miércoles, 28 de abril de 2021

7 Censuradores Film Festival: Downstream to Kinshasa, El guardián de la memoria y Volverte a ver

Hasta el 30 de abril, se llevará a cabo la séptima edición de Censurados Film Festival. Su programación puede verse de forma gratuita desde su página web. Aquí tres documentales que resaltan dentro del catálogo.

Downstream to Kinshasa (2020) sigue los pasos de algunas de las víctimas de la llamada Guerra de los seis días, un enfrentamiento desarrollado el año 2000 entre ruandeses y ugandeses en el territorio de Congo, exactamente en la ciudad de Kisangani, lugar que alcanzó una gran baja de civiles. Dieudo Hamadi, director congolés que se va perfilando como uno de los documentalistas a atender del continente africano, registra parte de la trayectoria de un colectivo que demanda se cumpla con la promesa estatal de una compensación económica dirigida a los damnificados por este conflicto. Lo que hace urgente a esta petición es que los dañados son civiles que sufrieron mutilaciones, unos más que otros. En ese escenario, Hamadi cumple el rol de observador de sus congregaciones y modos de clamas públicas, siendo la más arriesgada aquella que los obligará a migrar hacia la capital a fin de exponer sus arengas a puertas de las oficinas públicas. Lo mejor de Downstream to Kinshasa es ese viaje extremo, no solo para personas de esa condición física, sino para cualquiera. La marcha en esa lancha resulta emular a los desplazamientos en tiempos de éxodo de personas poniendo en riesgo su tranquilidad con intención de mejorar su condición de vida, y eso es básicamente lo que solicitan estas personas que miran con optimismo su caso dado el reciente cambio político que puso fin a una dictadura.

En El guardián de la memoria (2019), la directora Marcela Arteaga convoca a los que escaparon de la encrucijada de la violencia en México gestada por el narcotráfico y las fuerzas del orden, pero que terminaron introduciéndose a una dramática que se perfila como otra tragedia “tradicional” del país norteamericano. En principio, este documental decide exponer las distintas evidencias en donde el Estado se ve implicado en actos de lesa humanidad. Tanto la Policía Federal como los militares, son definidos como otra clase de crimen organizado. Secuestros, asesinatos y desapariciones desatadas en el municipio de Guadalupe, Chihuahua, son acciones que pone a las entidades de defensa estatal al nivel de los narcos. De pronto, no hay diferencia sobre quién ha cometido más actos de violencia en dicho estado ubicado al borde de la frontera con EEUU. Este es el primer cuadro dramático de los protagonistas: primero resistiendo en un lugar en donde echaron raíces y luego huyendo después de ser amenazados y perder a varios miembros de su familia. A esto le sigue esa otra realidad dramática. El guardián de la memoria añade un detalle consecuente de la violenta guerra en México. Son estos mismos sobrevivientes quienes decidieron transitar legalmente a EEUU y al solicitar el asilo político fueron víctimas de las normativas contraproducentes de una nación que observa a los ciudadanos mexicanos como agentes que deben de ser erradicados. No solo se subraya el lado vergonzoso y ya conocido de EEUU, sino además se manifiesta el drama de personas que cargan con un doble exilio, siendo el más doloroso el instigado por su propia patria.
Volverte a ver (2020) es el retrato y compromiso conmovedor de los familiares de los desaparecidos por la violencia en México que se ofrecieron como voluntarios al grupo de peritos forenses con esperanza de encontrar los cuerpos de sus seres queridos. El documental de Carolina Corral se enfoca en hacer seguimiento a tres mujeres que andan en busca de una hija, hermano y sobrino, respectivamente, quienes serán destinadas junto con muchos otros al estado de Morelos para excavar una fosa común fabricada clandestinamente por la Policía Federal. Este hecho se convierte en otro caso más en donde la defensa de gobierno copia los procedimientos del crimen organizado, solo que bajo los consentimientos de la fiscalía del estado en cuestión, queja que resuena a medida que se irá haciendo exhumación de los cuerpos de personas que presentan claras huellas de tortura. Más allá de calar en una reflexión sobre la memoria y el duelo parcializado de estos familiares, Volverte a ver apunta a hacer sus demandas a los entes del Estado implicados en los actos de violencia. La Policía Federal es solo la punta del iceberg en el crimen organizado que se estructura dentro del Gobierno.


martes, 27 de abril de 2021

Curso de Cine Online: 4 MAESTROS DEL CINE DE TERROR

Están invitados a este curso que dirigiré del 20 de mayo al 18 de junio. La presentación es la siguiente:

Una exposición audiovisual que combina el discurso académico con la ficción. Este curso online está pensado para todo público interesado en analizar el cine de terror desde la filmografía de cuatro directores que renovaron el género. Carlos Esquives, crítico de cine, presenta este curso para formar crític@s de cine que interpreten las películas que hemos visto una y otra vez desde lecturas psicoanalíticas, feministas, antropológicas y demás planos de estudio, siempre con un lenguaje entretenido e instructivo.

