lunes, 30 de junio de 2014

4ta Semana del Cine Francés: Augustine

Al igual que en Un método peligroso (2011), la ópera prima de Alice Winocour evoca el testimonio de un tratamiento clínico. Augustine (2012) representa la relación de médico-paciente adaptada a una reminiscencia en principio sombría y luego melodramática. En el filme de David Cronenberg se podría decir que pasa lo mismo, solo que lo sombrío es más bien visceral, esto de comienzo a fin. Ahora, en referencia a ambas perspectivas respecto a sus contextos, se podría entender una cierta lógica correspondiente a dichas miradas. Augustine temporalmente sucede en el siglo XIX. La psicología por entonces recién comienza a entender los principios de la histeria, y esto mediante los estudios neurológicos de Jean-Martin Charcot. La ciencia y, sobretodo, la sociedad aún es escéptica. El fantasma de las posesiones y la brujería aún se están disipando, muy a pesar –tal como lo afirmaría Michael Foucault–, el conservadurismo Victoriano aún sigue latente. La liberación de la sexualidad femenina como tabú; el que se manifieste este síntoma ya era motivo de restricción y, posteriormente, cuestionamiento médico desde el “poder falocentrista”. De ahí la lectura sombría, entendido también como una temporalidad aún sórdida y oscura de la historia clínica.
Respecto a la contextualidad de Un método peligroso, el psicoanálisis por entonces ya marca un ingreso a la etapa moderna de la psicología. El tabú se venía librando de sus cadenas. Era tiempo de la liberación. La sexualidad femenina como punto de interés y de estudio desmedido, intenso o visceral, tal como lo observaría Sigmund Freud como el mismo Carl Jung. He ahí las premisas que distancia a ambas películas. Mientras el personaje principal de Un método peligroso libera sus deseos sexuales, el protagonista de Augustine los reprime. Son las tácticas o reacciones de dos épocas distintas, aunque vecinas. Charcot (Vincent Lindon) no solo reconoce a la mozuela Augustine (Soko) como un mero paciente más, sino también como su útil de estudio, uno que por cierto es perfecto y que responde de manera adecuada a sus notas clínicas. Augustine es la credibilidad médica (masculina, o fálica) que precisaba Charcot para institucionalizar su hipótesis: la histeria como afección neurológica. Ya luego sucede lo que se veía inevitable. El objeto de estudio convertido en “objeto del deseo”. Más allá del comportamiento ético, Charcot se resiste a entablar “algo” con la rebeldía sexual de Augustine motivado por sus prejuicios sociales. La joven cantante y actriz Soko realiza una lograda interpretación; una que gime, se retuerce y se toca en medio de convulsiones orgásmicas; comportamiento muy adelantado a la época del neurólogo.

viernes, 27 de junio de 2014

4ta Semana del Cine Francés: Michael Kohlhaas

Estén atentos a la interesante selección de películas que la 4ta Semana del Cine Francés trae para esta edición. Iremos posteando algunas críticas a las películas programadas.

Con una atmósfera sombría y una estética paisajista, Michael Kohlhaas (2013) no aspira a ir más allá del relato histórico. Basándose en una novela, el director Arnaud des Pallieres narra un acto de injusticia por el que es víctima un mercader de caballos, la posterior impunidad que sufrirá ante una Corte y, por último, el acto de venganza a manos del mismo agraviado. Esa es pues la clásica estructura de la tragedia que pesará sobre los hombros de Michael Kohlhaas (Mads Mikkelsen), el que fuera un día un próspero comerciante, hombre bondadoso y de fe, amado por su familia y respetado por su pueblo, para luego convertirse en un revolucionario, un perseguido que ajusticia con su propia mano, implacable y de una fe trastocada. 
Es el descenso del héroe, la pérdida de lo espiritual y lo moral; y los resultados son trágicos, por supuesto. Kohlhaas, sin embargo, no es un mártir francés más. Existe sí un acto de consciencia, aquello que lo conlleva a romper sus lazos con el Sistema, más su motivación no es clara. No existe por lo tanto una creencia matriz en Kohlhaas. Hay entonces una separación entre el acto de venganza y el acto de justicia. Michael Kohlhaas, por lo demás, tiene la buena interpretación de Mads Mikkelsen, igual de sombrío y casi mustio al momento de mostrar su lado emocional, semblante que se ajusta a una fotografía de contrastes oscuros. 

jueves, 19 de junio de 2014

Pasión Inocente (o Breathe In)

Una de las bondades de Like crazy (2011), drama romántico realizado por Drake Doremus, era que a pesar de plantear un fuerte romance entre dos adolescentes (luego, transitando a la madurez) separados contra su voluntad, no recrea ni provoca una suerte de dramatismo saturado. Doremus calcula y ajusta las emociones. Los amantes sufren, aunque “pisan tierra”. Dentro de la trama no hay espacio para locuras o sacrificios desmedidos, esos que transitan a la relación perfecta o al mismo happy ending. Esto mismo resuena en Breathe in (2013), último filme de Doremus, que nuevamente pone como protagonista a la joven Felicity Jones en su papel como Shopie, una estudiante de intercambio de origen inglés que será cobijada por una familia estadounidense habitante de los suburbios. Ahí conocerá a Keith (Guy Pearce), padre de familia, esposo incomprendido por su cónyuge y músico frustrado, con quien comenzará a forjar una relación a partir del mutismo, la soledad y esa misma frustración por ese arte que induce en ellos a una libertad restringida. Shopie obligada a dominar el piano a fin de reparar su orfandad biológica, Keith enseñando para una escuela a fin de mantener a su familia. Este será el precedente para el romance, uno que se creará con sutileza, casi por sí solo. Breathe in más que una historia sobre una infidelidad, es una drama sobre el fracaso (el real o el posible a llegar). La virtud en Drake Doremus está en la franqueza de los hechos. Hay un realismo antepuesto al “cuento de hadas”.

miércoles, 11 de junio de 2014

El mudo

La transparencia y la rigidez parecen sobrarle a Constantino Zegarra (Fernando Bacilio), juez instalado en una de las tantas oficinas del Palacio de Justicia, responsable de numerosas sentencias máximas a individuos que un día delinquieron la ley y que para su mala suerte chocaron con –tal vez– el más severo e implacable magistrado de toda la Corte Suprema. Lo cierto es que esto está a punto de cambiar. Si el protagonista principal de Octubre (2010) va camino a la redención, el protagonista principal de El mudo (2013) va rumbo a la perversión. Los Hermanos Vega realizan un segundo filme que nuevamente ajusta, complica y termina por volcar la rutina de un individuo dueño de una conducta, aparentemente, inquebrantable. Constantino en un mismo día será degradado, expectorado, ignorado y baleado. Y si no fuera suficiente, dicho accidente lo ha dejado temporalmente mudo, es decir, sin derecho a apelación o reclamo.
Irónicamente, El mudo relata una serie de injusticias del que es víctima este correcto juez, uno que asume que todo por lo que está pasando no es más que una vil confabulación en contra de su integridad judicial. Lo siguiente a lo que recurrirá Constantino será al protocolo policial correspondiente, el apoyo incondicional de su familia y su puro instinto. Todo esto, sin embargo, falla o simplemente no funciona al ritmo que esperaba. La indiferencia y su mudez parecen incapacitarlo, mas esto le ha sembrado una obsesión. El juez ha comenzado a jugar al detective. Constantino pasa sus días buscando pruebas, rastreando y hostigando a sus posibles agresores. El nivel de obsesión se ha filtrado hasta en sus mismos sueños. Dada la ausencia de resultados, es entonces cuando lo personal degrada incluso sus propios principios. Los Vega dinamitan la moral de un sujeto correcto con el fin de que este se convierta en un actor más de la transgresión. Del antiguo Constantino no quedará más rastro que las fantasías danzantes de su última escena. Lo que sí conversará es su sobriedad, una que por cierto le sobra (para tedioso) a El mudo.

viernes, 6 de junio de 2014

4 Festival Lima Independiente: Fantasmas de la Ruta (Competencia Internacional)

El cine de José Campusano parece seguir un patrón. Estructuralmente, es el manejo de dos móviles de acción. Dos historias con sus propias complicaciones que bien podrían contemplarse de manera independiente, para luego más adelante estas converger una contra la otra generando un conflicto mayor. Esto, argumentalmente, desatará a su vez un profundo dilema en sus protagonistas. Campusano retrata a personajes duales. Son pues agentes de la criminalidad, el sicariato, la prostitución y otras flaquezas, que muy a pesar conservan un rasgo mínimo de humanidad. Pero están también los personajes neutrales. Aquellos que si bien conviven con este entorno, se niegan a seguir este tipo de rutina. He ahí los protagonistas en donde recae el dilema mencionado. ¿Ceder o no ceder ante las consecuencias? Es decir, extinguir ese rasgo benefactor que intentaron conservar desde el principio de la historia, esto gracias a la misma contaminación de su entorno. El contexto de Campusano siempre es el mismo. El suburbio argentino en donde el delinquir la ley parece ser un acto institucionalizado, y donde es seguro que el individuo que se resiste a este vivir terminará fracasando o siendo “uno más”.
En Vil romance (2008) era pues la tensa relación de una pareja homosexual, pero también el intento de un padre por acercarse a su menor hija; en Vikingo (2009) un veterano motociclista intentando domar a un sobrino suyo y un segundo motociclista intentando escapar de sus errores; y, por último, Fango (2012) narraba la sociedad de dos músicos de tango-trash y también la de una relación extramarital. Cada una sostiene dos historias que a su camino se confrontarán y provocarán un serio conflicto. Campusano convierte un simple roce en algo más complicado. Hay un tratamiento de la tensión en base a estos pequeños roces. La práctica dialectica de este sector social es imprescindible al momento de armar las primeras asperezas entre sus protagonistas. Se podría decir que esta es la cuota en donde el cine de Campusano provee un realismo notable. Hay todo un manejo anímico sobre ser violento sin serlo, esto a través del solo lenguaje. Seguida a esta escala se manifiestan los primeros brotes de violencia. El realismo es más gráfico y, por lo tanto, más perturbador.
En el caso de Fantasmas de la ruta (2013) nada de esto es ajeno. Es a pesar de su amplitud que Campusano parte nuevamente de dos historias. Por un lado, una collera de motociclistas intentando localizar el paradero de una adolescente raptada, mientras por otro lado, es el padecimiento de la muchacha que ha sido raptada, víctima del secuestro y la explotación de mujeres. A partir de estos dos argumentos, el director desplaza una serie de personajes, grescas, pequeños enfrentamientos. Los protagonistas a su paso se van haciendo de cómplices y también de enemigos. El filme se desplaza por el thriller, el suspenso, el drama e incluso el western, notorio en una escena expuesta en las inmediaciones de un campo de cultivo. Curiosamente es aquí donde va emergiendo ese gran conflicto. El personaje de Vikingo pondrá en duda la cordura de Mauro, mientras tanto este se irá degenerando producto de las malas juntas. Más adelante, Mauro tendrá su propio dilema. Fantasmas de la ruta asiste a otro asunto frecuente en la filmografía de ficción de José Campusano. El tema de la redención como respuesta al cinismo social. En medio de la injuria o la traición, los que un día intentaron ser neutrales parecen reflexionar incluso hasta por sí solos. Muy a pesar, la historia para cada uno está escrita, y el final de esta casi siempre tiene consecuencias trágicas. El cinismo después de todo parece imperar.

lunes, 2 de junio de 2014

4 Festival Lima Independiente: Fish and Cat (Competencia internacional)

Distinto al canon establecido, Fish and cat (2013) se manifiesta como un filme que rompe todos los lazos que lo asocian al cine de autor iraní. Es lo concerniente al plano tanto formal como estético que aspira a una complejidad uniforme en lugar de un naturalismo llano. El director Shahram Mokri mediante un único plano secuencia, cámara al hombro, grafica pequeñas historias que van componiéndose de forma cíclica. El tiempo se repite una y otra vez, pero los personajes son otros. Los que parecían ser secundarios, al rato serán los protagonistas principales, mientras que los demás renuevan sus líneas y acciones. Todo aquí parece estar calculadamente ensayado. Temporalmente, el filme parece ser un solo extracto de 15 minutos, solo que la numerosidad de historias que gozan su propia secuencia, hace que todo sea más amplio.
La locación es única; una cabaña, un bosque y una laguna. La sonoridad extradiegética casi siempre es muda, más cuando se manifiesta es agresiva. Fish and cat no solo quiere ser complejo en su uso técnico y argumental, sino también sorteando géneros y además creando falsos estados de ánimo. La atmósfera muda de lo romántica a lo dramático, del thriller a lo absurdo. Mokri es ambicioso. De lo limitado desea descomponer una serie de situaciones y mecanismos. El hecho es que hasta cierto punto esto se convierte en un eco deficiente de una trama con interés. El letargo se siente en ocasiones. Ningún argumento tiene un peso valioso por sí solo. Fish and cat es una película con sobresaltos y para comprenderla como un todo, más no diseccionada. Es ambiciosa desde el aspecto de componer una película en una sola toma. Fuera de eso, no hay más, salvo que se asuma como un punto de diferencia en el cine iraní.

domingo, 1 de junio de 2014

4 Festival Lima Independiente: E agora? Lembra me (Competencia Internacional)

La memoria es el corazón en E agora? Lembra me (2013), siendo la agonía y la rutina placentera –aunque fugaz– de Joaquim Pinto, su director, las que componen ese modo de función aceleradamente pretérita, aunque inmortal. Desde la contemplación a una babosa arrastrándose en el fango, a la crianza y regado del vegetal inerte (alimento que siembra esperanza), pasando por el jugueteo diario con una pequeña jauría, a los escasos encuentros sexuales, ya casi difusos para la fragilidad física de Pinto; son acciones evocativas convertidas en fuentes fílmicas, pruebas fervientes de que “todavía existe” el personaje de Pinto, uno que lucha por recordar, por reclamar su propia memoria. “Ser” para ser. Joaquim Pinto, a medida que documenta su lucha personal contra una enfermedad, va recogiendo una serie de eventos que son curiosamente contrarios a la realidad trágica que padece. Es pues su estadía en un huerto portugués, lugar que hace una referencia simbólica al beatus ille, espacio que lo aparta de ese “mundanal ruido” y lo transporta a esos instantes absolutamente valiosos y marcados de una felicidad minimalista. Hay, sin embargo, un calendario que siempre lo absorbe a la fatalidad.
Pinto cada cierto tiempo se moviliza rumbo a España, espacio donde será bombardeado por una serie de test y se le dispondrá una ración de medicamentos. Es entonces cuando se recuerda nuevamente al paciente que padece una enfermedad terminal, se dan a relucir sus efectos secundarios, y ese regocijo fruto del campo se traslada a un plano del pasado. Es la alegría y la memoria que se diluyen, una que incluso Pinto sufre en su mismo albergue paradisiaco a cada que lucha por armar un monólogo equilibrado o cuando de pronto el desgaste físico entra en crisis.  E agora? Lembra me, en medio de las escenas optimistas, reluce con dureza el quiebre corporal y sobretodo emocional. Pinto se desespera por recordar, trata de citar lo que ha hecho hace algunas horas o en días atrás. Joaquim Pinto sigue la senda de Chris Marker y Jonas Mekas sobre el diario vuelto documental. Su producto como una serie de notas, apuntes, videos, filmes que parecían extraviados, amigos que ya no están. Es el “reencuentro” cinéfilo con personalidades como Joao César Monteiro o Robert Kramer. Pinto también quiere dejar su legado.