo, un niño no mayor de diez años que ha decidido partir de casa para liberar Tierra Santa. En pie a su objetivo, el viaje del anciano caballero nos fabrica una road movie un tanto inusual por su acción austera. Este relato medieval no reconoce enfrentamientos o cualquier agente de peligro que motive un acto violento, situación muy característica en una temporalidad convulsionada por los conflictos. Václav Kadrnka crea un viaje de caballería en tiempos de Guerra Santa sin recurrir a las armas o a la afrenta. Ajeno a lo que acontece en su coyuntura, la búsqueda del padre es más bien un derrotero solitario rumbo a la alucinación producto de la impotencia.
Pequeño cruzado no gestará encuentros con magos o seres fantásticos, sin embargo, a medida que el tiempo se aplaza –significativo como las secuencias se tejen sin premura– y las pistas del hijo son cada vez más difusas, el padre comienza a fabricar sus propios delirios y ansiedades. Aquí es fundamental la soledad y el silencio que acompañan al hombre. Al margen de los diálogos que pudiesen surgir, en su mayoría descripciones del hijo e interrogatorios a foráneos, se sugiere se está generando un viaje interno. Ni si quiera un aliado de paso interrumpe el mutismo o interiorización del hombre. El padre fantasea a fin de llegar a su hijo, no solo físicamente, sino que también aproximándose a su razonamiento, a los motivos que lo obligaron a partir. El largo trecho que el caballero hace le servirá para reflexionar. Por muy atípica que luzca esta road movie, este filme checo, así como tantos empadronados a este género, tiene como objetivo el desarrollo emocional de su protagonista. El padre asegura un aprendizaje al final del camino.
La película de Kadrnka para esto promueve un ambiente de aire místico. Argumentalmente, lo interior o espiritual se estimula desde el concepto de los cruzados –los llamados o elegidos de Dios–; estéticamente, mediante el uso de una fotografía sobrexpuesta con suavidad, la recurrencia a escenarios blancos e incluso la asistencia a actores de pieles níveas. Es como si la epifanía se posara a lo largo del territorio en algún momento de la mañana. Pequeño cruzado estimula porque, siendo un tópico medieval sobre un caballero al rescate de un ser amado, en lugar de crearse un trayecto de aventuras es un drama interior; el padre afligido por la ausencia del hijo, la consciencia de su vejez, de su decadencia física, aquella que lo inhabilita de ir a las guerras, la esencia de todo caballero, y además la decadencia mental. Ingeniosas son las secuencias en donde el padre no alucina, pero la realidad o la coincidencia se burlan de él. Una representación teatral, figuras de madera, una sombra tras una cortina. Václav Kadrnka es creativo cuando desea hacer flaquear a su protagonista.

lunes, 28 de mayo de 2018

IX Festival Al Este: Cercanía

La proyección de esta película programada el viernes 25 en el CCPUCP no estuvo en su formato original (cortada por arriba y abajo), y además no tenía una buena resolución.