Los maestros a evaluar son Tobe Hooper (La masacre en Texas), John Carpenter (Halloween), Wes Craven (Pesadilla en Elm Street) y George A. Romero (La noche de los muertos vivientes). Pero no solo se analizarán sus filmografías casi íntegras, sino también se citarán e interpretarán otras películas y directores que inspiraron a estos maestros. El curso será un panorama crítico al cine de terror antes de estos clásicos.

Costo: 80 soles o 23 dólares americanos

Modos de pago: https://bit.ly/32A9t7O

Inscripción: Enviar datos (nombre, número de contacto) y comprobante de pago a esquivescarlos@gmail.com

Programa: https://bit.ly/3x3orkZ

Spot: https://bit.ly/3duZSph

Video ensayo promocional: http://bit.ly/2NW5T2c

viernes, 23 de abril de 2021

Oscars 2021: Minari, Promising Young Woman y El padre

Minari (2020) se asocia a la fantasía del “sueño americano” para generar una historia de alto potencial íntimo. A pesar de la referencia al tema de la inmigración, el director Lee Isaac Chung no presta atención a las implicancias de este tópico, como el choque cultural o la revaloración/disolución de una tradición, en este caso, surcoreana. Tenemos a una familia que ya ha adoptado la cultura, el idioma y costumbres de EEUU. La inmigración es una etapa ya asimilada. Incluso la introducción de la  abuela, dada su personalidad poco tradicional –“No pareces una abuela (surcoreana)”–, no crea un desnivel de culturas. Es decir, no se reconoce conflicto en el tema de la enajenación cultural, a lo mucho social. En ese sentido, Minari se concentra en un drama que tranquilamente podría estar ajustado a cualquier familia que decide empezar de cero para echar sus propias raíces.

Jacob (Steven Yeun) es el joven padre decidido a emprender su propio huerto de vegetales surcoreanos. Esto implica un cambio radical para toda la familia: alejarse de la vida citadina y ajustarse a las limitaciones de vivir en un ámbito rural. Ahora, no es una película que grafica una perspectiva exclusiva. Los cinco miembros de la familia tienen igual protagonismo. La convivencia, desde las peleas hasta los aprendizajes, se modela mediante la representación colectiva, y no de manera independiente. Minari es ante todo un drama familiar que haya su conflicto en la concepción de una vida idílica, aunque arriesgada, ello apreciable por generar encanto desde lo cotidiano, algo que se complementa con el escenario natural –casi bucólico–, y que por muy dramático resulta equilibrar las emociones sin desbarrancarse a una catarsis convencional.

Promising Young Woman (2020) relata la historia de Cassie (Carey Mulligan), una joven treintañera comprometida con una particular rutina nocturna: buscar y dar lección a los hombres que intentan sobrepasarse con las mujeres. Emerald Fennell realiza una película entregada a crear una reflexión ante la violencia de género desde una representación que mezcla la comedia negra, el romance y el drama. La directora británica tiene en claro promover una idiomática light, posiblemente, con el fin de no generar en el espectador alguna resistencia que pudiera provocar una discursiva entre académica o de dureza ideológica. Se podría decir que Cassie en su trayecto –desde la tragedia hasta su actualidad–  ha concientizado la existencia de una normalización de los abusos sexuales hacia las mujeres al ver cómo se avala esta “tradición” desde las esferas sociales y judiciales, las cuales consienten o simplemente no actúan con la seriedad posible frente a ese tipo de casos. Esto no solo la ha obligado a convertirse en una desencantada hacia el sexo opuesto, sino también en una ermitaña social al ser la sociedad parte del problema.

Entonces, ¿de qué manera la protagonista canaliza su compromiso para corregir esa realidad? Cassie es una suerte de “vengadora anónima”, perfil que además se define mediante un tratamiento ciertamente humorístico, casi como una travesura de alguna heroína acartonada sacada de un cómic. Promising Young Woman tiene toda la buena intención de crear una serie de circunstancias que permitan vislumbrar la contradicción de una sociedad que subestima la perversión de las “manadas” de trogloditas que pululan por doquier, sin embargo, es el modo cómo cuestiona ese panorama, lo que resulta un tanto caricaturesco y que podría degradar su intención al subestimarse el mensaje que clama por una reflexión social urgente, siendo la autocrítica generalizada un método necesario y fundamental, sea para agresores o cómplices.

