sábado, 30 de octubre de 2010

The Town (o Atracción peligrosa)


Boston es descrita como una de las ciudades que posee tantas bóvedas de bancos, como asaltantes de estos recintos. Doug MacRay, cabeza de una banda de ladrones, es uno más dentro del oficio, al parecer, perteneciente a un grupo social laboral sectorizado por una urbe que, a pesar de todo, congrega un espacio perteneciente a la clase burguesa, naturaleza distinta a lo que podría imaginarse de una ciudad que, según comentarios, parece ser criadero de malhechores. La ciudad de Boston guarda sus propias apariencias, así como también el rostro del crimen.
Ben Affleck actúa y dirige su segundo filme haciendo referencia una vez más al rostro de la delincuencia en la ciudad de Boston. Su ópera prima, Gone, baby gone (2007) retrataba el lado dramático de las consecuencias criminales, perfilándose hacia un thriller policial y más humano. The town es por igual un drama aunque, este en contraparte, observa la mirada del criminal; el testimonio de un sujeto redimido por el amor hacia la persona menos indicada. En filmes como On the waterfront (Elia Kazan, 1954) o Sangre por sangre (Taylor Hackford, 1993), se observan dos claros ejemplos que redimirse no es una tarea fácil, no después de haber sido criado en un barrio hostil donde existe una única ley como única opción: transgredir.
Luego de haber asaltado un banco, Doug y sus tres compañeros se han percatado que dejaron un cabo suelto. Claire (Rebecca Hall), la gerente del banco, en un momento de nerviosismo fue tomada rehén para luego ser liberada en el camino. El problema es que se cree que pueda saber lo necesario para delatar a los asaltantes enmascarados. Es con esto que se abre el espacio necesario para que Doug, quien se asignará para investigar de cerca a la mujer, pueda relacionarse con Claire más de lo debido. El amor es predecible y como era de esperarse, el drama también. Affleck otorga al personaje de Doug, a quien el mismo director interpreta, el planeamiento de lo que sería su último golpe, algo que nunca parece suceder. Así como sucede en las películas de gansters, la ciudad de Charlestown posee una mafia encubierta, aunque liberada de las telas italoamericanas o estereotipos irlandeses. Fergie (Pete Postlethwaite) es el jefe, casi proxeneta, de esta estirpe de delincuentes que parecen no tener escapatoria frente a esta única alternativa.
Doug reconoce además otros dos rostros que hostigan sus ganas de cambiar su estilo de vida. El eterno agente del FBI, Adam Frawley (Jon Hamm), será su persecutor y sabueso durante una jornada que parece estar al borde del colapso. Frawley posee las sospechas, más no las pruebas de acusar a Doug como el obrero de múltiples asaltos. Jem (Jeremy Renner), amigo de Doug, miembro de la banda, será, sin embargo, su máximo verdugo. Affleck ha aprendido que los verdaderos enemigos son tus más cercanos, y Jem es el prototipo perfecto. Motivos no le faltan luego que él fuera encarcelado por nueve años de prisión tras encubrir a Doug de un lío. Jem, como miembro de la banda, es el perverso, el rebelde del grupo, es la amenaza andante que parece complicar más la situación debido a su estado impulsivo. Un pequeño tufo de lo que era la personalidad de Tommy de la película de Martin Scorsese, Bueno muchachos. Jem parece arrastrar esas breves reminiscencias del personaje de The hurt locker; un poco de simpatía con una mezcla de locura, peligrosa combinación.
The town posee en ciertas ocasiones una gran cualidad. Existen momentos de tensión los cuales evocan instantes de drama, aunque son las escenas de acción las más sobresalientes en generar este estado de ánimo. Dos ejemplos que valen mencionar son las escenas del restaurant y el estacionamiento de un estadio de beisbol. En el primero, es el almuerzo entre Doug y Claire que se ve interrumpido por la presencia de un cínico Jem, quien esconde en el cuello un tatuaje que era prueba fundamental para que la joven desenmascare la identidad de los atracadores. La escena se ve suspendida por una conversación llena de ironías y desconciertos reflejados en el rostro de Doug, que al igual que el espectador, era el único que sabía la verdad de todo. La segunda escena describe instantes de finalizarse un tercer atraco por la banda de malhechores que serán sorprendidos por agentes del FBI a las afueras del estacionamiento, e inclusive dentro de él, no a sabiendas de los asaltantes. En las escenas de persecución se percibe como único atractivo el encaramiento de la cámara frente, y cercana, a la zona trasera del móvil perseguido. Las calles angostas son además un factor fundamental que hace de estas dinámicas sean más agitadas y estrepitosas.
The town, según la crítica estadounidense, se perfila como un posible candidato a los premios Oscar. A diferencia de lo que pudo haber realizado Ben Affleck en su carrera como actor, parece estar recompensando dichas derrotas en su labor como director. Por encima de ello, su último filme podría pasarse como uno de los más representativos, tan solo, dentro de esta temporada. The town no muestra nada nuevo. La vida de un criminal que es la excepción dentro de un grupo de criminales no es una historia nueva. Queda por valorar las buenas actuaciones de Jeremy Renner, Pete Postlethwaite y Chris Cooper, siendo la participación de estas dos últimas, mínimas pero de buen calibre.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Un hombre soltero (o Un hombre solo)

En 1962, en EEUU, la Guerra Fría parecía avistar su momento más crítico. Las noticias anunciaban que Cuba, una de las capitales del comunismo, era base de misiles soviéticos. El país entero estaba inmerso en una profunda crisis política y emocional. Ese mismo año, en la ciudad de California, George Falconer (Colin Firth), un británico maduro y docente universitario, vivía para entonces su propia crisis. Un hombre soltero es la historia sobre la crisis personal, siendo el amor, la identidad y la soledad los grandes protagonistas dentro de este filme.
Tom Ford, reconocido diseñador estadounidense, dirige esta ópera prima que representa el estado de tres personajes perturbados emocionalmente, que, sin embargo, serán neutralizados por un mundo optimista y gráfico. George, luego de haber vivido 16 años con su pareja, un joven homosexual muerto en un accidente automovilístico, observa una mañana el suicidio como una alternativa. Un hombre soltero es un día en la vida de un hombre solitario, víctima de la incapacidad de seguir llevando su rutina pesimista, aquella que siempre fuera neutralizada por la presencia de Jim, su amante, una persona que, al contrario de George, vivía sus días con júbilo y libertad.
Charley (Julianne Moore), una británica, y mejor amiga de George, es víctima de una soledad producto de un matrimonio frustrado, el cual nunca supo disfrutar. A puertas de los cincuenta años, Charley es incapaz de dejar atrás su amor platónico que siente por George, quien fuera su pareja largos años atrás. Kenny (Nicholas Hoult) es alumno de George, un adolescente que sostiene una relación ficticia con su enamorada, siendo incapaz de aceptar con total libertad su homosexualidad. Los tres personajes, si bien están ligados por una soledad, cada uno se localizan en tiempos distintos.
George manifiesta su soledad respecto a su futuro. Su mismo estado pesimista lo obliga a consultarse por el mañana, siendo siempre su respuesta similar al de anteriores días: “sobrevivir, un día como ayer”. Charley es un personaje que sostiene su soledad desde su pasado. Sus días pasados con George son los responsables de mantener una vida teatralizada a base de engaños, como sus mismas citas que funcionan como un transporte a su vida en Gran Bretaña. Kenny por su lado, se cuestiona su presente, esa indecisión sobre su identidad, aquella que lo mantiene aislado de su círculo social.
Los tres personajes son víctimas de un miedo que está siempre relacionado con la soledad, aquella que les impide mirar al frente. George, al ser el único que encara el futuro, responde a unos deseos suicidas, aquel que observa con mayor proximidad ese temor que evita, pero también atrae. George, Charley y Kenny atraen y captan sus miedos, a medida que intentan negarlos. Ellos, sin embargo, se ven equilibrados por un reflejo de ensoñaciones. Es a través de las remembranzas del pasado, las fantasías representadas o las vivencias de un vida aparente, que los personajes encuentran la oportunidad de reconocer una moderación a sus trágicas vidas.
Tom Ford recurre así a los matices cálidos que avivan la piel y enrojecen más el brillo californiano. Un hombre soltero a veces parece ser más una sesión de fotos que una película. Los rostros pálidos de los personajes, una y otra vez, se ven prendidos y apañados por los efectos visuales siempre recurrentes. La película posee una gran cantidad de imágenes simbólicas y oníricas, que en momentos se duda lo que podría ser real o fantasioso, como es la presencia de una misteriosa niña a ojos de George. Ninguna de las actuaciones captaría la atención, si no fuese porque se observa a un Colin Firth haciendo lo que no es usual dentro de su filmografía. Tom Ford hace un breve homenaje a las películas Psicosis (se observa un afiche pegado en un muro) y Vértigo (se utiliza una pieza del soundtrack) de Alfred Hitchcock; ni si quiera el gesto lo salva. No recomendable.

domingo, 24 de octubre de 2010

El último exorcismo

La historia de niñas poseídas por el demonio parece aún no terminar. Desde el estreno de El Exorcista (1973), no ha habido película que haya causado similar impacto a la película de William Friedkin. Si tomamos memoria de una de las escenas más memorables de este filme de horror, muchos elegirían las piruetas por las escaleras de la inocente Reagan o la muy citada torcida de cuello en 360°. Dichas imágenes posiblemente son una de las fuentes directas que muchos directores desearían igualar, y ahí es donde se manifiesta el primer error, o más bien “horror”. Sí algo le sobra a las películas de terror hoy en día, son los sonidos estridentes y repentinos, y el abuso de los efectos especiales. Es asì como el exorcizado ya no solamente baja por las escaleras, sino camina por los techos, ya no solamente hace girar su cabeza, sino se la saca y lo vuelve a su lugar. Naturalmente, el suspenso y el verdadero terror, quedan en segundo plano.
El último exorcismo de Daniel Stamm marca la diferencia entre las secuelas e imitaciones del famoso filme de Friedkin. Es a diferencia de las otras películas sobre exorcismos que su director no se atreve a recurrir a las mismas marcas del cine de terror actual. El último exorcismo posee los efectos especiales necesarios para la historia y, en contraparte, estos podrían ser casi deficientes, ya que es natural que el espectador espere a ver más que una torcedura de cuello y miembros dislocados en el cuerpo de una niña. La historia se podría ubicar dentro del género de falso documental. Al igual que películas como [REC] (2007) o Actividad paranormal (2007), El último exorcismo está basado en el documental que le realizan dos jóvenes a la última sesión del reverendo Cotton Marcus (Patrick Fabian) y su exorcismo a una niña, supuestamente, poseída por el demonio. Marcus confiesa haber perdido la fe, así como la existencia de demonios que se apoderan del cuerpo de las personas. La historia se centra cuando los tres mencionados tendrán que viajar hasta un pueblo que es zona de cultivos, donde conocerán a Louis (Louis Herthum), un granjero, y sus dos hijos adolescentes, Caleb (Caleb Landry) y Nell (Ashley Bell), siendo esta una niña de 16 años y, según su progenitor, poseída por almas demoníacas.
Tres factores fundamentales se pueden identificar en el filme de Stamm. Dos primeros serían el fanatismo y la pérdida de fe. El personaje de Cotton Marcus es un hombre que ha perdido de la fe, muy a pesar es el “showman” de una iglesia evangélica. El inicio de la película es casi una breve biografía de la vida de Marcus, hijo de, también, un reverendo que desde niño lo inculcó a predicar para su iglesia, orando y sanando los espíritus de las “ovejas descarriadas”. Marcus ha llevado una vida de una figura emblemática para su iglesia, siendo casi una estrella de rock para sus seguidores. En paralelo, su vida familiar se ve perturbada por la presencia de su único hijo, quien habría nacido prematuramente y por eso mismo es dócil inmunológicamente. Seguido de ello es cuando el reverendo confiesa su pérdida de fe, y es por eso que ha convocado a los dos documentalistas para que cubran lo que sería su último exorcismo (una actividad usual en su tarea como reverendo), acto que según sus experiencias, será toda una puesta en escena, casi como su mismo oficio religioso.
Stamm atrevidamente utiliza a un agnóstico para que sea un mediador de fe. Esto, muy aparte de lo que está por suceder, es un medio atractivo al provocar un juicio anticipado de lo que podría pasar. Hay una cita directa al El exorcista. El padre Karras, si bien creía en Dios, este pasaba por un conflicto de fe, ello producto de su alcoholismo y su vida personal. Entonces, es más trágico (o espeluznante) ver a un incrédulo de fe intentando hacer un exorcismo, que a un cura conservador haciendo lo suyo. El atrevimiento de Stamm se incrementa cuando toma a toda una congregación (o un pueblo) y la convierte en una secta encubierta. El último exorcismo así se perfila como un filme lleno de ironías, donde el que parecía ser no era realmente.
Un tercer factor es sobre la pubertad femenina, algo que nos remonta a la película de Brian De Palma, Carrie (1976). La pubertad naturalmente se relaciona con la sexualidad femenina, esta como una germinación del pecado. En ambas películas se puede observar la presencia de la madre castrante. Nell hace años ha perdido a su madre, víctima de un cáncer “de mama”. Los celos que son propios de la madre para los hijos, fueron heredados al padre. La imagen de Louis es la de un padre sobreprotector, casi enfermizo, velado además de un fanatismo "personal". Es personal debido a que Louis no cede a la religión de su misma iglesia evangélica (representado en el filme como el recinto del fanatismo). Al igual que en Carrie, la presencia de la madre es asfixiante y perturbadora, subordiana también a la religión. Con esto podemos concluír que la imagen del padre-madre es un catalizador que evoca el terror.
El último exorcismo hubiese sido una buena película si no fuera por su desacertado final. Daniel Stamm en gran parte del filme sabe manejar el suspenso y aprovechar los momentos de terror. Ninguno de ellos se vuelca a la exageración ni a “vuelta de tuerca” de los sonidos repentinos que hacen saltar al público de sus butacas. El terror que impone en el transcurso de la trama no es falso ni tramposo. Los escenarios son adecuadamente seleccionados. Los espacios abiertos pero oscuros, entre pastizales y corredores estrechos, son lugares donde lo diabólico reina. Las escenas del cuerpo de Nell en pleno climax demoníaco son generosas y suficientes, y lo que es mejor, es que se hacen esperar. Son apenas cinco minutos los que se ve a la adolescente posesionada por el espíritu maligno. El último exorcismo es escaza del gore. Todo el rodaje contiene tan sólo manchas de sangre, dibujos tétricos (una fuente muy citada, pero, sin embargo, efectiva en medio de la oscuridad) o gritos, tópicos que empañan al espectador de un gran desconcierto. Las actuaciones siempre provocan verosimilitud, sin embargo, la presencia de Caleb, el hermano de Nell, es absolutamente la mejor performance. Una de las mejores escenas es la primera aparición de Caleb. Es de día y a campo abierto, pero es su mirada y su tono de voz diabólico (él parece ser el poseído) los que manifiestan esos momentos de mucha tensión.
En conjunto, El último exorcismo termina siendo una mezcla de El proyecto de la Bruja de Blair (1999) y The reaping (2007). El final no es justo para una película que había logrado su cometido en el terror. La cámara que corre a campo traviesa es un refrito que posiblemente se veía aproximar, aunque no en tal estado. El desenlace además de ser ineficaz es precipitado, casi fugaz, dejando en un profundo enigma ciertas preguntas: ¿quién desvirgó a Nell? ¿Fue el chico de la cafetería, tal como lo habría confesado la misma Nell? ¿Es acaso el mismo joven el diablo? ¿Era en realidad gay?

jueves, 14 de octubre de 2010

Octubre

El minimalismo, el realismo y la ironía, van de la mano en la película peruana Octubre, dirigida por los hermanos Daniel y Diego Vega, ganadora al Premio del Jurado “Un certain regard”, en el Festival de Cannes. Los hermanos Vega citan la temporada del “mes de los milagros” como un medio para crear una historia arraigada al costumbrismo peruano, reflejado de “personajes tipo” que representan sus vivencias y dolencias, estas siempre abiertas a una mirada universal, aunque apoyados desde nuestra cotidianeidad.
Octubre parte lo que podría ser nombrado como un “chisme de barrio”. Este es superficialmente la novedad de un contexto en específico, más aquella encierra una cadena de privacidades. El chisme aquí sería que la Cajamarquina (una prostituta) ha abandonado a su hija recién nacida en el hogar de Clemente (Bruno Odar). La niña, producto de las visitas sexuales entre los mencionados, se ve ahora en manos de este prestamista, personaje huraño y solitario, que tendrá que arreglárselas para cuidar a la niña mientras va en busca de la madre prófuga.
Los hermanos Vega representan la intimidad de este hombre con un tono de humor y encanto. Películas como Chicha tu madre, Madeinusa y Paraíso poseen esta marca que Octubre decide adoptar. En estas se reconoce la figura de un antihéroe que parece ser un imán de infortunios. Sus malas experiencias se ven contextualizadas con los silencios, la inexpresividad de sus gestos, el congelamiento de sus reacciones. Son estas situaciones la antesala a un acontecimiento desafortunado para el personaje, mientras que para el espectador resultan ser cómico, esto no representado en risas crueles, sino, más bien, risas generosas y piadosas para el personaje. Es mediante los infortunios que Clemente, el antihéroe, va ganando sus adeptos.
Octubre presenta además a otros dos personajes: Sofía (Gabriela Velásquez), una devota al Señor de los Milagros, y Don Fico (Carlos Gasols), un anciano que está ahorrando dinero para sacar a su enamorada del hospital. Estos junto con Clemente forman una triada de la soledad. Clemente lucha por vivir en su soledad, Sofía por abandonarla, y el anciano por negarla. Cada uno responde a este tema respecto a sus situaciones. Clemente al ser un prestamista, este se obliga a ser apático, sin amigos, ni familia, exiliado dentro de una burbuja inquebrantable. Sofía se esfuerza por la búsqueda de una familia que es incapaz de obtener. Su único medio de escape a su realidad, es su devoción, los rezos y los recorridos en el mes de octubre. El hábito resulta ser un disfraz que no evita a su personaje lucir el desnudo de sus piernas, mientras coquetea con deseos lujuriosos. Don Fico, por su lado, está ingeniándose de un plan para poder escapar con su enamorada (ella se encuentra aislada en un hospital) a alguna provincia. Existe una negación hacia la soledad, no por la mera ausencia de su enamorada, sino por su misma vejez, aquella situación destinada al olvido, a la soledad.
Sofía y Don Fico tienen la oportunidad de poder contemplar sus deseos, más estos nunca se ven concretarse. En gran parte de los sucesos, los hermanos Vega ponen en actividad el imaginario de los espectadores para que sean ellos mismos los que expliquen o concluyan las escenas de la historia. Don Fico podrá salir de la capital junto a su enamorada. Sofía, al ser destinada al cuidado de la niña de Clemente, observa en esto la posibilidad de formar una familia junto al prestamista. A los personajes se les extiende las oportunidades, más estás no terminan por concretarse. Está la interpretación del público si desea observar esto como una señal esperanzadora o un camino a lo inevitablemente adverso. El caso de Clemente es distinto.
La presencia de un billete falso a manos de Clemente es un medio que sus creativos aprovechan para remarcar la amoralidad arraigada en este personaje. El deseo de deshacerse de ella da paso a las situaciones irónicas de las que se ve envuelto. El billete falso pasa a ser su estigma del cual parece no abandonarlo, es un cargo de conciencia que de pronto se ha materializado a raíz de sus afanes de continuar viviendo su vida de prestamista, de hombre hosco y solitario. A diferencia de los otros personajes, Clemente encontrará lo opuesto a sus deseos. La presencia del bebe será su medio para redimirse, así como la oportunidad de Sofía para poder conseguir una familia. Clemente al haber experimentado un quiebre en su rutina con la presencia de la niña, este se ve expuesto a experimentar lo que siempre se había esforzado por negar, la compañía y el afecto de una familia. Al final de la película tampoco podemos asegurar sí Clemente ha optado por abandonar la obsesión por ese mundo solitario; lo que sí se afirma, es que él no es el mismo. Ha ocurrido una especie de milagro.
Respecto a esto, un tema importante en Octubre es sobre la religiosidad, vigente con una presencia-ausencia. Las celebraciones a la procesión del Señor de los Milagros, el fervor, los milagros y otros distingos de esta temporada, son una mera excusa para que se pueda contextualizar una historia de tres personajes inundados por la soledad. La tradición del “mes morado” apenas se asoma en medio de la historia. Una que otra vez se ve el peregrinaje de la procesión o la imagen fotográfica de un Cristo alumbrado por una vela y el murmullo de un rezo, más este, el mes de Octubre o, lo que representa, el Señor de los Milagros, nunca logra tomar una presencia absoluta, de ahí su ausencia. Los hermanos Vega titulan su película de tal forma que durante todo el transcurso haya una ruta inconsciente, que los sucesos de la trama sean relacionados con “nuestra” herencia religiosa. El que se tome la imagen del Señor de los Milagros (pintura exclusiva de la capital limeña) no ahuyenta a que el espectador externo, ajeno a esta realidad, de por ignorada la intención de la película. Cada localidad contiene un imaginario específico sobre lo que representa su religiosidad, sea esta manifestada en una imagen o en una simple creencia de fe. Lo que los Vega intentan provocar es que se interprete la realidad de la “soledad” (un tema universal) contextualizado desde, lo que para cada uno son, las leyes de nuestro imaginario (ideología, cultura o religión).
Octubre apuesta por un encuadre fijo. La estabilidad del enfoque y esa indiferencia de que los personajes siempre deben de permanecer dentro del cuadro, son rasgos que van caricaturizando la historia, esta vista como un prototipo comic. En un momento vemos a Clemente sentado en la parte trasera de un taxi, mientras que en la siguiente escena lo vemos tirado al borde de una calzada. Si existe un movimiento brusco que ponga fuera de escena o cercene la cabeza de alguien importante dentro de la escena, no hay necesidad de alarmarse. El estilo que proponen los hermanos Vega expresa un límite contextualmente narrativo. Octubre crea seriedad y credibilidad desde el desenvolvimiento de sus actores (en su mayoría del género de teatro) hasta la contemplación simplista de sus tomas cortas. Octubre, dentro de su minimalismo, encierra una segunda meditación luego de finalizado el filme. Los Vega, mediante la sutileza que tienen para dejar finales abiertos en la historia, provoca al espectador cuestionarse, desde su imaginario, sobre la conclusión de los hechos. Octubre es un filme logrado.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Haciendo "La Vigilia" a "¿Como se hace cine en el Perú?" en "Octubre"

Este mes de octubre el cine peruano aguarda dos estrenos en la cartelera comercial: Octubre de los Hermanos Vega y La vigilia de Augusto Tamayo. El primero merecedor de distintos reconocimientos, siendo el de “Una cierta mirada” en el Festival de Cannes el más llamativo, y el segundo, la final de una trilogía iniciada por su director con El bien esquivo, película que recientemente se ha alzado con el premio mayor en un festival de Egipto.


El Centro Cultural Peruano Británico anuncia además, se realizará todos los jueves del presente mes una serie de conversatorios que llevan como título: ¿Cómo se hace cine en el Perú?, mesas que contaran con distintos personajes que manifestarán sus testimonios y proyecciones dentro de la producción de cine en el Perú. Como mencionamos, las fechas serán todos los jueves de octubre a las 7:30pm en el local del Británico de Miraflores (Jr. Bellavista 531/Malecón Balta 740) con ingreso libre. El cronograma es el siguiente:


Jueves 7: El primer impulso: el guión. ¿Cómo se escribe uno?

Invitados: Eduardo Adrianzén (guionista), Emilio Bustamante (guionista, docente y crítico) y Enrica Pérez (cineasta)


Jueves 14: Presentación y gestión del proyecto (no es tan fácil como colgar algo en YouTube)
Invitados: Luis Quequezana (músico y cineasta) y Enid “Pinky” Campos (productora de Días de Santiago).


Jueves 21: El financiamiento: ¿cómo se consiguen los recursos para filmar una película?
Invitadas: Ana María Roca Rey (productora de Tarata) y Nathalie Hendrick (productora de Una Sombra al Frente).


Jueves 28: Presentación del libro: “Confesiones Fílmicas. 12 Lecciones de directores sobre cómo se hace cine en el Perú”, con la participación de Emilio Bustamante y Luis Quequezana; y conferencia acerca de La distribución: ¿cómo se estrena una película peruana en los cines?

Invitado: Héctor Gálvez, director de Paraíso.


Moderadores: Pablo J. Ruiz y José Tsang, autores del libro “Confesiones Fílmicas. 12 Lecciones de directores sobre cómo se hace cine en el Perú”.

lunes, 4 de octubre de 2010

Ella

Aviso de spoilers. Se recomienda ver la película antes de dar lectura a la siguiente crítica.
Un cuerpo desnudo (2008), de Francisco Lombardi, había sido cuestionado en su momento porque reflejaba un cine retratado en términos teatrales. Lo posible y lo real se encontraba confrontado dentro de este filme al no ser capaz de establecer los límites de la ficción. La historia de un grupo de hombres reunidos por la presencia de un cuerpo inerte, era entendida más no concebida al verse el modo en que se desenvolvían cada uno de sus personajes realizando actitudes no congruentes frente a su realidad delictiva.
En Ella, Lombardi decide una vez más recurrir a ese “cuerpo desnudo”. Otra vez, la presencia/ausencia de un objeto inerte será el eje temático de esta historia, aquel objeto que es el punto central donde los personajes (masculinos) tendrán opción de meditar y cuestionarse; esto no con la intención de una redención, sino más bien de una pura necesidad que han precisado compartir consigo mismos y con los que estos creen verse reflejados. Vamos por partes.
Ella narra la historia de Alfredo, un pintor, y Luna, pareja del mencionado, y además, musa del mismo. Ambos sufren de la misma rutina, siendo la única diferencia que uno pinta y la otra posa para el pintor. La pareja, en la primera escena, se ve sumergida en un espacio aislado, entre mezclas y lienzos, entre cuadros acabados y a medio hacer. Lo característico se manifiesta desde su inicio: Alfredo, el pintor, está pasando por un momento de poca inspiración. Hace y rehace la pintura, boceto tras boceto, pero ninguna parece resultar de lo que espera. Desde el principio, Ella anuncia la separación de la pareja; la relación entre el artista y la musa (medio donde el artista encuentra su inspiración) parece no funcionar.
Escenas siguientes nos enteramos que Luna está a punto de abandonar a Alfredo. La insatisfacción por la rutina ha descubierto el lado infeliz que vive la mujer, una situación que el pintor no podrá comprender al estar del otro lado de esa realidad. Los escasos diálogos y acciones son la realidad misma de la pareja: un pintor obsesionado por el mundo artístico que busca su creatividad, y por otro lado, la mujer, hasta ese momento, parte de un utensilio más, un objeto que posa inerte para los ojos de un pintor que pasa por un momento frustrado.
Un accidente entre la pareja, a raíz que el pintor se enteró del intento de abandono de la mujer, ha dejado sin vida a Luna. El tránsito de esta, de pasar a ser musa, para ahora ser cadáver, no ha cambiado del todo. Luna parece seguir posando, esta vez en una bañera llena de cubos de hielo, recinto eficaz para que la musa no pueda perecer, y así el pintor no pueda perderla por completo. Desde este aspecto, es preciso separar al artista del hombre, siendo este último el que ha sufrido la pérdida, mientras que el pintor aún goza de su musa.
Un tercer personaje se suma a la trama, el amante de Luna, sujeto que termina siendo, o más bien, decidiendo ser cómplice de Alfredo. Lo que había sido un filme silente con escasos diálogos, se vuelve un confesionario y de continuo diálogo. Mediante lo afirmado podemos anteponer que Ella, si bien podía haberse encaminado a un thriller, terminó siendo un drama más. La idea de un asesino, un cadáver y un hombre que buscaba explicaciones, anteponía los caracteres suficientes para convertirse en un filme de tal género.
Volviendo a lo argumental. El encuentro entre ambos hombres generará más que una presentación. Es mediante el diálogo entre Alfredo (lo real para Luna) y el amante (la fantasía para Luna) que surge un encuentro consigo mismos, y esto a raíz de la muerte de Luna. Es así como la mujer muerta, ausente en la vida de estos dos hombres, está también presente, al ser motivadora de una reflexión que, muy a pesar, logran conseguir a través del otro hombre. El “cuerpo desnudo” es el eje temático, es apenas el motivador que empujará al hombre a reconocerse, y esto a través del encuentro con el “otro”. Alfredo conoce al amante de su mujer, aquel que también amaba a Luna, aquel que también creía conocerla por completo, aquel que creía la poseía tan solo para sí. Alfredo y el amante terminan siendo los mismos, pues ambos giran en torno del cuerpo, esto los convierte en cómplices.
En comparación, Ella posee una mayor verosimilitud frente a los principios de Un cuerpo desnudo, tanto en el nivel de trama como en la construcción de sus personajes. El personaje de Alfredo es el más logrado, pues parece comportarse dentro de lo que sus convicciones le permiten razonar. La obsesión por la pérdida de la musa, frente a la pérdida de la amada, se ven confrontadas, casi a iguales. Por un lado está la persona con la que ha convivido durante ocho años, por otro, está la inspiración de su arte inclinada a la imagen ideal para sus cuadros. Los momentos solitarios y mudos, son necesarios para construir la imagen de un personaje evacuado en un mundo individual e inalcanzable.
El aislamiento y lo parsimonioso de los detalles de este personaje, son el tónico de misterio que envuelve a Ella a una película cercada a lo extraño. Alfredo y su soledad poseen de mucha interpretación que la misma trama no te manifestará sino hasta pasada la mitad de la película. El encuentro con el tercer personaje es otro momento tentador. Hasta ese instante Alfredo era el asesino, y es este mismo, quien decide cazar a su propio cazador. El amante busca las razones de la ausencia de Luna, sin saber que es la misma “razón” quien lo está buscando, siempre sutil, anónimo, escabulléndose de un lado a otro. El misterio lo llena por completo el personaje, bien interpretado, de Paul Vega.
El desliz se presencia cuando este tercer personaje, interpretado por Rómulo Assereto, quien además tuvo una performance encaminado a lo teatral, ha entrado en la escena del crimen, esto porque, fuera de las interpretaciones discursivas, la alianza con Alfredo resulta ser un absurdo. Como sucedió en Un cuerpo desnudo, el amante no parece actuar bajo la ley de la naturalidad. El comportamiento del personaje de Assereto no antepone las razones suficientes para justificar sus actos o decisiones.
Ella justifica, a pesar de repetirse este problema, lo compartido por el mismo Francisco Lombardi: tomar al “cuerpo desnudo” por eje temático. En su anterior película se presentaba como tal, sin embargo, dicha subordinación no siempre era fiel. Los personajes, a través del pisco y sus confesiones, parecían aislarse lo suficiente de su realidad como para entender que se había roto las normas de la ficción. Ella logra por lo menos respetar la lógica medular del asunto.