Una relación clandestina revela la posibilidad de que está apunto de gestarse un melodrama que confrontará a los miembros de una familia, sin embargo, un acontecimiento corta esa atención y de paso despierta un viejo fantasma que cobijan las tantas etnias asentadas en los territorios rusos. Cercanía (2017) toma como primer giro dentro de su historia el rapto del hijo de una familia judía a manos de rebeldes. Una fuerte suma de dinero a cambio de la liberación es la que a fin de cuenta genera el enfrentamiento y resentimiento entre los personajes. La ópera prima de Kantemir Balagov toma como protagonista central a Ilana (Darya Zhovnar), la “oveja negra” de la familia, siempre yendo a contracorriente a las peticiones de sus padres. La intención de todos por rescatar al miembro faltante encontrará un punto alto de tensión para cuando la hija sea expuesta a un sacrificio.
El problema de Cercanía es su dispersión al gestarse su premisa. El secuestro, que lucía ser la motivación primaria, por momentos actúa como mcguffin al ir la historia prestando atención a otros trances. La hija recriminando varias escalas de dominación, además de un afecto desigual que percibe dentro de su círculo familiar, toman vitalidad respecto a la ausencia del hermano, el conflicto medular. A esto se interpone otro dilema: la relación amorosa entre la joven judía y un cabardino, algo no bien visto socialmente por la diferencia de etnias, provocándose un nuevo tema coyunturalmente importante. El filme de Bagalov sucede en territorio caucásico en 1998, a muy poco de haberse resuelto un tratado de paz en donde Chechenia otra vez pasaba al control de Rusia. El conflicto de etnias y recelo por lo territorial aún está en ebullición, y eso solo se manifiesta en la secuencia de un snuff.
Varios son los temas que se citan, mas poco se profundizan. Algunos incluso no reconocen los engranes pertinentes dentro de la historia en donde pesa la trama de la hija rebelándose. Cercanía pone en segundo plano casos extraordinarios, el del mismo secuestro o el conflicto limítrofe, y en su lugar da palestra a discusiones menores, como la relación madre e hija, que luce más irreconciliable que la misma separación entre rusos y chechenos. La película de Kantemir Balagov desaprovecha focos que estimulan, y en su lugar alarga la frustración filial mediante actos que asedian a la protagonista y aseguran su martirio. Larga coda le precede a la conclusión del conflicto solo para reafirmar sentimientos, gesto tan innecesario como el testigo que firma la presentación y despedida del filme.

viernes, 25 de mayo de 2018

IX Festival Al Este: Madre aterradora

Un tema frecuente, aunque expuesto a un filtro poco convencional. La película de Ana Urushadze toma por protagonista principal a Manana (Nato Murvanidze). La historia de esta mujer es la historia de Jeanne Dielman, Thelma y tantas amas de casa sobrellevando una rutina doméstica y luego rebelándose o liberando –que es lo mismo– sus represiones frente a una masculinidad en su versión patriarcal. Los enemigos de Madre aterradora (2017) son los padres represores, no los hombres. Ellos son los que gobiernan a su protagonista, y de paso dan señas de que sus dictaduras se extienden fuera del círculo conyugal. Es decir, las hijas son también atormentadas por los tiranos. Todo esto, Urushadze lo manifiesta a partir de un ambiente gélido, mortuorio, extraño y enfermizo, una ligera inclinación al thriller psicológico, risas que no son risas, sino que se confunden con el llanto. Hay un peso visceral que expresa Manana.
Esta protagonista es una escritora “en el clóset”, y como todo escritor, su literatura es una extensión de su biografía. Su nueva obra será núcleo del conflicto, creación que ha irritado al esposo de Manana y que, posteriormente, despertará prejuicios, tabúes, pero también encontrará un único fan, un hombre solitario, letrado, empeñado en contagiar a otros el valor que este observa en el libro de la mujer. Madre aterradora tiene la intención de promover una película que hace una demanda frontal frente al caso de una mujer asediada por las convenciones. Manana parece una especie de Emily Dickinson, revolucionando la literatura de su tiempo o localidad dentro de su propia ficción, pero fuera de esta será desaprobada por el canon. Lo cierto es que la película es argumentalmente evidente de inicio a fin. Por muy extravagante que sea la propuesta, aludiendo a criaturas míticas filipinas, su historia no propone giros. Su final ya estaba escrito antes de.