El padre (2020) es una grata sorpresa. El director Florian Zeller, autor de la obra teatral en la que se basa esta película, recrea este drama desde una perspectiva importante para comprender la naturaleza de una enfermedad compleja. No recuerdo una película que se haya acercado de una manera tan objetiva a los síntomas del Alzheimer y caer en un dramatismo enfático. Definitivamente, se convierte en un bosquejo para que ajenos a este desorden cerebral logren empatizar con los que lo padecen. Claro que este filme no tiene intención de ser un manual de advertencia, sino más bien un retrato de una crisis familiar, específicamente, en la relación entre una hija y su padre. Vemos así a Anne (Olivia Colman) esforzando por equilibrar su vida íntima y su vida como hija. El padre se extiende en un lapso de años. Han sucedido varias cosas en ese tramo, pero todo se reduce a Anne lidiando con cuidar de su padre Anthony (Anthony Hopkins).

Aunque la historia no lo señale, la crisis se establece ante la falta de entendimiento de este padecimiento. A pesar de que existan antecedentes que sugieran que la relación entre Anne y Anthony nunca fue la ideal, esto pasa a ser un plano que está al margen dentro de la circunstancia de una persona que imagina situaciones, observa la realidad de manera distorsionada, confunde rostros, olvida nombres y no hace más que dejar de aflorar una memoria selectiva. El padre es lograda porque somos testigos de este padecimiento desde la mirada de Anthony. La narración está entre el rompecabezas y lo surreal. De manipularse la luz y las formas, sería un escenario de pesadilla. En consecuencia a esas distorsiones, la película es muy dramática, pero hay muchos de esos momentos en que se comporta como una película de terror. Sea cual sea el sentimiento, es un modo de relato que toca y sensibiliza, y sobretodo nos aproxima a entender sobre el Alzheimer.

jueves, 22 de abril de 2021

Oscar 2021: Better Days y Another Round

No deja de ser interesante que el escenario de fondo de un retrato de bullying sea el “gaokao”, conocido examen anual de admisión a la universidad implementado por el estado chino, prueba de alta exigencia educativa para los adolescentes que no deja de contrastar con un sistema que para entonces –la historia acontece en el 2011– no medía la degeneración moral que implicaba la falta de atención al acoso escolar. Better Days (2019) se inspira en un caso real de una niña víctima de sus compañeros de clase. La vemos a ella y a tantos otros niños de su colegio preparándose para la gran prueba. Lo cierto es que faltando a un mes del examen, Nian (Dongyu Zhou) no solo tendrá que lidiar con la presión de los estudios, sino también con la violencia verbal y física sometida por un grupo de compañeras. El director Derek Tsang aborda esta historia desde una lectura social. En paralelo a la vida escolar, está la vida en las calles. La vida del colegio es similar a la vida fuera de este. Es como si la sobrevivencia entre los niños y los adultos estuviera sometida a una ley del más fuerte, siendo los grandes damnificados los que de alguna manera resultan ser los huérfanos sociales. Es una realidad que, obviamente, no podría ser medida –al menos no con exactitud– por un test de cultura general. Better Days avista ese punto ciego de un sistema que se presenta como exigente para prosperidad de las generaciones más jóvenes.

Another Round (2020) relata la historia de cuatro amigos y profesores de un colegio en Dinamarca poniendo a prueba cuáles son las implicancias del aumento gradual de alcohol en su cuerpo durante su rutina laboral. El director Thomas Vinterberg se respalda de esta “fábula” para poner sobre la mesa un tema que posiblemente genera una gran divergencia en la comunidad danesa, y aún más fuera de esta: el consumo de alcohol como costumbre. La historia inicia con el esquema de un ritual adolescente que equivaldría a que el beber es un placer tradicional e incuestionable que incluso admite ese tipo de ceremonias en donde los más jóvenes se introducen a esa costumbre. Esta es la antesala a la sociedad de amigos que pasan de ser aspirantes a científicos a hombres absorbidos por el vicio, tratamiento que además no deja de ser un liberador anímico de una sociedad cohibida, tal vez, por las propias exigencias que implica el rol de padre de familia.
Este es el factor que hace contraste a la comedia –provocado por ese cambio del experimento serio a la travesurilla de una pandilla de borrachines–, por ejemplo, a partir del retrato de Martin (Mads Mikkelsen), hombre agobiado por un comportamiento soporífero que en algún punto de su vida adquirió. Another Round se convierte en drama a medida que observamos la vida íntima de este individuo y luego las consecuencias de la experiencia del beber cuando no se debe. Ahora, lo curioso del filme es el subrayado de su secuencia final. Thomas Vinterberg parece dejar en claro que a pesar del aprendizaje adquirido por sus protagonistas, su relato no dispone una moraleja o mensaje aleccionador. Es como si este cierre tomara distancia a definir una postura, la cual deja a que el mismo espectador fabrique la que mejor le parezca.

