martes, 19 de enero de 2016

Farinelli, il castrato

Por encima de una castración física, es una castración mental la que parece afectar al joven Carlo Broschi, también llamado Farinelli (Stefano Rosi). Sin embargo, mientras la presencia de su hermano Riccardo (Enrico Lo Verso) lo resguarde, todo simulará orden o normalidad, tanto en el plano de su oficio de cantor como en el plano sexual. En Farinelli, il castrato (1994) el director Gérard Corbiau más que retratar a un solista realiza el retrato de un dúo. La inquietante relación de los hermanos Broschi me recuerda al de los gemelos de Dead ringers (1988). En esta película, David Cronenberg junta a dos mentes que trabajan en sintonía. Sus lazos fraternos corresponden a la de una complicidad inquebrantable. O al menos eso es lo que ellos piensan, pues la llegada de un agente externo será el inicio de su separación. Similar suceso ocurre en Farinelli. Aquí ese agente externo es el gran compositor alemán George Frideric Handel (Jeroen Krabbé), el engreído de la corte inglesa, quien intentará persuadir a Carlo para que cante exclusivamente para el rey Felipe V.
Handel es conocido por su época como el compositor a seguir. Su arte es tan aclamada como envidiada. Un mozuelo Carlo, sin embargo, lo rechazará sin remordimiento, pero en un futuro, ya luego de haber probado las encarecidas adulaciones de distintas noblezas europeas, será consciente de su conformismo artístico. Su voz hasta entonces solo había sido explotada y ajustada a las modestas partituras compuestas por su hermano Riccardo, otro servil de la filarmonía banal. Ambos personajes, sin darse cuenta, fueron presas de una “castración artística” motivada por esa fidelidad fraternal que fue sellada tras la muerte del padre de los hermanos. Farinelli apunta a ser un drama familiar en consecuencia de un acto de egoísmo, esto a propósito de la castración de Carlo. Lo que fue una extirpación de la masculinidad para este, para su hermano Riccardo sirvió como fuente de motivación. El tenerlo a su lado no solo significó estimulación para componer, sino también conducto para complacer su sexualidad a través de todas las damas que Carlo conquistaba mas no podía satisfacer a plenitud.
Farinelli parece remontarse a ese imaginario que Ken Russell había representado en las biografías de otros genios de la música clásica, tales como Mahler o Tchaikowsky. Existe un cordón entre el estado anímico y físico de estos protagonistas, víctimas de tormentos que eran agudizados por una época inundada por la mediocridad (o incluso las negligencias médicas). Farinelli, il castrato es también esa dinámica sobre genios enfrentados, una relación de admiración y odio entre personajes. Como lo fue Salieri para Mozart en Amadeus (1984), similar caso se observa en Farinelli y Handel, aunque de manera recíproca. Ambos despotricándose de cerca, aunque elogiándose de lejos.

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