jueves, 24 de mayo de 2018

IX Festival Al Este: El otro lado de todo

Una puerta que ha estado cerrada por décadas es la premisa y metáfora de este documental. El otro lado de todo (2017) es un panorama histórico de la ciudad de Belgrado, de la llegada del comunismo en dicho país hasta su actualidad, ello contemplado desde un microcosmo: la casa de Mila Turajlic. En el hogar de la directora, la historia de esa ciudad europea parece englobarse. Dentro de la inmediación no solo permanecen los vestigios de la ex Yugoslavia, sino que además vemos representados a los actantes y personajes secundarios de su tránsito temporal; por un lado, los que reprocharon a los gobiernos de turno, y por otro, los que los respaldaron. Ambos bandos, a fin de cuenta, preservaron una sociedad sometida a una divergencia.
Desde que el comunismo estableció la norma de que todo hogar perteneciente a la clase media debía de ceder a una clase menor parte de su territorio, la puerta del otro lado no se ha abierto. Una familia ajena a la directora ha vivido por siete décadas en el cuarto del costado. Srbijanka, madre de la directora, desde los tres años no ha visto abrirse esa puerta. Ella se ha criado bajo el sesgo de una nación dividida, viendo a amigos marcharse por el solo hecho de pensar distinto. Se entiende por eso el activismo político férreo que la mujer cobija hasta su presente. Hay mucho de ella dentro de esta película. Sin embargo, El otro lado de todo solo pretende ser una biografía a Srbijanka Turajlic, y es más una biografía a un país que, salvo por la decadencia del comunismo, nada ha cambiado.
El documental de Turajlic es también un filme en proceso. Mientras se van registrando los indicios históricos a partir de los testimonios de la militante en cuestión, se va manifestando además ciertas fugas dramáticas. Es la directora olvidándose de ser la documentalista objetiva, y optando en su lugar a ser hija, la que recrimina las “prioridades” de la madre. Más adelante, vemos a la madre, que no deja de lado su rol político, y persuade a la  hija a abandonar la abulia frente a los acontecimientos sociales de su país. A propósito, es interesante cómo Mila Turajlic continuamente registra los reflejos de los vidrios que duplican a las personas, o a ella misma. El otro lado de todo revela a una sociedad desdoblada de su realidad; cuestionando su entorno, pero sin tomar acción.

miércoles, 9 de mayo de 2018

8va Semana del Cine Francés: Huérfana y Soy un soldado

Dos películas que acuden a argumentos convencionales, pero que resguardan un rasgo de redención.
Huérfana (2016) tiene una atractiva propuesta argumental. Una misma vida es narrada en cuatros momentos de forma retrospectiva, aunque cada fase interpretada por una actriz distinta. El director Arnaud des Pallieres se inspira de ciertos fragmentos biográficos de la coguionista de su filme, Christelle Berthevas, a fin de desarrollar la historia de una mujer que ha venido acumulando carencias, desafectos y conflictos desde su infancia. Todo empieza con un momento de aparente estabilidad en la vida de una persona hasta que el pasado le reclama una pena que no ha saldado. Entonces la historia se remonta a un pasado, cómo respondiendo a la introducción. A su vez, esta será respondida por una precedente. Y así hasta llegar a un tercer pasado. Huérfana cambia de protagonistas, nombres y actrices, pero sigue respondiendo a una misma vida; tal vez un deseo de darle universalidad a esa vivencia. Lo cierto es que cada testimonio acude al drama espontáneo, casi menesteroso.
Lo mejor de Soy un soldado (2015) es su arranque. Sandrine (Louise Bourgoin) ha perdido su trabajo y, aunque no lo comunique, su rostro expresa fracaso y desánimo. El retorno contra voluntad a su pueblo natal es el retorno de una hija avergonzada, fingiendo normalidad, aparentando frente a su familia una solidez en su vida. Lo triste es que se encuentra con una situación no tan lejana a la que trae desde la capital. Sus familiares, los que decidieron quedarse de “rezagados” en ese mismo pueblo, viven la rutina de sobrevivencia. La Francia –o la Europa– en crisis se expresa a lo largo del territorio, y el trabajo no garantiza sostenibilidad. Lo cierto es que nadie se queja. Es como si la conformidad los hubiera sometido a todos. Ya después acontece la típica historia del aprendizaje laboral y la moral puesta en jaque. Sandrine tendrá un acercamiento a su tío y el oficio de este. Un nuevo empleo y nuevas aspiraciones la alentarán a introducirse al negocio, adquiriendo por sí sola la maña.

lunes, 7 de mayo de 2018

Podcast: Avengers Infinity War

Primer podcast dedicado a la reciente entrega del universo Marvel. Se comenta en torno a los propósitos de Thanos, enemigo de la historia, su alusión a los postulados del pensador inglés Thomas Malthus, el protagonismo esencial de Dr. Strange y el destino como tema medular de la historia.

8va Semana del Cine Francés: La joven sin manos y Luisa en invierno

Dos películas animadas sobre personajes femeninos en pleno extravío dentro de un entorno de realismo mágico.