domingo, 18 de abril de 2021

Oscar 2021: Crip Camp y My Octopus Teacher

Más allá de un documental de superación, aprecio a Crip Camp (2020) como un ejemplo de la militancia en formación. Es el particular caso sobre cómo un campamento de verano para adolescentes discapacitados sirvió como espacio de concientización en cuanto a las desventajas que habitualmente recaen en dicha comunidad. El encuentro entre los participantes en ese esparcimiento fue el equivalente a la integración a una sociedad “utópica” en donde no existía la distinción entre sus miembros y estos gozaban de los derechos y las libertades que poseía cualquier persona de la generación de los sesenta. Los directores James Lebrecht y Nicole Newnham buscan a los sobrevivientes de este campamento y hurgan entre los testimonios de los que no volvieron a ser los mismos después de ese evento que marcó sus vidas. El fin de ese verano significó el retorno a lo cotidiano, que implicaba una realidad que los invisibilizaba y los retraía ante el ojo del prejuicio público. Pero se abrían los años setenta, época de efervescencia social y demandas. La Guerra de Vietnam fue una etapa crucial para distintas causas, las que incluía el de los discapacitados.

Si bien el campamento es el principio de todo, Crip Camp en gran parte observa la posteridad o consecuencias de esa reunión, el panorama de un grupo que volvió a coincidir –casi de manera casual– esta vez en las plazas u oficinas públicas, cargados de pancartas, arengas y propuestas, además de contar con el apoyo de grupos ajenos a la comunidad que comprendieron sus peticiones y se unieron a ellos. El documental se perfila a la remembranza de una pugna social como tantas que hubo en ese tiempo. Pero lo que lo hace especial es que esta fue llevada a cabo por un colectivo reducido. Estamos refiriéndonos a no más de cincuenta personas bloqueando el tráfico de una avenida principal. El otro punto de gran interés de este documental es la observación sin tabúes a las personas discapacitadas. El campamento fue para sus miembros lugar de experiencias en todos los niveles, lo que descubre un lado natural, aunque a veces restringido, por ejemplo, por los familiares de estos. Crip Camp, o más bien los mismos protagonistas, cuestiona ese lado sobreprotector de la sociedad que no hace más que reforzar las inseguridades de estas personas y complejos de lo que se piensa sobre estas mismas.
En My Octopus Teacher (2020), nos internamos en la peculiar relación entre Craig Foster, un cineasta e investigador marino, y un pulpo. El documental de Pippa Ehrlich y James Reed toma como introducción los antecedentes depresivos del protagonista y, posteriormente, la obsesión del mismo por conocer la naturaleza de su nueva amiga, lo que equivaldría a su etapa de rehabilitación y reconocimiento de una rutina bajo el agua. Lo estimulante de esta película es el proceso por el que transita el vínculo entre el hombre y el animal. Es a propósito de sus encuentros e interacción que la historia comienza a perfilar una mirada cálida sobre el gesto humano y la “humanización” de la criatura a partir de los comportamientos que va consolidando la relación y dependencia emocional de Craig hacia el pulpo. Es además una reflexión sobre esa frontera invisible que existe entre estos dos seres vivientes. Por mucho que se vaya fortaleciendo esa dependencia, Craig no deja de chocarse contra la pared de la ética científica. Existen leyes de la naturaleza que el humano no tendría por qué obstruir. Se despliega un dilema entre la observación humana y la científica. Es en cierta manera el perfil dramático de este documental, pero también el instructivo en un sentido humanista.

Ambas películas se encuentran disponibles en Netflix.

viernes, 16 de abril de 2021

Oscar 2021: Quo Vadis, Aida? y The Man Who Sold His Skin

Una aproximación al rol ocasionalmente ineficaz que cumple la ONU en los conflictos bélicos. Quo Vadis, Aida? (2020) se inspira en los hechos reales vividos por una traductora bosnia contratada por dicha organización encargada de refugiar a los ciudadanos de su pueblo, el cual estaba a punto de ser invadido por las tropas serbias durante la guerra balcánica en la década de los 90. El seguir a la protagonista es, básicamente, seguir la pauta sobre cómo la ONU va manejando la situación, ello a propósito del diálogo que los representantes establecerán con los ciudadanos o los invasores, y que Aida (Jasna Djuricic) tendrá que traducir. La directora Jasmila Zbanic parece haber encontrado en la naturaleza del oficio de su protagonista una forma particular de entender la impotencia vivida por el bosnio promedio. Aida no solo repite el sentido de las palabras, sino también se entera de los protocolos inseguros y a veces improvisados de esos que la contrataron. Vemos la reacción de la trabajadora temporal, sin embargo, su función es la de traducir y no intervenir. Ella tiene que cumplir con lo que dice el mensaje, por mucho que días u horas atrás el mensaje fuese todo lo contrario.

Esto no es más que el reflejo de la reacción de cualquier comunidad que en algún momento fue “protegida” por la ONU en circunstancias de emergencia bélica al no contar con una autoridad y estar en riesgo de invasión. Así como a Aida, a los bosnios no les quedaba más que acatar las decisiones convenidas por el organismo, por muy ilusas o inconvenientes que estas podrían ser. Estaban a merced de un ente incompetente que no representaba un liderazgo protocolar o bélico. Vemos, literalmente, como los “salvadores” son continuamente intimidados y humillados por las tropas serbias cuando más bien deben de ejercer una postura totalmente contraria. Quo Vadis, Aida? hace una crítica afilada al describir a la ONU como un grupo de delegados que se les asigna casos sin un plan de contingencia. Obviamente, el gran enemigo sigue siendo la barbarie serbia; muy a pesar, la historia asume como primer plano la inútil actuación del organismo mundial específicamente dentro de ese escenario, reconociéndolos como portavoces que no tienen nada que perder si las cosas salen mal. Jasmila Zbanic tal vez no mencione algo que no sabemos, pero su película no deja de ser estimulante dado el trayecto que asume su protagonista, siempre activo, sin pausa, apenas con un par de espacios que servirán de antesala para que la impotencia llegue a tope.

The Man Who Sold His Skin (2020), de Kaouther Ben Hania, por momentos parece tratarse de una visión satírica al mundo del arte posmoderno a la línea de The Square (2017), de Ruben Ostlund. El hecho es que el polémico plan de un artista de tatuar en la espalda de un indocumentado una visa vira hacia una perspectiva que, por muy excéntrica que sea su representación o performance artística, genera al menos un mensaje con un sentido objetivo que se libera de cualquier pragmatismo o contenido “profundo” e incodificable. No hay que ser un leído del arte –o un snob– para comprender que la obra del artista en cuestión es una ironía que agrede a los refugiados sirios, siendo el lienzo de la creación la espalda de Sam (Yahya Mahayni), un joven sirio que ha escapado de su país un poco antes del estallido de la guerra. Lo cierto es que gran parte de la película se concentra no en los argumentos del artista, sino en la reacción del aludido, en principio, desde su condición de representante vergonzoso de la comunidad siria, y, luego, como sujeto que pierde su identidad para convertirse en objeto de consumo.

Sam se presenta en la trama como un joven desprendido de su realidad social y atado a sus fantasías de expandirse por las rutas de Europa, posiblemente, a fin de llamar la atención del amor de su vida. El convertirse en pieza de arte será la aproximación a sus deseos. Vemos así a un hombre que cree explotar su cuerpo para alcanzar sus deseos, sin embargo, es más bien su propia identidad la explotada. No es cualquier espalda, es la de un sirio. El rostro no importa, pero sí la identidad. Y Sam no concientiza eso. The Man Who Sold His Skin es un tanto cuestionable ya que siendo esta ofensa el foco del problema, el protagonista no parece generar una reflexión sobre el valor de su identidad o hace signo de protesta que demanda el respeto hacia su condición de vida y el de sus iguales. En su lugar, Sam reacciona para cuando percibe su estado de cosificación, el tránsito de sujeto a obra de arte que aumenta su valor y, en consecuencia, restringe sus privilegios de libertad o derechos humanos. Sam demanda el haberse transformado en una pieza del mercado. Esto lo persuadirá a recuperar su identidad. Claro que no es el retorno de un hijo pródigo que ha revalorado su condición social, sino el de un hombre que solo quiere dejar de ser tratado como objeto. No hay un escenario autocrítico respecto al padecimiento de los sirios en The Man Who Sold His Skin.

miércoles, 7 de abril de 2021

Oscar 2021: Nomadland

Con su última película, la directora Chloé Zhao confirma su dedicación por los personajes asociados al desamparo. Los protagonistas de sus historias son sobrevivientes de algún desarraigo, y digo sobrevivientes porque, en efecto, estos son prueba de una realidad que se trasluce como un escenario decadente que los expulsó a una suerte de orfandad. Ahí está la comunidad india de Songs My Brothers Taught Me (2015) o el que un día fue una estrella del rodeo en The Rider (2017). Estamos refiriéndonos a ámbitos o prácticas que languidecen incluso dentro de los mismos espacios en donde se les vio florecer. En consecuencia, ese hecho convierte a sus miembros en presencias que simbolizan el fin de algo que en un momento fue trascendental y fructífero. Lo cierto es que, a pesar de ese efecto irreversible que implica el fin de una era, estos mismos personajes no dejan de revelar un gesto de resistencia, la negación de olvidar o enterrar eso que dio forma a sus vidas y que además los vinculó a múltiples generaciones. Esto es muy importante. Zhao no retrata a personas que se lamentan por un drama a nivel personal, sino a individuos que gimen por un drama colectivo, el de la agonía de una tradición significativa que ha generado el saldo de muchos damnificados al igual que ellos.

Nomadland (2020) retrata la historia de Fern (Frances McDormand), una mujer que decide convertirse en una nómada tras la muerte de su esposo. A diferencia de sus anteriores filmes, Zhao en esta ocasión cita dos tradiciones desamparadas, dos comunidades que definen dos tipos de sobrevivencia, siendo Fern el foco que nos introducirá a ambas realidades. En primer lugar, el pueblo de la protagonista ha desaparecido consecuencia de la recesión económica del 2008. En segundo lugar, Fern pasará a formar parte de una comunidad de nómadas. Es el tránsito de un escenario huérfano a otro que, si bien comparten similitudes, manifiestan un nivel de agonía distinto. Por un lado, el pueblo entero en donde vivía Fern desapareció después del cierre de la fábrica en donde laboraba su marido. Es decir, estamos ante el caso de un escenario que ha sucumbido y no ha dejado más que escombros materiales. Panorama distinto es el de la comunidad nómada, un gran grupo de personas que, a pesar de ostentar un aire moribundo, subsiste dentro de sus posibilidades. Por tanto, luego de sobrevivir a la desaparición de toda su comunidad –ciclo que culminó con la muerte de su esposo–, Fern se integra a otra comunidad también en riesgo de desaparecer.

En cierto punto de la película, luego de esa larga etapa de reconocimiento a esa realidad tan compleja que implica la vida nómada en la actual EEUU, un debate interesante suscita la protagonista a propósito de su necedad por mantenerse dentro de esa forma de vida. Eso es algo que simplemente no entendería una persona –como su hermana o su cuñado, un agente inmobiliario– que ignora los principios de esta rutina, incluyendo las virtudes que se difunden en dicho entorno, tal como el apoyo mutuo o comunitario. A esto se suma que Fern ha sido testigo y parte de una comunidad que ha muerto. De pronto, para esta mujer sexagenaria, que ha aprendido a apreciar el valor de la propiedad comunal, territorial y de todo lo que surgió de esta desde una experiencia trágica, ha aprendido también a ser más sensible a esos valores y riesgos que ha logrado identificar en la realidad de la población nómada, al punto de querer integrarse a este colectivo comprometido en seguir empujando su trascendencia. Nomadland es una historia de personas sin terreno o desterrados que se resisten a perecer no solo como acto de que sus cuerpos sobrevivan, sino a bien de que no desaparezca la comunidad a la que pertenecen y todo lo que compromete a esta.

Esto va más allá de impulsar un estilo de vida. Hay una necesidad de la directora por definir a un grupo luchando por mantener vivo un modelo tradicional respaldado por una evidencia histórica. El trayecto de Fern y el resto de nómadas no está lejos de las travesías emprendidas por los primeros colonos en territorio no reclamado. Si nos remontamos al primer western de las décadas del 20 o el 30, observamos el despliegue de comunidades ingeniándoselas para hacer frente a la escases de alimentos o la hostilidad del territorio geográfico, sea por los factores de la naturaleza o los peligros que surgen de esta, todo ello con el fin de encontrar “su lugar”. Si bien para entonces se hablaba de una sociedad en formación, el ejercicio comunitario era evidente. En esas películas vemos caravanas dispuestas por familias protegiéndose entre ellas, pequeñas diligencias asistidas por grupos de salvamento ante el embaucamiento de los atracadores de paso. Son ejemplos de los mecanismos que sirven para preservar el beneficio colectivo, similares gestos que acontecen en Nomadland. Desde la experiencia de Fern, podemos identificar un ejercicio comunitario contemplado desde el acto de la solidaridad, el cual poco a poco la protagonista va recibiendo para después ella misma ejercerla hacia los que ha identificado como sus iguales.

A propósito, es que surge uno de los detalles más sustanciales en el cine de la directora. Zhao por momentos parece emular una narrativa documental y ello se debe al perfil realista que se nutre de un contenido testimonial. Nomadland se convierte en su película que más incentiva ese carácter debido a sus secuencias en donde nómadas dictan sus testimonios al resto, experiencia grupal que aproximó a Fern a identificarse con el grupo. Al igual que ella, varios han perdido sus casas, sus trabajos o a algún ser querido. La mujer reconoce sus problemas en esos desconocidos desde el plano de la oralidad. Ahora, resulta significativo para la trama que la directora asista a miembros “reales”. La mayoría del elenco de Nomadland son personas que llevan una vida nómada. Es decir, los testimonios que escuchamos no solo son reales, sino que además son pronunciados por los que lo vivieron. Esto convierte a Nomadland en un ejercicio etnográfico. Los miembros no solo comparten su sabiduría, sino también sus antecedentes. ¿Cuál es el origen de ser nómada? Para muchos resultó ser una única alternativa, un método de sobrevivencia. Pero lo anecdótico es que para otros se torna una opción. Fern peregrina por estas dos fases. Por muy melancólico y solitario que parezca ese modo de vida, ella se sentirá atraída por eso que resulta ser inconcebible para el resto.

Nomadland, así como las películas anteriores de Zhao, puede ser interpretada como una elegía a figuras crepusculares. Sus protagonistas, al estar asociados a un terreno o rutina que languidece, se convierten en lumbres que parpadean dentro del territorio. Algo nos dice que ellos también están expuestos a la consumación, pero su acto de resistencia, el deseo por querer confrontar a las circunstancias, los mantiene vivos y de paso los ennoblece. Esto también tiene que ver con el estado de fragilidad que los domina, ya sea alguna lesión física irremediable como la que sufre el protagonista en The Rider o el duelo ante la muerte que confronta el protagonista de Songs My Brothers Taught Me o la misma Fern. La adversidad en lugar de reducirlos, los dignifica. Es un tratamiento muy distinto al que, por ejemplo, se define en un drama social promedio, en donde la miseria lacera y martiriza a los que la soportan. Zhao más bien evita ese tipo de conductos que otorgan una sensibilidad gratuita que persuade al espectador a compadecerse. Nomadland es una película que si bien manifiesta un lado sensible ante la carencia, no genera castigos ni germina lástima. Paradójicamente, busca enaltecer y revalorar a su heroína y su comunidad desde un escenario que a primera vista se traduce como trágico. Es una sensación que se gesta a través del trabajo de fotografía. Chloé Zhao, una vez más, combina los planos generales y la luz natural en un estado de gracia para definir el lado sublime de la soledad o el desamparo, cuestión que solo será perceptible luego de convivir con los protagonistas.

viernes, 2 de abril de 2021

Oscar 2021: Time y Colectiv

De entre la lista de cinco películas nominadas a Mejor Documental, Time (2020) es la menos estimulante, aunque no por eso la menos significativa. Al margen del interés social, el filme de Garrett Bradley tiene la ventaja de ser la única de las seleccionadas que atiende a un tema que está dentro de la agenda coyuntural. Pueda que de no ser por ella, además de los nuevos requerimientos asumidos por la Academia en referencia a dar prioridad a las producciones inclusivas, este documental haya sido pasado por alto. Lo que rescato de Time es que en gran parte es una recolección audiovisual que certifica el compromiso de toda una familia. No solo es la obstinación de Fox Rich pugnando ante la justicia por más de dos décadas, a fin de que se le reduzca la penalidad de cárcel a su esposo, es además la gráfica del marco familiar que evoluciona sin el padre de familia, siendo su ausencia un motor para trascender educativa, social y moralmente. El encarcelamiento del hombre entendido como una fuerza que motiva al desarrollo personal y fortalece el lazo entre los parientes. Ahí está la mujer que transitó de exconvicta a ser una defensora de los derechos de encarcelados afroamericanos o el hijo que no “conoció” al padre y se convirtió en abogado penalista.

Time es una película que se valora desde el plano de la humanidad, el vínculo familiar férreo que no cede a resignarse a la separación. Ahora, el problema es que esa recurrencia de lo emotivo despista detalles imprescindibles que permitan comprender la naturaleza de eso que Rich manifiesta como una desigualdad de derechos cuando se trata de un afroamericano en la cárcel. Garrett Bradley olvida o pasa por alto lo sustancial que es para el documental revisar la normativa penitenciaria. ¿Cuáles son esas medidas que segregan a los prisioneros afroamericanos? ¿Estas dependen o varían según el tipo de crimen o tiempo de encarcelación? Podemos imaginarnos estas desde un discernimiento o suspicacia generalizada, sin embargo, es competencia de la propia película poder describir estas incidencias a manera de sostener la demanda que pretende proyectar. De igual forma, no se aprovecha en profundizar la gestión judicial desde la experiencia de los demandantes. Apenas hay una secuencia en donde Rich conversa con una secretaria que pone en evidencia la inapetencia por canalizar su caso judicial. Lo resto es la insatisfacción de la familia hacia el sistema de justicia. Pero, ¿por qué no definir o describir el escenario a través de documentos o más situaciones como la de la conversación telefónica?

En un extremo contrario, está Colectiv (2019). El documental rumano dirigido por Alexander Nanau brilla por el rigor de su compilación informativa que, ciertamente, exige el caso. Aquí los héroes son Catalin Tolontan y el equipo de Gazeta Sporturilor –sin dejar de lado a Vlad Voiculescu, Ministro de Salud, equivalente a un Harvey Dent que nunca logra corromperse– encargado de investigar las causas de la muerte de más de 30 jóvenes tras un incendio en el club “Colectiv”. Lo que en principio figura como el escenario de una tragedia desatada por la negligencia de los organizadores, se desplaza a algo muy mayor. Así como All the President’s Men (1976) y Spotlight (2015), Colectiv es una muestra del ejercicio del cuarto poder en una condición solvente. Aparte, no puedo dejar de relacionar el trayecto de esta pesquisa con el cine negro. En este género un detective se compromete a resolver un crimen y termina adentrándose en una maraña de intrigas en donde reconoce obstrucciones, nuevas indecencias, más damnificados, embusteros o personajes con dobles rostros, el reconocimiento al escenario de una criminalidad organizada. Esta es básicamente la ruta que se establece en el documental. La chispa de la denuncia pública son las pruebas de que el hospital en donde fueron atendidos los heridos del incendio laboraba con productos de saneamiento que no cumplían con las pruebas mínimas. En razón, los pacientes fallecieron no por consecuencia de las quemaduras –algunas de estas no críticas–, sino ante la infección provocada por los utensilios infestados de bacterias. ¿Quién tiene la culpa? Sabemos que el proveedor de estos productos es solo un germen en medio de la carne putrefacta.

Colectiv es un panorama de la corrupción supurando en el sistema de salud en Rumania. Tolontan y los otros detectives serán los encargados de desmantelar qué tan arraigado está el hábito del cohecho en los hospitales de la nación en cuestión. Los hospitales son reconocidos como ámbitos que sostienen los paraísos fiscales de grandes empresarios, espacios de pugna entre médicos y enfermeros dispuestos a brindar la mejor apuesta por la oficina o sala más lucrativa. Es decir, servidores públicos y civiles privilegiados se costean ilegalmente a costas de la salud de las personas. Ahora, lo alarmante de esta situación es que vamos viendo cómo a raíz de las denuncias se suman otras más. Por un lado, era de esperarse que se vendría una marea, pero no deja de ser mortificante cómo es que se forma una fila de personas que se “cansaron de callar”. El documental de Alexander Nanau pone al descubierto a toda clase de gérmenes del sistema, desde los más chicos hasta los más grandes, siendo estos últimos los invisibles e intocables. La intromisión del partido socialdemócrata en la escena, y cómo este ejerce una defensa populista negligente para “sanear” sus infracciones, es una retrospectiva histórica rumana dada la vigencia de esa política arcaica y nociva. A este punto podemos fantasear con una versión en ficción próximamente relatada por Radu Jude o Corneliu Porumboiu, directores que retratan el pasado rumano para poner en evidencia la tradición de un sistema que aparenta desarrollo, moralidad y compromiso, cuando es todo lo contrario. Colectiv es un filme que canaliza a un sentimiento de impotencia. Es de lejos la mejor entre las nominadas a Mejor documental.

Se puede ver Time en Amazon Prime y Colectiv en HBO Max.