jueves, 21 de marzo de 2013

Cloud Atlas

Una gran regla de todo guión es que la historia sea capaz de llamar la atención del espectador, por lo menos, dentro de sus primeros quince minutos de desarrollo. Pasar este límite sin que el auditorio entienda o, por lo menos, se haga la idea de a dónde se dirige el relato, implicaría el fracaso de la película. En efecto, existen los recursos inesperados, los giros dramáticos, pero ya para entonces una ración del filme habrá sido apatía para el público o simple reciclaje para su memoria. El gran riesgo que presenta Cloud Atlas (2012) es la de componer e introducirnos a sus seis historias antes que el mismo espectador se percate que el tiempo ha corrido en vano. El reto de la sociedad de los Hermanos Wachowski y la de Tom Tykwer es entonces la de ganarle al reloj, provocar el interés, no de una, sino de seis historias, antes que la manija marque los quince minutos.

Cloud Atlas tarda en promover la atención al no hallar con ingenio la manera de ajustar sus secuencias que van narrando parcialmente cada historia. Es también la poca prontitud con que se suelta el detonante en cada una de ellas. El principio de Cloud Atlas de lejos se confundiría con una versión extendida del filme, no por el hecho de exponer detalles que no son prescindibles o puntuales para el filme, sino porque el guión se toma la licencia de dilatar la acción en cada relato, algo que podría pasar desapercibido en la narración de una sola historia. Es recién en la cuarta parte de la película que todos los relatos toman un interés, uno que en cierta manera tiene mucho que ver con la premisa principal que irrumpe en escena, la misma que ya antes había sido citada en películas como Matrix (1999) y V de venganza (2006). Los Hermanos Wachowski nuevamente retornan al relato sobre la transgresión al orden social, la no obediencia a los cánones manipuladores que van desde los padres de familia a los padres gubernamentales. Cloud Atlas, al igual que los filmes mencionados, es una especie de panfleto político y humanista.

Los Wachowski y Tykwer construyen de tal manera el orden narrativo de su filme con la intención de otorgarle un sentido lógico correspondiente a dicha premisa central. El orden cronológico que sigue Cloud Atlas es el acercamiento al proceso involutivo y cíclico al que podría encaminarse la existencia. La primera historia de la película se asienta en un contexto esclavista, mientras que la última historia es la de un mundo donde luego de la decadencia de la tecnología, la humanidad se ha reducido a un puñado de habitantes divididos en tribus. Es entonces el retorno al estilo de vida del “buen salvaje”, la prueba infalible de que el hombre en algún punto de su historia ha fracasado. Obviamente, referente a dicho momento, los directores nos dan señas cuándo y de qué forma sucedió. Lo cierto también es que en medio del desorden o el caos, siempre existirá una brecha esperanzadora. Los últimos habitantes, nuevamente, han creado sus propias y nuevas deidades, es decir, nuevas razones para dar fe a algo, que son indicios de sobrevivencia. Pero, ¿sobrevivir a qué? Al control, a la manipulación, esa voz que murmura al oído y que incluso actúa como una especie de subconsciente subordinado. Esto, en la última historia, se representa como un dios malvado, mientras que en las otras dicho “agente” controlador tiene distintos rostros y oficios.

Hugo Weaving es nuevamente el agente Smith. Ese infiltrado de la “matrix” que cambia de apariencia y rostros, toma formas, asalta cuerpos, invade la integridad física y mental. Cloud Atlas tiene como protagonistas repetitivos a Tom Hanks, Halle Berry, Jim Broadbent y otros más, quienes van asumiendo personajes y personalidades que se contrastan en cada una de las historias donde aparecen, haciéndolas en ocasiones de buenos o haciéndolas de malos, a veces protagonistas principales, en otras simples secundarios. Caso contrario, los personajes de Weaving siempre están alineados a una misma naturaleza: son los sedientos de poder. Siguiendo la cronología; en la historia de un viajero en altamar, Weaving interpreta a un padre autoritario; en la historia de un compositor, encarna a un miembro de la Alemania Nazi; en el relato de una periodista, el ex agente es ahora un socio de una corporación nuclear; en las cuitas de un publicista editorial, es la viva imagen de la enfermera de Alguien voló sobre el nido del cuco (1975); en el mundo futurista de una empleada de comida rápida, es el verdugo de los miembros insurrectos; y, por último, en la última historia sobre el mundo en escombros, es el dios malvado, el instigador del autoritarismo, el agente del mal.

Cloud Atlas trata entonces sobre cómo los protagonistas de cada historia de pronto se ven envueltos por una serie de sucesos trágicos provocados desde lo lejos por los rostros de Weaving, que no son más que la mera representación del orden impuesto que reclama y exige obediencia y que representa incluso al poder en sus distintas escalas. Ver los oficios de Weaving es observar como esa fuerza manipuladora ha escalado del círculo familiar al círculo omnipotente e intangible. Es el miedo e inclinación al jefe en su mínima expresión como en su máxima. Cloud Atlas razona sobre la ilación entre el pasado, el presente y el futuro, tres momentos que no tienen principio ni caducidad exacta. Lo que se hizo en el pasado, sigue trascendiendo en el futuro. Esto se manifiesta, por ejemplo, como cuando el compositor de los años 30 tiene póstumo reconocimiento durante los años 70. Las seis historias tienen en cierta forma una misma intencionalidad, solo que bajo un estilo o relato distinto, sea adaptando un melodrama entre un compositor y su amante, la comedia de un anciano encerrado en un asilo o el género sci-fi y futurista de un empleado revelándose ante un Imperio. 

Si bien los Wachowski y Tykwer logran solventar el eje central del filme mirando a sus historias como un todo, cada una de estas al verse independientemente no poseen el atractivo suficiente para sobrevivir por sí solas. Esto sin duda es el gran punto débil de Cloud Atlas. Exponer una serie de relatos que son perezosos y predecibles en solitario, aquello que de hecho complicaría la asimilación de la meta en esencia, que es la de exponer con lógica una serie de secuencias en clave Matrix u otros filmes sobre el individuo, en esta ocasión, común, revelándose ante un gran Padre, en casos, inútilmente, pero al menos creando un hito o dejando un aliento para el próximo revolucionario.

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