Basado en un cuento de los hermanos Grimm, La joven sin manos (2016) retrata las desventuras de una mozuela atada a una promesa impuesta. Como obedeciendo a la naturaleza de los escritores, el director Sébastien Laudenbach conduce su relato a una oralidad asociada a lo legendario y popular, a fin de asentarnos a una cultura medieval modulada por una realidad que separa el ambiente rural de lo civilizado; el primero es lugar donde conviven campesinos y seres fantásticos, el segundo propio de la realeza y los fieles vasallos. Al igual que casi todas las leyendas de los Grimm, en La joven sin manos tenemos a un protagonista intentando escapar de un ser mítico, lo que implica también burlar a un destino.
Laudenbach respeta y estimula la agresividad con que se define este mundo de condenados. Por mucho que esta historia aparente un virtuosismo infantil y poético, en este caso, crédito propio del aspecto visual que explota una técnica de pintado fauvista minimalista, no deja de descubrirse con crudeza ciertos tópicos que invocan una lectura adulta. Así como sucede en la literatura de los alemanes, en La joven sin manos la violencia y el despertar sexual son explotados con un aire de cotidianidad.

En Louise en invierno (2016) la protagonista, una mujer de apariencia octogenaria, se ve estancada en una ciudad a la que se acude solo en temporadas de verano. Imposibilitada de salir de ese territorio, ella se internará con la soledad contextual e inventará una nueva rutina. Esta película animada de Jean-François Languionie no tendrá una gran ambición visual, pero es la profundidad del drama la que compensa el aprecio por la misma. La historia reflexiona en base a la memoria. Es la trascendencia de las vivencias y el recuerdo, más allá que la materialidad de la presencia real.
En un inicio, Louise nos expresa la satisfacción de recibir los saludos de un público más joven, sin embargo, el resto de la película es ella viviendo el exilio de un personaje socialmente invisible. Louise en invierno se presta para una lectura apocalíptica sobre una existencia varada en un lugar, tal vez, donde aconteció su desprendimiento con lo tangible, postrada a repasar sus últimos acontecimientos, sometida por una memoria a corto plazo, capaz de repasar el pasado (sin recordarlo). Es la memoria flotando en el olvido y renaciendo de forma cíclica.

jueves, 3 de mayo de 2018

8va Semana del Cine Francés: Barbara

En La Venus de las pieles (2013), Mathieu Amalric interpreta a un guionista que ha encontrado a la actriz que pueda encarnar a la heroína de su pieza teatral, mujer ficticia que representa su filia por un deseo que en la vida real reprime. En este filme de Roman Polanski vemos la historia de un hombre fabricando una obra teatral que purga, satisface su deseo y de paso renueva su memoria. Es decir, es el autor concibiendo una creación para propio goce. En continuidad a este propósito, Barbara (2017) es un biopic en donde el mismo Amalric retrae este tema al interpretar dentro de su película a un director insinuando su afición por la desaparecida cantante francesa. Es un filme que por momentos da la impresión desatiende a conciencia su condición biográfica para ser un filme sobre la devoción personal. Y hay más. Es a partir de su alusión metaficcional que el director también recrea la “afición” en proceso.
Así como sucede en el documental de Jim y Andy (2017), en Barbara vemos a una actriz mimetizándose en el rol del personaje. A Brigitte (Jeanne Balibar) no solo la vemos aprendiendo sus líneas y canciones de Barbara, sino también inclinándose a ese rol de diva. La realidad y la ficción se confunden a partir de su presencia, en donde la vemos personificando a la cantante tanto dentro como fuera del plató. Mathieu Amalric descubre dos formas en que se teje el gusto por una personalidad y su producción. Los comportamientos de un director y una actriz, a través del fanatismo (y lo platónico) y la representación, no solo van provocando un tributo, sino que también van colaborando en la biografía, claro que bajo un orden atípico. El director y actor francés ya antes había realizado en La habitación azul (2014) un melodrama orientándose al drama criminal bajo una argumentación no tradicional.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Conferencia de prensa con Werner Herzog

El lunes 30 de abril Werner Herzog tuvo un pase fugaz por Lima con motivo de un taller que dirigirá en Puerto Maldonado. En una mañana el director compartió una conferencia de prensa y una Master Class. Les comparto un resumen del primer encuentro: