domingo, 19 de octubre de 2014

Camille Claudel 1915

Bruno Dumont recrea retratos de personajes de una apariencia dual. Sus protagonistas parecen estar entre la frontera de lo benefactor y la perversidad. Sus locaciones, casi siempre paisajes de una vasta naturaleza, cumplen una suerte de complementación sobre el perfil humano, uno que refleja una belleza natural, pero que no deja de ser instintivo y salvaje. Sus tramas, en principio apuntando a un cine de género, sea policial o melodramático, terminan diluyéndose en su transcurso. Dumont boicotea las expectativas o resoluciones de sus historias para en su lugar focalizarse en el drama emocional de sus personajes, sujetos angustiados por su realidad trágica (desde lo social hasta la existencial). En respuesta, ellos parecen reaccionar de una manera redentora o martirizándose. Los personajes de Dumont son hasta cierto punto absurdos o impredecibles. Sus personalidades sumisas y hasta ocasionalmente infantilizadas contrastan con una realidad que es agresiva u ocasionalmente de pronto también son poseídos por los mismos impulsos de hostilidad.
En Camille Claudel 1915 (2013) la escultora francesa vive atormentada por el encierro no premeditado. Desde de que su familia la fuera a internar a un manicomio, Camille (Juliette Binoche) no solamente se ha visto frustrada en sus cualidades como artista, sino que también su salud mental se ha ido deteriorando. A diferencia del resto de personajes de Dumont, Camille es más abierta a la palabra. Con un carácter testimonial, el filme va construyendo el lado emocional de la artista desde su propia perspectiva mediante sus monólogos, sus berrinches que trasmite a sus celadores, a través de sus cartas o del lenguaje de su rostro. La bipolaridad en Camille está profundamente marcada y no necesariamente a raíz de esa locura que poco a poco la está poseyendo. La “esperada” visita de su hermano es la conexión con la realidad y la cordura de la escultora. Una especie de ventana que observa con esperanza pero que en momentos de desesperación cierra de un portazo. Camille Claudel 1915 es lo menos atractivo en la filmografía de Bruno Dumont. Ese dramatismo en que su protagonista se comunica termina siendo redundante y monótono. Juliette Binoche, de lejos, es lo mejor del filme.

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