lunes, 6 de junio de 2016

VII Al Este de Lima: El sol abrasador

Lo que diferencia a El sol abrasador (2015) de otras películas que también han abordado el conflicto de territorios en la península balcánica, es su maniobra significativa de usar a los mismos actores para que interpreten protagonistas distintos en los tres episodios que estructuran el filme. El director croata Dalibor Matanic desarrolla tres historias acontecidas en décadas distintas (1991, 2001, 2011). En cada una de ellas, una pareja de amantes son los protagonistas principales, en donde, a propósito de esta relación, se genera el conflicto que siempre es el mismo: la tensión entre croatas y serbios. Aquí el enemigo se inscribe en un plano del imaginario, el cual deviene de la sociedad así como de los mismos implicados que pertenecen a sus correspondientes. Caso del capítulo de los noventa, para cuando la Yugoslavia todavía existía y los límites fronterizos estaban en ascuas, se genera el odio. Ya en los siguientes capítulos, el duelo, el resentimiento y la frustración están consolidados. Es decir, primero se manifiesta el origen y luego las consecuencias del conflicto.

Los mismos actores encarnando a personajes distintos en situaciones y épocas distintas, en tanto, otorgan a la película un valor de lo representado. Los individuos, al igual que las asperezas entre ambos países, parecen preservarse a través de los años. Son los mismos rostros, similares dramas y tragedias que se han venido heredando o estigmatizando en un mismo pequeño poblado. Es la fijación de lo inalterable, siendo el amor o la misma sexualidad lo afectado, lo reprimido o lo divorciado. El sol abrasador, sin embargo, elude a la proximidad del fin de ese ciclo funesto. En el segundo capítulo, veíamos a la memoria (sea la individual como la preservada en las lápidas o fotografías) resguardando el desamparo y la animosidad, en lugar de motivar la reconciliación. Ya para el tercer capítulo, se abre la brecha a una autocrítica. Los prejuicios fronterizos se van desvaneciendo y la concordia es venidera. El sol abrasador, muy a pesar, argumentalmente, se digiere como algo que ya ha sido antedicho. Películas como Antes de la lluvia (1994) o la más reciente Tangerines (2013) promueven de igual forma al retrato tenso que implica el conflicto territorial, el cual figura irreconciliable, pero que termina revelando un acto redentor moralizador.

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